RIPOLLET ROCK FESTIVAL 2014
Parc del Pinetons de Ripollet, 29 agosto 2014
Texto: Toño Martínez Mendizábal – fotos: Alba Martínez Semper
La verdad es que se han encadenado las cosas para que uno, por haber transcurrido ya unos días, decidiese no hacer la crónica del Ripollet Rock Festival 2014. Pero un festival que, merced a la excelente labor de la asociación que lleva su nombre, es capaz de celebrar la 22ª edición y ser gratuito se merece un apoyo total y contar sus bondades.
El evento se celebró en el Parc dels Pinetons y en el marco de las fiestas de la localidad, que aportaban un valor añadido más a la celebración, con un gran ambiente que no distinguía de edades ni grupos y que animaba a la participación. El primer detalle de la noche fue solicitar información a un policía local y que este resultase ser un simpático rockero de uniforme que compartía gustos musicales con nosotros y nos enseñaba el vídeo grabado durante la prueba de sonido de The Poodles. Algo que comienza así no puede seguir mal y guiados por un joven, que había participado en ediciones anteriores, entramos en el recinto. Un gran escenario actuaba como eje central dejando los extremos para merchandising, tickets de bebida, zona destinada a las firmas de los grupos y demás. La impresión es que el festival, decidido a centrar sus esfuerzos económicos en las bandas (algo totalmente lógico), destina a estas otras cosas recursos suficientes, pero sin malgastar. No obstante, tanto la preparación y promoción del evento, antes de su celebración, como el mismo festival contaron con el gran activo que supone la amabilidad, profesionalidad y predisposición del personal, que suple cualquier posible carencia. Si acaso, recomendar una segunda barra de bar bien organizada para evitar masificación en determinados momentos.
Hablando de lo musical en sí, la primera banda en probar los watios disponibles fue la local Drakum. El grupo de folk metal, nacido en 2009, tuvo que lidiar con el papel de abrir puntualmente el evento con menos asistentes de los que se congregaron poco después y lo hicieron francamente bien. Con un videoclip a sus espaldas y a punto de terminar su primer LP (Torches Will Rise Again), sus temas que mezclan violines y viento con los típicos instrumentos eléctricos, gustaron a la parroquia, que demostró conocerlos y, por ello, fueron coreados y disfrutados por la audiencia que acabó cantando con ellos Around the Oak.
Morphium no se hizo esperar y, tras los cambios habituales, repartió metal a diestro y siniestro para un público más que predispuesto a recibirlo. Con la piel cubierta de pintura negra y la alternancia de la voz gutural de Alex y la dulce de Lur, ofrecieron un espectáculo dual y potente del agrado de la mayoría. Los gerundenses, que siguen promocionando su Crónicas de una Muerte Anunciada y han teloneado a un buen puñado de bandas de primer nivel, ofrecen un muy buen espectáculo sobre el escenario, a caballo entre el metal extremo y el melódico. Saben conectar y, al final, consiguieron hasta que nos agachásemos, mientras interpretaban La Era de la Decadencia. Estaba claro que la noche iba por buen camino.
Dark Moor trajeron metal sinfónico y una buena dosis de tablas desde Madrid. Alfred, su frontman, hizo gala de su buen hacer durante todo el set. Sobre la base de su Ars Musica, alternaron temas en español y en inglés, coreados por parte del público, en numerosas ocasiones y superaron algún problema de sonido con la profesionalidad del que se ha visto en muchas situaciones a lo largo de los años. Viva impresión nos causó Mario, su espigado bajista, que al mando de un Yamaha, y al más puro estilo Sheehan, dejó boquiabiertos a muchos de los asistentes, como pudo comprobarse después en la zona de firmas. Sin duda, el cuarteto sabe lo que se trae entre manos y cómo hacer un setlist. Así Alfred haría honor a su aspecto de pirata en uno de los momentos destacados al final de su actuación con La Canción del Pirata. Final emotivo con toque literario que demuestra, como en otros de sus temas, que las letras de Dark Moor no son las típicas.
Desde Italia, y precedidos por una más que ganada reputación, llegaron a Ripollet los Vision Divine. Y, más que la visión, lo que es casi divino es la estupenda, bien trabajada y utilizada voz de su frontman, Fabio Lione (Rhapsody), que , con su impecable aspecto a lo Plant, nos hizo disfrutar de lo lindo durante toda la actuación. Se trata de un cantante de los que marcan diferencias, tanto por su voz como por su saber estar sobre el escenario, interactuando constantemente con la audiencia, en muchas ocasiones en español. Pero, lógicamente, no estaba solo, sino muy bien acompañado por Olaf Thorsen (Labyrinth) y Federico Puleri a las guitarras, Andrea Torricini al bajo, Alesio Lucatti a los teclados y Alessandro Bissa a la batería. Su último trabajo, Destination Set to Nowhere, fue la base del concierto, con temas como The Dreaam Maker o el que lleva el nombre del álbum. Sin embargo, con la maestría de Olaf a las guitarras, repasaron otros de álbumes anteriores y demostraron que se hallan a medio camino entre el power metal y el melódico/progresivo, trayéndonos, por momentos, ecos de Royal Hunt, pero llevándonos, en otros, a las tierras de la doncella, donde se quedaron para interpretar magníficamente el Wasted Years, antes de encarar el final con su Send Me an Angel. Es esta mezcla, que desconcierta a algunos, la que da identidad propia a los italianos. Para la gente que no les conocía fue una grata sorpresa y, para los que ya sabíamos de ellos, pero no habíamos asistido a uno de sus conciertos, la confirmación de que se trata de una gran banda, con un nivel altísimo y que, si acaso, hallará su margen de mejora en la puesta en escena del resto del grupo, ya que Fabio no puede hacer mucho más. Una gran actuación para la historia del Ripollet.
Eran ya alrededor de las tres de la mañana (algo tarde para un cabeza de cartel, si hemos de hacer honor a la verdad) cuando Pontus Egberg y su bajo tomaron el escenario. Poco podíamos imaginar que se trataba de la última actuación del músico con The Poodles. Pero así era, tal como él extraordinario bajista-voz nos confirmaría días después. Recién incorporado a Kind Diamond para su gira y con algún otro proyecto en su mente, daba por finiquitado su paso por la banda de Estocolmo, para nuestra desgracia.Y como no lo sabíamos, no podíamos estar tristes, sino totalmente predispuestos para un show inolvidable.
Tras Pontus, saltaron al escenario el guitarrista Henrik Bergqvist, el batería de Dynazty George Egg (sustitutendo magníficamente a Christian Lundqvist, de baja por un problema de salud) y, last but no least, Jakob Samuel, su frontman, una auténtica estrella del rock con mayúsculas. Era la segunda vez que teníamos la ocasión de verle en acción y se confirmó la impresión de la primera: Jakob es un portento vocal, con un dominio de graves, medios y agudos al alcance de muy pocos; una clase innata, una personalidad inconfundible y un atractivo que raya en magnetismo. En pequeñas salas o grandes eventos, Samuel hace pequeño el escenario con su voz, sus gestos, sus movimientos y cambios de vestuario (hasta tres distintos lució en la noche de Ripollet) Estamos convencidos de que, si el rock estuviese donde estaba en los ochenta, Jakob, y por ende The Poodles, se habrían enseñoreado del panorama y vivirían de las rentas como hacen los grandes. Pero eso es harina de otro costal. Lo que aquí queremos es señalar que, cuando los acordes de Misery Loves Company comenzaron a sonar, el público estalló ante lo que se les venía encima.
Aproximadamente una hora y veinte minutos de hard rock con clase, del que aúna virtuosismo y buenas canciones por igual. Sobre la base de su Tour de Force, pero con guiños a sus anteriores trabajos, los suecos dieron una lección magistral de lo que es no parecerse a nadie, habiendo bebido de muchos y tomar el escenario y al público en serio, como el que vive de algo que adora y quiere seguir haciendo. Metal Will Stand Tall, su primer gran éxito, levantó brazos y cuernos y fue calentando al personal y la voz del frontman, que poco tardaría en demostrar que es capaz de subir un poco más de lo que uno creee. Cuts Like a Knife, Shut up!, I Want it All…, himnos muy conocidos por la parroquia, y temas del último trabajo, dieron paso a un instrumental en el que el lucimiento con tino del dúo Henrik/Pontus dio paso a un sorprendente solo de George Egg que, habiendo ensayado lo justo, por las razones anteriormente explicadas, parecía haber pasado toda la vida con sus compañeros de escenario. La parroquía estaba boquiabierta (no digamos la femenina…) y el cansancio no hacía mella. No había sueño, ni ganas de sentarse y la bebida, con precios más que razonables, ayudaba a ello. Lo malo era que todo lo bueno se acaba y The Poodles encararon la recta final de su actuación con Like Tomorrow y la piratil Seven Seas. Poco tardaron en hacer Flesh and Blood y acabar con Night of Passion, un título muy acertado para lo vivido en la 22ª edición del Ripollet Rock. Una actuación histórica para un gran festival.
Nuestra felicitación a la organización y a los grupos, así como a Ripollet, por ser capaces de llevar a cabo un festival de tanta calidad, de manera gratuita, con tanto cariño y con unos resultados tan notables. Rock on Ripollet Festival!
setlist THE POODLES
1. Misery Loves Company
2. Metal Will Stand Tall
3. Cuts Like A Knife
4. Shut Up!
5. I want it all
6. Line Of Fire
7. Crying
8. Instrumental
9. Caroline
10. Kings & Fools
11. Like No Tomorrow
12. Seven Seas
………………………..
Flesh and blood
Night Of Passion
Yo soy uno de los organización de Ripollet rock Sergio Palacios stryper. Un saludo