Con la friolera de llevar veintinueve años en la escena, KATAKLYSM pueden presumir con su auto acuñado término definitorio “northern hyperblast”
, de ser considerados pioneros en su Montreal natal, en basar una carrera instruida en la barbarie y hermandada a la técnica junto a sus coetáneos Gorguts y Cryptopsy.
Totalmente innecesario hacer un repaso a su discografía en la que de todo hay, pero sí veo acertado hacer hincapié en sus esfuerzos por abrazarse a una renovación sigilosa, paso a paso, desde 2006 y su mítico In The Arms Of Devastation en adelante. Desde ese momento sus avances técnicos han sido aún más evidentes y este desarrollo ha caminado de la mano del progreso en la fusión de sus virtudes. Éstas no son otras que su manto Death Metal hora a mandobles brutales, hora con las sanguinolentas salpicaduras melódicas que quedan dispersas tanto en sus coléricos riffs a la tradición sueca o en la heroicidad de sus estribillos. También en sus misantrópicos rincones Black, pero principalmente en la percepción de que el odio en y al mundo y, por consiguiente, su expresión musical, evolucionan.
Apertura mental a lo largo de seis discos decisivos que se extienden hasta un séptimo paso titulado Unconquered y que alcanza en este 2020 su techo compositivo en opinión de un servidor, facturando uno de los mejores discos de su historia y la que me une a ellos, ¿por qué? Por su arrojo, su valentía.
Este décimo cuarto tributo a la virulencia ejerce como una auténtica biblia negra, de cabecera, de Metal extremo donde The Killshot, Cut Me Down, poseídas en mayor medida por su innato impulso Brutal/Death/Melodic/Black mantenido en cada “track”, hasta en las modernas y relucientes Underneath The Scars con su épico estribillo o la aplastante Focused To Destroy You, sin pasar por alto la esquizoide y bruñida Stitches.
Se atisban pinceladas del Gothic/Doom en Icarus Falling, que es en la que menos cómodo me encuentro entre sus transiciones, hecho que solventan con audacia y sobre todo por la marca detallista “made in PARADISE LOST” en las profundas, menos repentinas y a la par despiadadas The Way Back Home y When It´s Over.
Llegan incluso a aturdir con el bofetón Grindcore que se adueña en severos tramos de Defiant (¡válgame el diablo que “Blast beats”!)
Y dirás. ¿Dónde hallamos esa bravura a la que apela este análisis para convertir este disco en una revolución? Pues en el nexo común con el que han apuñalado los nueve cortes que conforman el redondo: Por un lado, la bajada de afinación producida principalmente por las guitarras de siete cuerdas, la cual les otorga un nuevo ataúd de resonancia y una oportunidad de organizar novedosos riffs. Y por la otra cara, el Groove extraído del Metal moderno más revolucionado; constante y recurrente en cada surco de LP y que encaja como guante de látex en la meditada apertura de la banda a una revitalización del género, sin dejar huellas reprochables en su incisivo y sensacionalista apuñalamiento rítmico. Resultado: un disco que, aunque transgresor, no debiera dividir opiniones entre los que realmente amen estas sonoridades porque perpetúa, a través de una simbiosis natural a KATAKLYSM, su vigencia para sustentar un presente y un futuro que no menosprecia su pasado, al menos el más reciente.
Como siempre, la formación más estable que ha perdurado en la banda en años se muestra implacable; Mauricio Iacono roza el delirio con sus sobresalientes contrastes entre “growls”, “screams” y demás instrucción vocal armada con bilis y escupiendo frases sentenciadoras como: “you push me to the edge, you suffocate me”, “I Drow in gasoline, i´m gonna burn it all… I´m focused to destroy you”, “I dig your grave on my way back home” o “Betrayer, traitor, king of nothing”.
Jean-Francois Dagenais será el protagonista inicial ya no solo por su excelente labor a las siete cuerdas que apabullan a primera escucha por sus nuevos derroteros próximos al Djent, sino por la cantidad de buen gusto en los matices actuales/pretéritos que desprende cuando menos lo esperas. Al bajo un francamente necesario y contundente Stéphané Barbe y, el que para mí resulta el gran galardonado finalmente por sus interpretaciones, el ya ex miembro de la banda tras la edición de este disco, el excelso batería Oli Beaudoin quien desafía a la métrica, a la velocidad y al sentido humano del kit percusivo, abominable.
La portada más minimalista y continuista, envuelve un disco de notable alto con una producción amedrentadora y futurible a cargo del propio guitarrista Degenais con la inestimable ayuda de Sir COLIN RICHARDSON, ojo al dato.
Quizás no estemos aún, para muchos, ante otra de sus obras definitivas a primera vista, argumento del que difiero, pero han abierto una nueva senda para reinventarse y darse la oportunidad de conquistar un horizonte que pocos pueden tan siquiera imaginar. Por cierto: NO LES HARÁ FALTA ATAVIARSE NI CON MONOS NI CON MASCARAS para acojonar y entreabrir una puerta que consiga que se metan en el bolsillo al nuevo público en ciernes que busca el eterno “THE NEXT BIG THING”.
RATE/NOTA: 8/10
Jesús Alijo «Lux»