Corrían mediados de los 90 cuando en el instituto donde cursaba 2º de B.U.P., mi compañero me pupitre me pasó un cassette (sí, en aquella época en la que no disponíamos de Internet en las casas, y palabras como Youtube o Spotify no estaban ni siquiera en la cabeza de sus creadores, la música se compartía en muchas ocasiones mediante cintas que se clonaban en minicadenas de doble pletina) “Tienes que escuchar ésto”, me dijo. Por aquel entonces, un servidor, como tantos adolescentes de la época, marcados por películas como Historias de Kronen o El Día de la Bestia y sus respectivas bandas sonoras, pero también por los discos más míticos del metal alemán , que estaba escribiendo sus años más dorados, no sabía si identificarse con el lado más punk y subversivo de lo primero o con el virtuosismo de lo segundo. (De hecho 25 años después todavía no lo he hecho)
Faltó tiempo para llegar a casa , sacar mi nuevo tesoro de su caja rotulada a boli, y darle al “play”.
Lo primero que escuché me resultó familiar, y es que años después me enteré que lo que yo pensaba que era el sonido de un tren al pasar eran en realidad los latidos del hijo de Max Cavalera todavía en el vientre de su madre. Después de esos pocos segundos de duda, lo que vino a continuación no se parecía a nada que hubiera oído hasta la fecha: una mezcla de percusión tribal demoledora con unos riffs de guitarra agresivos, que se alargan casi 40 segundos hasta que se oye la primera expresión: “Chaos A.D.”, que da nombre al disco pero no a la canción. Y es que «Refuse/Resist» es uno de esos himnos que cambiaron la historia del thrash metal en poco más de tres minutos. Innovador a la par que directo al cerebro. El videoclip tampoco va a la zaga, con imágenes de disturbios por las calles de medio mundo.
El siguiente tema “Territory” también trata de conflictos armados, en este caso en Oriente Próximo. Aquí la banda liderada por los hermanos Max (guitarra y voz) e Igor Cavalera (batería) , posiblemente en su mejor estado de forma compositivo, implanta un estilo más groove que hace que las guitarras suenen mucho más contundentes y pesadas aún si cabe.
El tercer corte, “Slave New World”, podríamos denominarlo como una mezcla de los dos anteriores, quizá más oscuro e instrumental, y fue escrito con la colaboración del bajista de Biohazard, Evan Seinfeld .
Continuamos para bingo, en “Amén” , el bajo de Paulo Jr. suena como una apisonadora mientras distintos ritmos de batería y toques industriales (incluído un coro) acompañan unas letras en contra de la imposición religiosa
«Kaiowas» sorprendió a propios a extraños, ya que es una pieza enteramente acústica en la que destaca la percusión aborigen sobre los otros instrumentos y que está dedicada a la tribu del mismo nombre en un alegato anticolonialista.
El guitarrista Andreas Kisser se luce en “Propaganda”, un tema que no da ni un segundo de respiro en los moshpits, al igual que el siguiente “Biotech is Godzilla”, el más corto y con el aire más hardcoreta del álbum, en la que colaboró Jello Biafra, vocalista de Dead Kennedys.
Por contra “Nomad”, de casi 5 minutos , es más pausado , acelerándose en su parte final. Todavía más lento, pero totalmente hipnótica es “We Who Are Not as Others”, sin más letra que el título, repetido acompañado de diferentes escalas. “Manifest”, como su propio nombre indica, es un manifiesto contra el gobierno de Brasil y la brutalidad de la policía.
El eclecticismo de los brasileños vuelve a saltar a la palestra con “The Hunt”, versión con la que rinden tributo a la banda británica de rock alternativo New Model Army y que a mí personalmente me parece adictiva.
Esta obra maestra acaba con “Clenched Fist”, en la que volvemos a encontrar medios tiempos y tralla a partes iguales, teniendo aquí el bajo de Paulo Jr. un protagonismo especial, como en los grandes temas punk.
Y es que este trabajo, tan contundente como original , se convirtió en uno de los discos más influyentes para los grupos de metal industrial, nu-metal o groove metal que surgieron más tarde en los 90 (como por ejemplo Korn), para disgusto de los fans más puristas del thrash-metal de los cuatro discos anteriores de los de Belo-Horizonte, cuya evolución para algunos supuso un punto de inflexión demasiado radical.
La portada, una de las más mejores (y más desasosegantes) de la historia del metal, fue encargada al artista americano Michael Whelan. Con los años y gracias a un regalo de mi hermano, pude hacerme con una copia del vinilo original para disfrutar de todos sus detalles.