El
arte (Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.)
de la
ilusión
(Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.)
En pasado, presente y futuro, ¡Cuánta belleza, cuánta mitología y cuánta treta encerradas tras estas cinco palabras (tres en inglés: Art Of Illusion)!
¿Qué hemos de esperar de la alianza de Anders Rydholm (GRAND ILLUSION) y de Lars Säfsund (WORK OF ART) bajo tamaño apelativo?
Evidentemente, pericia a la hora de seleccionar a su cohorte de músicos e invitados: Guitarras solistas como las de Jay Graydon (AIRPLAY, PLANET 3), Muris Varajic, Kristian Larsen, Pelle Holmberg (LaGaylia Frazier) y Daniel Rydholm (hijo de Anders). Sumamos a Frank “Fallan” Nilsson, renombrado batería, que completa la visión rítmica (bajo y guitarra) del propio Anders y el corista Per Svensson (THE KINGDOM OF EVOL) para cubrir cualquier hueco que pudiera escapar a las extenuantes inhalaciones y exhalaciones del protagonista al micrófono, Lars.
Del segundo no me cabía duda de que alcanzaría cotas elevadísimas de calidad vocal. Tal es su esfuerzo, que no titubeo en afirmar que ha sellado sus mejores interpretaciones desde su irrupción en la escena en 2008, adaptando a cada track todos y cada uno de sus registros conocidos en planos principales, secundarios y ornamentales, actuando desde la dulzura Disney hasta el amargor operístico, pasando por el rol de “frontman” de banda AOR y hasta sacando de la chistera nuevos acometidos a los que sacar rédito.
Del primero aguardaba su talento siempre impregnado de esencia de musa para escribir grandes canciones. Y es que se le puede exigir y reclamar gloria al que he considerado desde que lo descubrí azarosamente, uno de los grandes compositores suecos melódicos. Bien sea con los desafiantes y altamente infravalorados GRAND ILLUSION, tanto como en sus participaciones para otros ilustres, véase el ejemplo de OVERLAND, sin pasar por alto el reconocimiento de su puesto lectivo en Producción Musical en la universidad Linnaeus, en Vaxjo, Suecia. Llegados a este punto, ¿cumple mis expectativas su labor? Pues sí y no:
Sí, porque innegablemente estamos ante un conjunto de canciones que tendrán difícil sombra en su estilo a lo largo del año y durante tiempo más allá. Canciones que ofrecen diversidad cuando el sendero parece a languidecer, aromas de tiempos mejores que alinean la raíz y trucos de prestidigitación que, aunque manidos, asombran por su oportunismo.
No, porque quizás por la contribución de Lars como teclista ocasional, o por la benevolencia a la hora de igualar la balanza y hacer justicia al estandarte que comparten, se cede excesivo espacio al sonido WORK OF ART, creando de esta manera cierto desajuste frente a los irrefutables ejemplos de cualitativa elasticidad sonora que llegan a exhibir. De esta forma, aunque existe un sólido engarzamiento de gloriosas referencias coronando un bastón de envidiable linaje y que rápidamente engalana los salones de nuestra alma, también es cierto que en severas ocasiones este se acaba arrinconando intencionadamente, ensombreciendo cierta memoria en pro del ilusionismo, que no de la ilusión, cuando se pretende gestar con mayor prominencia el baile de opulencia de una de las dos escuderías enlazadas.
Exprimir la fórmula WOA no debiera resultar dañino, pero en este caso sí me parece ligeramente abrasivo por dos motivos:
El primero es que, para sonar a ellos, ¡ya están ellos! Inclusive cuando a la banda sueca, dentro de su extendido reino, se le atajan los caminos de sus evidentes influencias.
El segundo es que esta era una gran oportunidad, y gracias a los dioses de que en un elevado porcentaje cumplen, de combatir contra el extendido dogma no falto de evidencias que muchos seguidores proclaman y que les hace abandonar en la cruzada a antiguos e indispensables camaradas por el agotamiento que les produce “la enésima copia de…” o el “todo me suena igual”. Aunque también es cierto que podrían haber prescindido, totalmente y para sorpresa general, de ese acento permanente en el sonido sueco melódico dictado como cátedra por los aventajados de Frontiers.
No obstante, y por méritos propios, salen airosos y radiantes, jactándose de las triquiñuelas impresivas de lanzar al aire una moneda de tres caras acuñada en su cabaret ambulante:
Cara I, la enérgica y desconcertante sonrisa del caballero:
La inicial Wild And Free, la sexta Go y la penúltima Rampant Wildfire (exultante Lars en sus agudos al más puro estilo Goran Edman), todas especiadas con esa característica épica a la “Grand Illusion” en su estribillo, en los ambientes de teclados que WOA no mancilla y en sus poderosos solos.
Cara II, la orgullosa mirada del rey a coronar:
Run, donde cabalgamos por el sendero TOTO de forma natural, sin ofensas por la fragancia WOA, pero que a partir de los dos minutos y treinta y dos segundos toma mayor dimensión sobre sí misma consiguiendo conquistar unos coros dignos de los mejores momentos de los de Lukather y su guitarra, así como ciertos ecos de Dan Huff y aquellos míticos GIANT.
La sencillez y belleza de 4 AM, emotiva balada magistralmente mecida por un trasfondo de cálido Westcoast a través de la Slide guitar de una colaboración que me guardaba bajo la manga, la de Tony Paoletta. Necesaria y más cuando uno se topa con cierta magia WINGER si se aprende a comprender los susurros de los vientos lejanos.
Snakebite Charm y su juguetona estrofa de hadas junto a Catch Me If You Can con otra estrofa llena de la magia ancestral AOR, son los tragos con mayor sabor a vino dulce de los trabajos del arte, eso sí, con acertados y precisos incisos netamente Rydholm. Agradables, mucho, pero ya silbados en el antes.
Race Against Time cierra el álbum como si levitáramos en un placentero sopor del que nunca debiéramos despertar. Pura belleza desnudada con piano, un hermoso telón de cello, un solo de guitarra prístino y la encomiable labor principal/coral de un Lars más pastoral, todo ello sinérgicamente esculpido con forma de la llave maestra de la ciudad de los sueños
Cara III, el consejo de los sabios:
El eje central de su finalidad, la promesa de su nombramiento y el arraigo de sus intenciones de pausar lo mundano se reúnen principalmente con la escolanía de la casa Robby Valentine que, como aval, salvando las distancias comprensibles, proviene de las voces airadas de la madre reina (QUEEN). De ahí hallan profundidad en adulación a un sinfonismo sin aforar pero que bien podría venir de las tierras ROYAL HUNT y un dramatismo creativo que, salvo en las danzarinas, operísticas y exclusivas Waltz For The Movies y A Culinary Detour, no escarba furiosamente como para romper totalmente el molde de la comercialidad.
Aquí nacen los dos temas más pretenciosos y a la vez los más interesantes del redondo al hermandar completamente arte e ilusión: el single electo como presentación, My Loveless Lullaby (perfección al servicio de la música) y Let The Games Beguin (digna sucesora de la dinastía de la anterior y más barroca en su instrumentación central).
Conclusión:
Si mis “peros” expuestos en esta reseña son todo lo que ha de disuadirte para disfrutar de principio a fin este X Marks The Spot de ART OF ILLUSION, he de llamarte pusilánime, pues no es más juicioso ante semejante talento desplegado en estas doce canciones quien apuesta sobre seguro que quien se aventura en lo ilusorio, si bien es cierto que antes camina quien se desteta que quien yace en los cálidos brazos de la comodidad. Como presentación de un futuro monarca roza el sobresaliente, ahora solo queda que enmudezca por completo a su pueblo en los años venideros.
RATE/NOTA: 8,8/10
Jesús Alijo «LUX»