STARBREAKER – Dysphoria (2019) review

La disforia se caracteriza generalmente como una emoción desagradable o molesta, como la tristeza (estado de ánimo depresivo), ansiedad, irritabilidad o inquietud. Es el opuesto etimológico de la euforia.

Y para ser totalmente honesto me ha embargado, abandonando dramatismos innecesarios, parte del significado de la palabra con la que la banda plurinacional ha decidido denominar su tercer lanzamiento discográfico, quizás por enfrentarme a unas ilusiones retro alimentadas por la solidez de los álbumes previos.

Hagamos un poco de memoria:
El primer esfuerzo discográfico (homónimo – 2005) fruto de la unión del excelso guitarrista Magnus Karlsson (FREEFALL, PRIMAL FEAR, ALLEN/LANDE…), el divino Tony Harnell a las voces (TNT), el espectacular batería John Macaluso (ARK, RIOT, YNGWIE, SPREAD EAGLE…) y el más que solvente bajista Fabrizio Grossi (BULLDOZER, SUPERSONIC BLUES MACHINE), resultó ser un vigorizante centrifugado de gangas compositivas en unas inesperadas rebajas de boutique de renombre, lavadas con un detergente instrumental prohibitivo en un programa previamente desconocido. Al recoger la colada, con asombro, uno se encontró con que todas las prendas se habían teñido con el color predominante, mejorando la sensación inicial de la compra pues ahora tenían una personalidad acentuada y un atractivo añadido: pocas cosas existían semejantes.

En 2008 y tras el impacto inicial, presentaron nueva colección en la que las variables habían mutado. Jonni Lightfoot (AIR SUPPLY, solo) pasó a comandar el tendedero de cuerda gruesa y los nuevos diseños de la marca STARBREAKER ahora comprendían su posición en un mercado actualizado. Love´s Dying Wish en 2008, embarcaba a sus creadores en una aventura empresarial aún sin corromper y tremendamente excitante, fusionando un Modern Rock de acuñación auto adulterada con el Melodic Rock de sus precedentes, ligeros desplazamientos góticos y abalorios instrumentales de brillo comedido. Todo en una selección de atuendos irresistibles que hipnotizaban tanto al transeúnte de tendencia como al bolsillo del comprador con ascendencia. Maravilloso.

Once años después retornan con otro cambio en su sociedad, recayendo las baquetas en Anders Köllerfors para este Dysphoria y retomando mi exposición de sentimientos habilitados a colación del título del álbum, me explico ante ustedes:
Desazón personal, como os decía, me ha invadido, mermando para unos y agudizando para otros mi sentido crítico de la obra, porque aunque es un disco que, ROTUNDAMENTE AFIRMO, está realmente bien, con grandes canciones y ejecuciones impresionantes, PERO que a mí no ha llegado a alcanzarme por completo, así como estoy seguro de que lo hará con un gran número de seguidores.

Y este “pero” tiene un “porqué”:
Magnus Karlsson se ha erigido como accionista mayoritario del emporio STARBREAKER, metalizando su propuesta, lo cual ¡cómo iba a ser malo! Pero en ese proceso se ha perdido la frescura de la banda, esa que los distanciaba de centenares de agrupaciones con pedigrí, vulgarizando ciertos tramos en pasajes que impiden su recolocación en terrenos evolutivos y que desploman sus intenciones frente al avasallador concepto FRONTIERS/ALLEN LANDE/”melodía épico sensible “made in” MK”, concepto que he de añadir ya satura en demasía. No obstante y al estar bien camuflado entre los membretes distintivos de un Harnell pletórico, ciertas referencias pretéritas de su carrera, algunos temas de gancho asegurado y un trabajo instrumental fantástico, todo cuela sin atragantarse, es más, hasta con disfrute, pero la disyuntiva subyace si no anulamos el espíritu censor.

Metal melódico de etiqueta STRYPER/PRETTY MAIDS, sugerente y provocador en Pure Evil para abrir boca y desconcertar al más pintado. Más metal melódico, pero de chaqueta de cuero sintético, esa que cumple pero no engaña en Dysphoria o Fire Away.
Adaptaciones de su propósito prematuro diluido parcialmente en basicidad Magnuss. Retales fiables, vistosos y que entallan de forma convincente, cuya única culpa es haber sido tejidos en cadena: Wild Butterflies y Last December.
Imponentes desfiles en los que, para mí, son las mejores piezas expuestas entre fríos maniquíes: Bright Star Blind Me (intensidad superlativa a pesar de llevar el sello común de Karlsson) y el corte TNT, obscenamente añorado, y confeccionado por un vocalista en plena revancha: How Many More Goodbyes (medio tiempo de gala), Beautiful One (balada de seda y encajes), My Heart Belongs To You (joya de quilates prestada para el evento).
Starbreaker, “cover” de Judas Priest, cierra este capítulo de forma tan desconcertante como lo inauguraba su comienzo, con lo que parece un descarte de los rellenos de JORN y donde aisladamente Harnell se desluce. Supongo que había que rellenar minutos.

La polémica está servida pues estamos ante un buen disco que dividirá las opiniones y enfrentará más que nunca las posiciones en esto del mundo melódico, ya que, si hay hambre, se disfruta de igual manera de la “fast food” como de la “nouveau cousine”, la cuestión es: ¿ultrajaremos nuestras convicciones antes de desfallecer? ¿Picaremos entre horas para saciar la escasez de lo selecto?

Jesús Alijo «Lux»