WIG WAM, anota este “come back” para este año.
Much@s ya los conocéis pues cuatro fueron sus discos antes de su separación y entre los que brillaba sobremanera su debut 667 The Neighbour Of The Beast del 2004, o con otro orden de temas y algún leve añadido más en 2005 rebautizado como Hard To Be A Rock´n Roller.
Su nacimiento no fue casual ya que el currículum de sus miembros cubría bandas del pelaje de DREAM POLICE, ARTCH, SHA-BOOM, ALIEN u OLE EVENRUDE. Su posterior crecimiento tampoco fue fruto del azar, ya que contaron con elevadas posiciones durante las galas que se prolongaron hasta la final para representar a su Noruega natal en Eurovisión, donde finalmente cayeron en un tercer puesto que les apartó de un posible foco mediático mayor, pero ellos ya habían asomado la cabeza, habían cortejado a la sociedad y posteriormente agasajaron a esta con un más que completo primer alumbramiento, manteniendo su nombre hasta su separación en 2014.
Regresan en 2019 para preparar una serie de shows en vivo en 2020 (evidentemente con la que nos ha caído han sabido aprovechar el tiempo en formato LP), no sin que dos de sus miembros más visibles dejaran por el camino otros incentivos musicales de necesario interés como por ejemplo la ópera metálica, que tuvo incluso su representación teatral, Dracula – Swing Of Death, compuesta por su talentoso guitarrista Trond Holter en compañía de Jorn Lande, o los trabajos “glammie – melódicos” de su vocalista Åge Sten Nilsen´s Ammunition junto a su carrera en solitario.
Bajo el título Never Say Die y a modo de grito de batalla, los noruegos regresan con su formación inalterable y con un disco que refrenda su aseveración con hechos y no palabras. Un notable ejercicio de Hard Rock rejuvenecido y recomendable al cien por cien.
The Second Crusade, deja claro con semejante apelativo que en su regreso quieren hacer rodar cabezas. Es una inquietante introducción, medio épico-arábiga, medio gélido-mística que enlaza directamente con líneas de coros que forman parte del tema homónimo que le prosigue, arrebatándote el hálito por su potencia instrumental y su poderoso gancho de estribillo.
Tensan la cuerda para mantenernos inmóviles ante su ritual y con la poderosa Hypnoticed consiguen concentrar riffs clásicos con otros que podrían hasta considerarse Stoner, y es que la bajada de afinación en las guitarras le ha dado al combo un plus de contundencia que hace que resalten aun más los inmejorables estribillos que han firmado en esta referencia. No es fruto del azar, tres de tres, seguidas y a ese nivel porque se les suma una salvaje Shadows Of Eternity.
Para no desconcentrar a nadie e intentar expresaros el soplamocos que te propinan en este disco, imaginemos una producción a la ECLIPSE en su vertiente más Hard/Heavy, la de sus últimos discos, mezclada con la densidad que usaron los WHITESNAKE de Good To Be Bad (escucha Hard Love) y combinémoslo con un excelente vocalista melódico pero rabioso a la par (sobresaliente en sus labores Åge). Infranqueables sus posiciones con una sólida sección rítmica que deja camino libre para que Trond demuestre, una vez más, bien sea con picadas, fugas, escalas arriba/abajo, velocidad y “feeling” lo gran guitarrista que es. ¡Ah! Y arreglos sin sobrecargar pero que amplían la temática de cada canción como la pseudo Country-rockera Kilimanjaro que me recuerda a la personalidad de GORKY PARK.
Where Does It Hurt, Dirty Little Secret y Call Of The Wild poseen cierta oscuridad GEORGE LYNCH quedando perfectamente adoptada entre los jugosos senos melódicos de los estribillos receta de la casa.
Northbound es una siempre agradecida pieza instrumental de mano de Holter, naturalmente ambientada y que, para los que tenemos en estima su manejo de las cuerdas, nos resulta tan placenteramente refrigerante como su nombre nos indica, eso sí, aún miro por la espalda, la sombra de Drácula es alargada.
En el aspecto más netamente melódico, más orientado a la balada o al medio tiempo, para completar este gran disco tenemos por un lado la GOTTHARD My Kaleidoscope Ark, sencillamente emocionante y una más desangelada y “Beatlemaníaca” Silver Lining a la que no veo para cerrar el disco tras tanto manjar, me resulta un “shot” algo amargo para coronar semejante banquete, pero en honor a la verdad, he de decir que acaba dejando un grato sabor de boca con el extenso solo final de una guitarra furiosa.
WIG WAM retornan por la puerta grande modernizando y endureciendo su sonido sin olvidar que pudieron reinar en el cortijo de la melodía perenne, virtudes que en este quinto Never Say Die les otorgan no solo un voto de credibilidad elevado, sino la certificación de que estamos ante su mejor álbum.
RATE/NOTA: 8,6/10
Jesús Alijo «LUX»