“Muchos son los llamados y pocos los escogidos”. Mateo 20:14
2018 ha supuesto el renacer de la fe que, allá por 1986 infundieron en mí, con la liturgia de reunir mis primeras pagas a la temprana edad de ocho años, y su posterior materialización en compra de mi primera casette original, los llamativos STRYPER. Sí, los de barras negras y amarillas, más maquillaje que mis tías en su fase “movida madrileña” y laca como para dejar petrificado al diablo más furibundo. La llamativa portada que no era otra que una foto de ellos, diferente al artwork original, y su título, To Hell With The Devil, que en mi escaso inglés por aquella época sonaba “hiper macarra”, hicieron que me abalanzase sobre ella por encima de cientos de referencias, muchas de las cuales ya escuchadas, en aquel inolvidable mural Heavy que exhibía Música y Deportes, en una de las arterias céntricas de paseo obligado de mi ciudad natal.
Su sonido heavy de estridentes guitarras, endulzado con sus baladas revienta charts y la poderosa sección coral, les convirtieron en un referente para mí, unidos a la sección de clásicos del rollo.
Con el irrefrenable paso del tiempo, se convirtieron en exóticos. Esto sucedió de la mano de la comprensión adecuada, su temática cristiana, que distaba de los cánones más explícitos de otras bandas típicas del estilo y de la predisposición generalizada de los ajenos del movimiento, que tildaban de satánico todo lo que emanaba de la escena metalera de los ochenta. Profanos. Incultos. Estigmatizadores.
Ya la historia, con sus vaivenes personales respecto a sus propios principios, y, como a muchos en la dificultad de la vida, pudo mostrarnos sus más y sus menos con sus creencias hasta el día de hoy, que, asentados como los herederos de la palabra del Señor en esto del Heavy Metal, ejercen de profetas absolutos a través de su púlpito de decibelios.
Los que les veneramos, siempre hemos temido que la evolución nunca nos dejara volver a sentir la esencia de su sonido primigenio, en genuflexión devota hacia la predicación más contemporánea de proporciones mundanas, revestidas en las luces y sombras de estos tiempos locos. Pero paso a paso, disco a disco parecían encontrarse, hasta este God Damn Devil.
Sin exorcizar su genio evolutivo, han hallado el camino para reverdecer sus sagrados inicios con la perspectiva del presente, facturando un disco realmente bueno y que puede sumarse perfectamente a su lista de imprescindibles. Temas en su mayoría redondos con todo lo que uno busca en ellos para convertir agua en vino: La todopoderosa garganta de Michael Sweet, coros de comunidad corpulenta y estribillos redentores. Los duelos de guitarras afiladas del moreno de los “Dulce” frente a Oz Fox, con sus ritmos galopantes definitorios. La batería demoledora e inquieta de Robert Sweet, y una omnipresencia (¿reivindicativa?) de Perry Richardson (FIREHOUSE), el sustituto al querido Tim Gaines, al bajo, tras la polémica salida de éste, alimentada por ambos lados. A esto hay que sumar una producción totalmente orgánica, de vieja escuela, con cada cosa en su sitio, despertando la nostalgia.
«En paciencia poseeréis vuestras Almas». Lucas 21:19-29
Contemplan y respetan nuevos ídolos con los pies en el umbral de su templo, renovando votos tanto con los más escépticos como con los devotos apasionados. Sorry con su firme dinamismo y contundencia deja espacio para un estribillo rabioso y melódico, supremo.
You Don´t Even Know Me, con aura más oscura y de recursos modernos, queda poseída por el espíritu de la banda en sus firmas interpretativas presenciales.
Own up, semilla de iluminación alternativa, cierta cadencia Funk pesada y disfrute de baquetas para Robert Sweet (cascabel incluido), un tema atípico pero realmente disfrutable. Estribillo muy en la onda del Hard Rock americano de nuevo cuño que en instantes nos hará quedar prendados de él.
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida” Proverbios / Salomón 4.23
Temas con el mayor amoldamiento posible a sus versículos pretéritos y adecuación a nuevos adeptos: Lost (Heavy metal puro y manual de como romper cristales con agudos divinos). God Damn Evil (Hard rock directo de su Against The Law, donde el inicio del solo me recuerda sobremanera a los compases iniciales de Free, temazo de mi primera cinta sin surcos de vinilo en TDK).
Beautiful formula su visión Hard Rock melódica, dosis necesaria en sus primeros lanzamientos para abordar el gusto de toda la comunidad. Quizás le falte el brillo del pasado, pero mantiene su revelación actualizada.
Can´t Live Without Your Love que sin tanta pomposidad como antaño, añade, en clave de balada, el sentimiento más que necesario para confraternizar con la plegaria que promulgan, el AMOR por y entre todas las cosas.
“Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”. Santiago 2:17
The Valley de sotana Sabbath, Sea Of Thieves y The Devil Doesn´t Live Here (salvaje final de colérico metal), con alzacuellos de primera comunión JUDAS PRIEST, saldando la deuda con los clásicos en sus estrofas y sometidas al bautismo STRYPER en sus ceremoniosos estribillos y maná compositivo.
«El que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra». Juan 8, 7
Take It To The Cross quiso sorprender como adelanto para el horror generalizado de los fieles al cuarteto. Un tema sobradamente Heavy que en su estribillo, mezcla las voces guturales (efectivamente has leído bien, esta es la reseña de STRYPER) de Matt Bachand (guitarrista y coros de SHADOWS FALL, bajista de ACT OF DEFIANCE) con las de Michael Sweet en agudos de agresividad fulgurante. A mí me gustó, máxime cuando me recordó a los FIGHT de Rob Halford tras su departura de JUDAS PRIEST, pero entiendo que en su brusquedad, asustara a más de uno. Gana con las escuchas y establece una realidad paralela si STRYPER quisieran ser la ira de Dios.
«No nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos«.
Posiblemente sea su mejor trabajo de los 20 últimos años, incluso alguno más. Fruto de la constancia y de no revivir, a nuestra costa, la gloria que siempre han merecido. Su cosecha ha llegado, esperemos que todos respondamos a la altura.
Jesús Alijo «Lux»