JOSÉ ANDRËA URÓBOROS
Sala Caracol, Madrid, 28 Sep 2018
Crónica y fotos: Daniel Arriero
Abrieron puertas puntualmente a la hora prevista, aún con poca afluencia de público. Desgraciadamente la sala se quedó finalmente a mitad de aforo. No vamos a obviar que existían ciertas dudas sobre lo que nos íbamos a encontrar esa noche. Es cierto que casi todos habíamos tenido la oportunidad de ver vídeos en los que José Andrëa demostraba estar realmente fuera de forma y en los que solo dejaba ver una sombra de lo otrora llegó a ser. Uno de los mejores vocalistas de la historia de este país había perdido casi por completo su voz. Esa voz que nos hizo vibrar, soñar y emocionarnos durante muchos años. Ese José Andrëa que, pese a todo, yo deseaba volver a disfrutar al 100%. Al que he seguido en su carrera en solitario disfrutando de sus discos. Pero tenía miedo. Lo siento, pero tenía verdadero miedo de lo que me podía encontrar en un directo. Porque le admiro. Y cuando un músico ha formado parte importante de tu vida, que te ha acompañado en tantos momentos, verle en malas condiciones, duele más. Porque sabes que él también lo está pasando mal. Ha pasado por situaciones duras. Muy duras.
Pasadas las nueve de la noche se levantó el telón que cubría el escenario de la sala Caracol de Madrid y desde la primera estrofa supimos que esa noche iba a ser especial. Se había cumplido un sueño. Un deseo. El mejor José Andrëa había vuelto. Allí estaba. Sobre el escenario. Mucho más delgado que las últimas veces. Vestido con una chaqueta blanca. Se le veía radiante, feliz. Seguro de sí mismo. Y creciéndose cada vez que superaba una nota difícil, un agudo imposible. Su voz esta noche no le iba a traicionar. Por fin. Creo que todos nos llevamos una tremenda alegría al comprobar que íbamos a disfrutar de un fabuloso concierto. Estábamos allí para apoyarle. Para darle nuestra fuerza. Y fue él junto a la magnífica banda que le acompaña los que nos regalaron una gran noche.
“Vive” nos despejó todas las dudas. Qué manera de comenzar un concierto. Aquello se convirtió automáticamente en una fiesta. El sonido, salvo momentos muy puntuales, acompañó durante toda la velada, con un volumen adecuado al tamaño y aforo de la sala. Algo de agradecer, pues en muchos conciertos se empeñan en utilizar un volumen excesivamente alto que no permite diferenciar los instrumentos como se merecen.
De su ópera prima sonaron a continuación “No cuentes con ellos” en la que José aprovechó para mandar un recadito a todos los ladrones y corruptos que tenemos que sufrir en este país y “Vanidad” y ya se veía a José mucho más tranquilo y seguro de dar un gran concierto.
Para la siguiente canción invitaron a subir al escenario a Fernando Ponce de León y a Santiago Vokram que se encargaron de la flauta y el violín, respectivamente y que creo que disfrutaron casi más que el público. Santiago en especial no paró de sonreír durante todas sus intervenciones. Y es algo que se contagia. Con ellos sobre las tablas sonaron el clásico éxito de Mägo de Oz “El que quiera entender que entienda”, no sin olvidar hacer un guiño a la vergonzosa falta de libertad de expresión que tenemos en este país, acentuada en los últimos años y la posterior “La canción de los deseos”, haciendo referencia a los problemas que están surgiendo con las crisis migratorias y que en tan mal lugar nos deja como seres humanos.
No podían faltar los guiños a Mägo de Oz. Algo perfectamente comprensible desde el punto de vista de un servidor. Que algunos de los miembros hayan salido de su antigua banda de forma no precisamente amistosa, no es óbice para que no puedan utilizar canciones que forman parte de su carrera musical.
“La mujer lobo” de su segundo disco “Resurrección” fue la tempestad que precede a la calma que llegó con los siguientes temas, “Sobreviviendo” y “Al otoño espero”, con una preciosa interpretación de José Andrëa.
El tema más reciente de la banda “Allá donde estés tú”, incluido como bonus track del trabajo que se presentaba en este concierto, “La Paz, donde todo es posible” volvió a contar con presencia de los músicos invitados, Ponce de León y Santiago Vorkram. Es una canción festiva que tiene reminiscencias de otros tiempos, tanto en lo musical como en la letra. Si el próximo disco va en esta línea, creo que va a tener mucho más éxito. A mí personalmente sus dos trabajos en solitario me parecen sobresalientes pero, nos guste o no, se alejan mucho de su anterior etapa y el sonido de este tema puede ser más atractivo a todo tipo de público.
Chino Flores, guitarrista que para mí debería estar mucho más valorado, tuvo su momento de lucimiento con el solo introductorio al medley de temas de la época de Mägo de Oz, “Requiem”, “Jesús de Chamberí” y “Astaroth” que pusieron la sala patas arriba, como era de esperar. Brutal.
“Resurrección” tema que da título a su segundo álbum de estudio supo mantener el listón. Es una canción cañera que en directo suena fantástica.
Uno de los momentos más especiales de la noche llegó con “Gaia”, canción que el respetable disfrutó, saltando y coreando. Estas canciones forman parte de la vida de muchos de los que allí nos encontrábamos y es completamente normal ver derramar alguna lágrima entre los que se hallaban a mi alrededor. Perfecta interpretación de toda la banda.
Con “Para que nunca amanezca” llegamos al que parecía iba a ser el final del concierto, pero la banda, ante un público entregado, nos regaló un fabuloso duelo de guitarristas entre Chino Flores y José Rubio, dos de los mejores de este país, para cerrar ya sí definitivamente con “La salida del averno”.
La banda tiene una calidad más que contrastada. José Rubio y Chino Flores a las guitarras, Pedro Díaz “Peri” al bajo, Sergio Cisneros “Kiskilla” a los teclados, Teto Viejo a la batería y, como unos miembros de pleno derecho más, teniendo en cuenta el tiempo que pasaron sobre el escenario, Fernando Ponce de León a la flauta y Santiago Vokram al violín. Sobre ellos no había lugar a la mínima duda. José sí nos hacía dudar y, aprovechando el lenguaje coloquial actual, nos regaló el mejor “zasca” que me han podido dar. Y me alegro, no sabéis cuánto.
Hacia el final del concierto, como introducción de “Para que nunca amanezca”, José Andrëa tuvo a bien hacer una dedicatoria especial a su pareja Gema, pues ha sido ella, con su cariño, paciencia y perseverancia la que nos ha devuelto al mejor José Andrëa. El de la voz maravillosa. Uno de los mejores y más completos intérpretes. El que, incluso, consiguió en algunos momentos dejar con la boca abierta al no menos formidable guitarrista Chino Flores. Son músicos que han acompañado a José en sus peores momentos. Los que han seguido ahí pese a todo. Y los que se merecían, quizá más que nadie, un regreso tan fantástico de su vocalista. Estaban pletóricos de felicidad. Y yo también. Gracias José Andrea, gracias Chino Flores, gracias José Rubio, gracias Peri, gracias Sergio Cisneros, gracias Ponce de León, gracias Santiago… y gracias Gema. Muchas gracias.
¿Había dudas? Sí, las había. Pero José Andrëa Uróboros nos regaló uno de los mejores conciertos que he podido disfrutar últimamente. Pletórico, seguro de sí mismo y acompañado de la mejor forma posible, con una banda impresionante y un público que le adora.