NEIL PEART – Homenaje a «The Professor»

Escribo estas líneas como pequeño homenaje a Neil Peart y lo hago sin pensarlo largo y tendido, sino dejando que fluya lo que me viene a la cabeza, así que pido disculpas a todo aquel que dedique su tiempo a leer este deslavazado panegírico: Si algo me han enseñado las horas y días posteriores a la demoledora y dolorosa noticia de la muerte de Neil Peart, es que la indeleble huella emocional que deja en muchas personas trasciende el “simple” concepto musical. Y no estoy hablando de la lógica conmoción de sus compañeros músicos, aquellos con los giró, aquellos a los que influyó y aquellos con los que además trabó amistad personal. Hablo desde la perspectiva de los que somos fans, lloramos amarga e inconsolablemente su inesperado fallecimiento y sentimos una infinita gratitud por todo lo que ha aportado a nuestras vidas con su obra.

A la maestría de Peart con las baquetas (con su constante búsqueda de nuevos conocimientos, conjugando milimétrica precisión y corazón en un tipo de rock que puede caer con facilidad en la frialdad técnica) se sumaban las letras que firmaba, que se salían de la tónica habitual y que al principio le costaron la burla y el menosprecio de la crítica más rancia y prepotente. Poco importaba a los fans, para nosotros son algo esencial e invaluable. Leyendo los mensajes de gratitud de todos aquellos que amamos a Rush por encima del bien y del mal y, todo sea dicho, de manera tan pasional que a veces entra en la irracionalidad con la que el corazón desplaza a la lógica, uno no puede sentirse más identificado y arropado, encontrando una comprensión y consuelo que incluso dentro de nuestro pequeño mundo se antojan esquivos.
La pluma de Peart nos ha ayudado en tiempos tanto oscuros como luminosos y ha sido nuestro refugio muchas veces. Consigue hacer volar nuestra imaginación con historias fantásticas, hacer que nos mostremos indomables ante la injusticia aunque no encajemos en la “normalidad”; darnos cuenta que, seamos lo que seamos, todo acaba marchitándose y no hay motivo para envidiar dones ajenos; plantearnos que siempre queda algo por lo que luchar y no hay rendición poética sino que a veces es preciso renacer sobre nuestras cenizas. Todo con el mérito de no buscar imponer su visión, sino hacernos pensar.

Escuchar estos días los discos de Rush puede ser una experiencia difícil y, para quien está juntando estas letras, se perciben de manera diferente. Deja un poso de amargura acabar un disco o directamente la cruda realidad te golpea con algunas de sus certeras frases (imposible que el arranque de “Afterimage” no lo haga con dureza), haciéndote ser demasiado consciente de que ya no volveremos a descubrir nuevas experiencias con sus relatos. Ni que decir tiene que volver a poner algún concierto será el paso definitivo a la aceptación de la realidad y nos traerá el recuerdo de poder haberle visto en alguna de sus últimas giras mientras disfrutábamos con todos los asistentes emulando a The Professor con nuestras imaginarias baterías…

Peart ha sido fiel a su forma de ser hasta el final y nos ha dejado de la misma manera en que le gustaba vivir, alejado de los focos fuera del escenario, siempre celoso de su intimidad y, aunque agradecido, también receloso de los halagos. Basta recordar este comentario en una entrevista cuando le decían que había gente sorprendida de que siguiera tomando lecciones de batería ya que se le consideraba un Maestro. Él respondía: “What is a master but a master student? And if that’s true, then there’s a responsibility on you to keep getting better and to explore avenues of your profession”.

Albytor