Con casi veinte años a sus espaldas, la banda del ex-Carcass y Arch Enemy Michael Amott tiene ya su noveno disco (contando EPs) camino de las tiendas de discos. “Earth Blues”, a la venta a partir del 15 de abril, cuenta con lo que, más o menos, podemos esperar de este quinteto de stoner, metal, rock clásico, psicodélico, y unas cuantas etiquetas que todavía caben en la batidora de la que sale esta combinación explosiva.
Desde la apertura, con “Wise As A Serpent”, los riffs poderosos dominan las atmósferas de años setenta. Alejándose un poco de la pesadez tan característica del stoner, y en ese sentido algo más ligero que álbumes como “Return to Zero”, tema tras tema, los Spiritual Beggars nos traen cañonazos que podrían haber firmado bandas como Uriah Heep o Deep Purple.
Cada canción es clásica y original al mismo tiempo. El in crescendo de “Sweet Magic Pain”, piano incluido, tiene a muchos de los grandes al otro lado del espejo, y nos muestran además a ese excelente gritador que es Apollo Papathanasio. “One Man’s Curse” tiene un groove y un estribillo que la ponen entre las mejores del álbum. El hammond que da comienzo a “Kingmaker” nos deja una composición que podrían haber firmado los propios Uriah Heep. “Too Old to Die Young” pasa de cien a cero y de cero a cien en seis minutos en los que podemos encontrarnos prácticamente de todo, entre lo que destacan bongos, teclados y cambios de intensidad.
Y la joya de la corona (en la siguiente escucha podría ser otra), a mitad del álbum, “Dreamer”, es una acumulación de aciertos a todos los niveles, con sonidos atmosféricos que dan a parar con un final a toda hostia y un trabajo vocal propio de los grandes.
La producción, por otro lado, ensalzan los perfectos arreglos y la gran labor de cada uno de los músicos que ha participado en el álbum. Cosa difícil cuando tienes tantos instrumentos dando caña sin parar (casi) ni un instante.
En estos géneros musicales, puede resultar complicado crear 50 minutos de música que no cansen antes de la media hora. Sin embargo, Amott y los suyos se han marcado doce temas con personalidad propia, muy poco relleno, y con muchísimo colorido (tanto como la preciosa portada, tan setentera que parece que estemos ante la “remastered edition” de algún clásico de hace cuarenta años).
Se podría mencionar cada canción y decir de todas más o menos lo mismo. Se podría resumir en “gran voz, grandes riffs, gran sonido, grandes músicos, gran composición”. Lo mejor es que cada uno juzgue por sí mismo a partir del 15 de abril. Defraudará a pocos.
Desde la apertura, con “Wise As A Serpent”, los riffs poderosos dominan las atmósferas de años setenta. Alejándose un poco de la pesadez tan característica del stoner, y en ese sentido algo más ligero que álbumes como “Return to Zero”, tema tras tema, los Spiritual Beggars nos traen cañonazos que podrían haber firmado bandas como Uriah Heep o Deep Purple.
Cada canción es clásica y original al mismo tiempo. El in crescendo de “Sweet Magic Pain”, piano incluido, tiene a muchos de los grandes al otro lado del espejo, y nos muestran además a ese excelente gritador que es Apollo Papathanasio. “One Man’s Curse” tiene un groove y un estribillo que la ponen entre las mejores del álbum. El hammond que da comienzo a “Kingmaker” nos deja una composición que podrían haber firmado los propios Uriah Heep. “Too Old to Die Young” pasa de cien a cero y de cero a cien en seis minutos en los que podemos encontrarnos prácticamente de todo, entre lo que destacan bongos, teclados y cambios de intensidad.
Y la joya de la corona (en la siguiente escucha podría ser otra), a mitad del álbum, “Dreamer”, es una acumulación de aciertos a todos los niveles, con sonidos atmosféricos que dan a parar con un final a toda hostia y un trabajo vocal propio de los grandes.
La producción, por otro lado, ensalzan los perfectos arreglos y la gran labor de cada uno de los músicos que ha participado en el álbum. Cosa difícil cuando tienes tantos instrumentos dando caña sin parar (casi) ni un instante.
En estos géneros musicales, puede resultar complicado crear 50 minutos de música que no cansen antes de la media hora. Sin embargo, Amott y los suyos se han marcado doce temas con personalidad propia, muy poco relleno, y con muchísimo colorido (tanto como la preciosa portada, tan setentera que parece que estemos ante la “remastered edition” de algún clásico de hace cuarenta años).
Se podría mencionar cada canción y decir de todas más o menos lo mismo. Se podría resumir en “gran voz, grandes riffs, gran sonido, grandes músicos, gran composición”. Lo mejor es que cada uno juzgue por sí mismo a partir del 15 de abril. Defraudará a pocos.
Julen Figueras
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