SPACE ELEVATOR- II (2018)

Cuanto más alto apuntes, más difícil es estrellarse. Para conseguir cruzar la atmósfera y convertirse en estrella, el primer paso es creer que volar es posible. Lo que recorre las venas de Space Elevator no es tanto un delirio de grandeza como la ambición realista por erigirse en una de las bandas grandes del nuevo rock pomposo. Una empresa complicada de la que, sea cual sea el resultado, salimos ganando: en el ecosistema de bandas que llevan la melodía por brújula, incluso las obras del montón tienen siempre jugo que exprimir.

Tras un primer álbum que, sin ser 100% satisfactorio, apuntaba muchas maneras, Space Elevator han sacado un segundo álbum que…bueno, tampoco es 100% satisfactorio, pero que vuelve a apuntar en la buena dirección. ¿Es suficiente? Quizá no en 2018, cuando los combates discográficos tienen que terminarse por KO en el primer asalto. Por suerte para la banda, nuestro menguante público envejecido hace las cosas a la vieja usanza, mastica bien la música y no se deja llevar por las primeras impresiones ni por la inmediatez. Algunos incluso compran discos. Y éste, llamado escuetamente “II”, acumula muchos aciertos que hay que ir descubriendo con paciencia y dedicación.

¿En qué aciertan? En poner el foco en las melodías, abundantes y a veces superpuestas, dejándose en brazos de la comercialidad pero sin caer en trucos ramplones. Aunque el viejo amigo de la realeza rockera Neil Murray ya no está en sus filas, los ecos de Queen se escuchan por doquier. No en los puntos más obvios en los que la mayoría de bandas recalan (falsettos, guitarras armonizadas, coros bombásticos), sino en un gusto por las líneas de bajo imaginativas, los riffs ratoneros pero melódicos, y algunas progresiones de acordes, como la de “Queen for a day”, que parecen salidas de las sesiones de grabación de “News of the World”.

Los parecidos son poco casuales. Además del pedigrí que añadió el bajista de Brian May antes de dejar la banda, el guitarrista David Young ha interpretado las canciones de Queen durante años en el musical We will rock you, y se conoce todo cuanto hace falta del particular estilo de la Red Special (atención a ese solo en “After all this time”, por ejemplo). Por otro lado, el carisma de The Duchess añade un título nobiliario (el de duquesa) para que el parentesco y el paralelismo se haga más evidente.

Después, en lo que verdaderamente importa, las canciones hablan por sí solas. Hay en la música de Space Elevator glamour, pompa, algo de mala leche y una tendencia hacia lo espectacular: no es difícil de imaginar lo bien que funcionarán en directo “Take the pain” o “Crazies (take me home)”, que casan perfectamente con medios tiempos como “The one that got away” o “lucky girl”.

Y, si todo eso lo hacen tan bien, ¿en qué fallan? Difícil de decir. Habrá quien considere que a los temas les falta algo de punch, que a la banda le falta un plus de ambición, o que ese punto indeterminado entre el homenaje y el producto original no lo han sabido alcanzar. Puede que todo ello sea cierto. Un poco como le ocurriera a Cats in Space, todos los elementos están en su sitio, y los músicos son de primer nivel, pero al resultado final parece faltarle un corazón que palpite más fuerte, algo que nos mueva de nuestro asiento. Encontrar, al fin y al cabo, el sonido que esas bandas clásicas (a las que emulan bien) habrían inventado hoy.
Porque, no nos engañemos, estos tiempos no son aquéllos, y el rock setentero que Space Elevator practican no mueve masas. Por eso, ni unos buenos temas como los que hay en este disco, ni una imagen contundente ni una persistencia a prueba balas garantizan el éxito. A esta fiesta del rock no vienen más que cuatro puretas, pero da igual: quienes estamos al otro lado del auricular nos divertiremos igualmente.