“Estamos ante un grandísimo disco instrumental que maneja cada estímulo producido del pulso de una situación atípica, inusual, desconcertante, devastadora y que antes de su desarrollo y posterior golpe dictatorial, se antojaba irreal, para establecer en nuestro cerebro una guía de interpretaciones personales a la carta, un mapa de emociones quizás todavía por aprender a gestionar en nuestro recuerdo con todo el riesgo y la destreza que ello conlleva. ASHA quizás no sea la vacuna, pero si un enorme placebo de musicalidad al límite.”
A estas alturas de año y tras meses de desgaste físico y emocional, todavía colean los latigazos de la pandemia mundial provocada por el Covid – 19. No sólo porque la situación está aún lejos de ser controlada, ni porque la fatiga haga mella en nuestros estados de ánimo y en la perspectiva que teníamos y ahora poseemos de este trance que nos ha tocado lidiar, sino porque sigue teniendo ecos, de una forma u otra, de aquellos intervalos en los que todos nos hemos visto abocados a convivir con el caos y en muchos momentos, haciendo balance, hemos visto como nuestra vida, proyectos e ilusiones se han visto aparcados antes de ser engullidos por una corriente descontrolada que nos hubiera arrastrado al desastre.
Recientemente hemos recibido el nuevo álbum de ASHA, nacido de esta catástrofe y canalizado a través de ella. Kike G Caamaño, es decir, el alma máter de este icónico proyecto con una longevidad más que envidiable para casi una totalidad de músicos patrios, tenía previsto trabajar con varios cantantes para dar rienda suelta a su prolífica creatividad, pero como os comentaba antes, se transformó en otro ejemplo de desaceleración de actividad en comunidad, hecho que le indujo a producir y grabar (¡y de qué manera!) un disco completamente instrumental, en la mejor compañía, la de uno mismo y con un trasfondo tan real como interesante: Sketches From A Lockdown.
Grabado durante el confinamiento este maravilloso plástico no sólo demuestra la versatilidad y técnica de este dotado músico, quien se mueve como pez en el agua fusionando el Prog con el Hard Rock, siempre con un sello personal indeleble y sin renunciar a toda una gama cromática de géneros que subyacen en diferentes estratos a descubrir por nuestros oídos tras multitud de escuchas, sino que da cabida a una fusión de recursos que, como el torbellino de emociones que hemos vivido cada cual a título personal, se implementan magistralmente a la hora de traducir musicalmente la vorágine de sentimientos e intensidades por las que hemos atravesado estas escenas de encierro.
Para redondear esta visión personal de la situación y dar aún una mayor voz a los temas, Kike hace uso de samplers de sonidos de noticias y diálogos de películas, contextualizando más aún si cabe cada capítulo de los ocho que componen esta obra.
Abrimos con sonidos extraídos de las noticias de la BBC News del año noventa y uno con una fresca News of The World, en la que, en primera persona interpreto o vivo el disco de manera unitaria, comenzamos con una energía contagiosa ante lo infrecuente de lo acontecido y que poco a poco se va tornando más mecánica y profusa en giros progresivos, como si fuéramos alienados por el constante flujo de información, retomando su inicio en los últimos compases del tema, pero con una visión más pesada. La información es poder, pero también una dura losa de realidades enfrentadas por la opinión que cuestionan a la mente. Pero aún así nos costaba desengancharnos de la radio (medios en general) y experimentar desde sanos despejes de mente hasta enrevesados teoremas de diferente autoría y propósito, así como decenas de reacciones indescriptibles, desde la euforia a la normalidad sin dejar de caer en el malsano hábito de cuestionar, como atravesarás con Mother Radio, un ejercicio indisciplinado de creatividad donde Kike se despacha a gusto con su multitud de influencias aplicadas a su personalidad intransferible (cuenta con diferentes jingles de radio extraídos de Radio Jingles VIP).
Pero este ingrato mundo, a pesar de la grave e inestable visión de futuro que nos apremiaba en este concreto momento histórico, no se ha apartado de su beligerante comportamiento. No, no ha izado una bandera blanca para resolver conflictos políticos (claro ejemplo en la política de este país) ni habilitar campos neutros en las zonas de guerra, lo que es fácilmente visible en la más tosca y metalera (no sé por qué me vienen a la mente unos MEGADETH menos Thrash pero igual de catastrofistas) State Of War, cuya aura agresiva galopa a diferentes ritmos, pero con una contundencia rotunda. Cuenta con sonidos extraídos del discurso del presidente Roosevelt el 8 de diciembre de 1941, cuando se declara la Guerra a Japón el día después del ataque a Pearl Harbour. (War Archives: British Pathé`s Story)
Somewhere In Kansas, sencillo elegido como presentación, con su compás y verbo jazzístico, cuenta con interlocuciones del film Kansas City Confidential, un clásico del cine negro americano de 1951, donde la rítmica camina de forma elegante y entrecortada, muy sobria junto a la sección rítmica y en la que la guitarra solista desafía su escenografía con una contenciosa mezcolanza de melodías hipnóticas de carácter indeterminado y estallidos viscerales al más puro estilo BETTENCOURT y HALEN (Descanse en Paz maestro). Un reflejo de las diferentes opciones distractorias a las que nos ha tocado abandonar nuestra salud mental.
Hemos tenido momentos de soledad duros y dudas existenciales por doquier, y, como es normal, las fricciones en caso de convivencia con otro ser querido, véase amigos, familia o pareja, en algún momento han sufrido erosiones, algunas con finales irreversibles y otras con altibajos amén de aquellos y aquellas suertudos y suertudas que han visto reforzados sus vínculos. Las melodías agradables llegan de la mano de dos temas indispensables, con reacciones más cómodas en íntimas como en Erotic Fantasy (que bien le sienta a trazos ese ritmo latino perfectamente camuflado tras la expresiva guitarra SATRIANI/VAI) con breves intervenciones de la película de 1931 Behind Office Doors , dirigida por Melville W. Brown, basada en la novela de Alan Schultz de1929, Private Secretary, o la más temperamental, como cualquier relación con sangre pasional, Seductive Nostalgia (con diálogos de la película de 1941, Meet John Doe ,una comedia dramática americana dirigida y producida por Frank Capra, escrita por Robert Riskin, y protagonizada por Gary Cooper y Barbara Stanwyck).
Pero sea como fuere, hemos tenido que relativizar con lo místico frente a lo mundano, hecho lógico al divisar como hermanos congéneres iban cayendo ante un enemigo invisible, valorando los logros de nuestra estirpe, apelando a nuestro afán de superación y ahí es donde entra en juego The Gemini Project. Contando con sonidos extraídos de los archivos de la Nasa, concretamente cuando en diciembre de 1965 la tripulación del Gemini 6 y 7 habían completado la primera misión entre dos naves. Poco después, ambas se separaron y se estableció la conversación, entrelazada a este devenir a la DREAM THEATER de carácter épico y ciertamente dramático, entre Walter M. “Wally” Schirra y Thomas P. Stafford del Gemini 6, Frank Borman y James A. Lovell del Gemini 7 junto a Elliott M.
Para finalizar toda esta amalgama de interpretaciones sensoriales con un impredecible y a la vez incontestable señor Caamaño, cuya maestría compositiva e interpretativa roza la matrícula de honor, escuchamos la relajante y balsámica Sketches From A Lockdown. Un epílogo que goza de la magia del ensueño y que nos hace viajar lejos, muy lejos de una cruda realidad que aún se mantiene impasible.
Estamos ante un grandísimo disco instrumental que maneja cada estímulo producido del pulso de una situación atípica, inusual, desconcertante, devastadora y que antes de su desarrollo y posterior golpe dictatorial, se antojaba irreal, para establecer en nuestro cerebro una guía de interpretaciones personales a la carta, un mapa de emociones quizás todavía por aprender a gestionar en nuestro recuerdo con todo el riesgo y la destreza que ello conlleva. ASHA quizás no sea la vacuna, pero si un enorme placebo de musicalidad al límite.
Jesús Alijo «Lux»