Deep Purple es parte fundamental de nuestra historia musical y, en algunos casos, hasta personal. Crecimos en ambos sentidos con ellos; empezamos a tocar sus acordes y hemos disfrutado de lo lindo a lo largo de los años. Es difícil encontrar carreras con más de 50 años de vida sin perder el prestigio y el halo de magia que envuelven a Deep Purple. Ni la lógica adaptación de Ian Gillan a la evolución de sus condiciones, ni la deriva hacia un estilo mucho más ecléctico y progresivo han dejado por el camino a sus más fieles seguidores. Whoosh! No va a hacerlo. Todo lo contrario amigos.
Throw the Bones abre de forma orquestal y vintage este álbum, que supone el tercero bajo la batuta de Bob Ezrin, y cuya salida debió posponerse, como en tantos casos, a causa del Covid-19. Lo hace con Gillan dominando en registros cómodos y naturales para él y con un dream team que hace siempre lo que debe. El disco grabado en Nashville (Tennessee) no muestra influencias country, ni country rock y, es curioso, porque pocos subestilos dejan de aparecer en Whoosh! Drop the Weapon cautiva, comprometido, virtuoso y profundo, pero con melodías y estribillo de los que se apoderan del escenario. Progresivo. Brillante. We’re All the Same in the Dark se levanta sobre el riff compartido de guitarra y teclado. Morse y Airey se salen, como en todo el trabajo, y Gillan brilla como sólo él sabe hacerlo. Clase amigos. Coros en su punto y una base rítmica perfecta son también seña de identidad de Whoosh! Como lo es su perfecta mezcla entre los matices progresivos y los temas con gran protagonismo de melodías y estribillos.
Nothing at All va creciendo con virguerías de guitarra y teclado desde su comienzo. Enseguida se incorpora Ian para, con su voz personal y maestra, construir un himno sobre el virtuosismo de Morse (aquí en modo Howe) y Airey (como el mejor Lord). Una composición preciosa. Gillan no necesita chillar y lo sabe. También sabe que nosotros lo sabemos y lo proclama. Chillar nunca otorga más razón. No Need to Shout es una declaración de intenciones dentro de un álbum reflexivo que, cómo no, se deja impregnar por todo lo que estamos viviendo. La perspectiva de la edad aclara mucho. Lo anuncia con más fuerza y determinación, recordando otras estancias de este hotel enorme que es la historia de Deep Purple. Lo hace con brillantez, sin repeticiones, llena de matices y hasta con un guiño del piano de Airey a Un Americano en París, de George Gershwin. Casi nada. Todavía más clásico comienza Step by Step, tema rítmico y pausado con los riffs Airey/Morse anunciando a Gillan, con precisión y genialidad, y con Paice y Glover en modo cronómetro. What the What se va por el rock´n´roll más clásico y aparece el mojo working, el rítmo apropiado para el baile y las rimas completas. Genial aportación y demostración de que en Whoosh! cabe todo y los estilos son sólo instrumentos. Little Richards y Long Tall Sally estarían más que felices. Yo también lo estoy y se me van las piernas.
The Long Way Round cede el protagonismo a la voz desde el comienzo y luego nos trasporta a los clásicos purpelianos sin necesitar ningún exceso. Tiene todo lo que hay que tener para ser un clásico y destacar en los set lists, con un Airey saliéndose del Hammond y aportando brillantemente sonidos contemporáneos, que son parte de su variada paleta. Bien acompañado de los coros y de Steve Morse, por supuesto. Hasta tiene la paradinha para los aplausos del respetable. Genial. ¡Ay la Luna, amigos! Ese astro que arrastra mareas y corazones por igual. The Power of the Moon rinde tributo a su poder de la mano de aquéllos que tantas veces nos han hecho casi tocarla. Misterioso, arcano y más sinfónico, como no podía ser de otra forma, el corte otorga la manija al bajo, las seis cuerdas y el teclado, sin descuidar para nada los adornos de batería. La voz de Guillan, en sus registros más profundos, surfea por encima de la ola y otorga un halo de esperanza positiva, aunque el astronauta de la magnífica portada parezca estar desintegrándose. Un tema de categoría. Remission Possible, cortito interludio instrumental, comienza también oscura con los teclados de Don en primer plano, pero contando enseguida con todo el equipo en modo sinfónico. Ésta va a volver locos no sólo a los purpelianos, sino también a los fans de Yes o Rush, por poner dos ejemplos. Efecto de voz que podría servir para el comienzo de Vikings, el aro de la caja sonando y los sintetizadores aportando su toque espacial antes de que todo estalle en pedazos. Es Man Alive. No sé si la remisión es posible, ni sí el hombre sobrevivirá, pero éste es un temazo coral. Es difícil que una proclama oral quede tan bien como lo hace la de Man Alive. Conciencia del estado del planeta y la madre naturaleza hecha belleza. Todavía estamos vivos y, mientras hay vida, hay esperanza. Deep Purple lo demuestran con claridad. ¿Y la dirección? And the Address parece algo más soul y bluesy, con toques funky, pero es la misma que llevamos desde el principio. La de genios musicales que nos regalan un instrumental en el que, al principio, parece necesitar la voz, pero que no la echa en falta. Musicazos top ten.
Baila, canta y goza con Dancing in My Sleep, con sus sintetizadores y sus voces con efecto, sus toques funky y su estribillo. Termina así de bien un disco que es un regalo para los oídos, una esperanza para el panorama de las grandes bandas y los que crecimos con ellas; un reto a las fronteras del espacio y el tiempo. Baila en tus sueños y goza en tu vida. Whoosh! te lo pone muy fácil.
Toño Martínez Mendizábal
01 – Throw My Bones
02 – Drop the Weapon
03 – We’re All the Same in the Dark
04 – Nothing at All
05 – No Need to Shout
06 – Step by Step
07 – What the What
08 – The Long Way Round
09 – The Power of the Moon
10 – Remission Possible
11 – Man Alive
12 – And the Address
13 – Dancing in My Sleep
Formación:
Ian Gillan – voz
Steve Morse – guitarras
Roger Glover – bajo
Ian Paice – batería
Don Airey – teclados