GATHERING OF KINGS – Discovery (2020) Review

No me he movido de tierra, sigo en Suecia, como en la mayoría de las ocasiones y es que, sinceramente, creo que no me hace falta ahora mismo para deleitarme con semejantes maravillas como la que estamos a punto de escuchar una vez más, en mi caso, leer en el vuestro …

Empecemos con las reverencias en el camino a la gloria de alfombra roja, porque vamos a dar paso a una dinastía real sueca que nos va a dejar con la boca abierta por segunda vez. Y aunque no todos los miembros son tan conocidos, no por ello son menos importantes; no olvidemos que esto es un proyecto engendrado entre músicos, amigos y figuras más o menos conocidas del panorama musical de aquellas tierras y que no necesariamente tienen que pertenecer al mundo del Rock/ Metal.

Vieron la luz por primera vez en 2019 con el nombre de Gathering of Kings (GOK) y empezaron sus andaduras con su Primera Misión (First Mission) ese mismo año para, en este presente 2020, sin dormirse en los laureles, hacer lo propio con el gran descubrimiento que nos ocupa (Discovery).

Pero antes de meternos de lleno en la reseña de esta maravilla, os propongo una reflexión:
Y es que son muchos los movimientos que circulan por ahí con “reuniones” de buenos artistas, juntos, para hacernos gozar de discos con voces diferentes, guitarras con personalidad y otra serie de características e instrumentos que siempre hacen que se haga todo más ameno y que la carta de colores se haga más amplia. Actuación necesaria una vez que hemos acabado aburridos de ciertos pioneros que no hacen más que tirar de una cuerda de la que en demasiadas ocasiones no hay mucho más que sacar (cada uno que piense su nombre), y donde no es difícil deducir que suena todo muy repetitivo por propias razones (quizás mueve más la pela y la necesidad de seguir en escena que otra cosa). Necesitamos ya un soplo de aire fresco y conocer otro tipo de medicina que, aunque de momento tengan sus nombres a prueba y no coticen al máximo del alza, les dan ahora mismo bastante vueltas a ciertos dinosaurios, siempre según mi punto de vista. ¡Vamos a descubrirlo!

¿Estáis preparados? Esto va a ser un viaje totalmente sideral donde volaremos a los cielos, chocaremos con galaxias y nos tomaremos unas cervezas con unos cuantos ángeles. Da igual si hace frío en Suecia, si hace calor, si llueve, si nieva, este álbum nos va a hacer subir a las capas más altas de la atmósfera.

Empezamos la ascensión con Starsleepers. Poquito a poquito esta intro de teclado nos adentra en el cielo, navegando entre las estrellas y anunciando lo que, a priori, podría ser un disco de música zen con la que meditar, pero no flipéis tanto que esto no os va dejar dormir, aunque hayan querido relajarnos unos poquitos segundos antes de la que se nos viene encima.

Abrid los ojos y preparaos la tabla de surf celestial, nos vamos con Riders of the Light. El maestro de ceremonias aquí al micro es Apollo Papathanasio, cantante actual de Spiritual Beggars y ex de Firewind, cuya voz, y con todo el cariño del mundo, no dista mucho de la de Rick Altzi, al que tendremos el placer de escuchar en breve. El caballero Alexander Frisborg le ayuda en los coros, abundantes en la mayoría de los temas del disco. Victor Olsson (Saffire) se marca aquí un solo bastante elegante. Y es que esto empieza sin vaselina, a tope, montándonos en la luz para surcar el cielo a ritmo de un corcel estelar perfectamente adiestrado y llamado Power con ademanes muy, muy melódicos que nos invitan a seguir soñando. Su siguiente intervención en el noveno corte, Revelation, será por el contrario mucho más “rockanrollera” dentro de lo que se permita en los parámetros Masterplan por los que se mueve.

Pues nada, damas y caballeros, como ya os avanzaba hace unas líneas, aquí tenemos al archiconocido Rick Altzi: la voz cantante en bandas como At Vance, Masterplan, colaboraciones con Herman Frank y otros cuantos trabajitos por ahí. Aquí ha venido para conquistar con la carrera de Heaven on the Run. Un tema que, de haberse escuchado de manera aislada y sin información que desembocara en este disco, podríais haber confundido con cualquier tema de los más selectos de At Vance en sus mejores tiempos, creo que con eso ya lo digo todo. Su voz, cómo decirlo, entre rasgada, tosca que no impide alcanzar esos tonos tan elevados característicos en él. Lo mismo abrasa las ruedas en su asfalto pétreo, que se desgañita, como ha hecho siempre, para acabar saltando por los aires junto a esos coros grandilocuentes que le acompañan, a lo largo del estribillo, al más estilo Avantasia.

Se nos dibuja cara de felicidad en el viaje, una sonrisa cómplice a la simpatía y alegría perenne que caracteriza a Jonny Linkdvist, el vocal de Noctural Rites, inherente a todo lo que toca. Durante dos temas nos contagia de su positivismo: December, que no sólo por el nombre podréis notar que tiene un aura navideño indiscutible, y, en especial, Moonlight y sus efectos lobeznos a la cola del disco. Éste podría convertirse en compañero de cualquiera de los grandes momentos incluidos en The 8th Sin, de los mejores manifiestos de los Rites. Y es que, aunque podría parecer que Jonny esté fuera de su terreno, apenas tiene rival: en ninguna de estas dos colaboraciones pierde su identidad y lo da todo, especialmente con su capacidad de sostener los tonos en el tiempo a medio camino entre una dulce felicidad y preciosa melancolía. A quién le guste su banda debería perderse esta nueva forma de expresión. Para mí de lo mejorcito del disco.

Nos incorporamos a la autopista de peaje adimensional con Highway to Paradise, interpretada por Alexander Frisborg, cantante de una banda llamada The Divine Baze Orchestra, la cual se centra en sonidos setenteros e incluso con puntos psicodélicos, pero… tssss, tranquilos, no paséis de pista, esto no tiene nada que ver con su banda madre. Lo primero que me llama la atención es su adaptación al estilo que nos ocupa, no deja indiferente, creo que su trayectoria fuera de esta órbita podría encaminarse a lo demostrado aquí, pues hace maravillas. Una voz melódica con unos altos flipantes que nos habla de ángeles que han perdido sus alas. Tan sólo espero que Cupido no haya perdido también sus flechas y os enamore, completamente, de la cadencia marcada en el ritmo de un estribillo comandado por un teclado en funciones de batería, fundido con un bajo contundente y que abandona en un segundo plano al resto de destacamento musical a excepción, claro está, del descubrimiento clave: los cambios de registro en amplitud de aptitudes de este vocalista. TE-MA-ZO.

Tobias Jansson, cantante de Saffire, se encarga de las dos siguientes pistas. La primera es The One that Got Away, única seudo balada que así mismo cuenta con la única voz femenina a los coros, cortesía de Theresia Svensson. Promete, con unos buenos solos de guitarra, pero acaba cayendo en cierta monotonía a causa de un estribillo repetitivo al que le falta un toque de gracia. Menos mal que con Lorelei, la única canción con nombre de mujer nórdico, Tobias ya luce como es debido y nos muestra sus encantos, otros lejanos a esa voz más ruda que muestra en su banda Saffire, y, que para mi gusto encajan mucho más aquí, con ese toque de Power melódico.

Yo podría haber cerrado el álbum perfectamente con éste Kiss from Above en el que Alexander (por favor, Alex, dedícate a este estilo) brilla y que podría perfectamente convertirse en los créditos que aparecen en pantalla de cualquier película de los ´80. Romanticismo ochentero implícito conseguido con unos buenos teclados y un toque de azúcar del que no engorda. Amor del cielo bajando a la tierra.

Vuelve a entrar en escena Tobias en From a Whiper to a Scream con unos teclados y coros muy afines a los de los finlandeses Sonata Arctica. Tono in crescendo, del susurro al grito, y que pone la nota discordante y deseada de furia y fortaleza a Discovery. Atentos a su potente solo…
Se disipan las nubes y después de bailar en el arcoíris, se pueden adivinar ya las puertas del cielo con el broche final llamado Final Hour. Hemos llegado a nuestro destino, donde Rick Altzi de nuevo pone color “At Vance” a este medio tiempo que cuenta con una instrumentalización de rasgos clásicos bastante interesantes.

El otro día hablaba con alguien sobre la subjetividad en la música; nadie la siente de la misma manera. A mí este disco, al igual que el anterior, me ha hecho acariciar el cielo, y, aunque estemos en mayo y al igual que el anterior hizo, éste Discovery se convertirá en uno de mis discos favoritos del año. Sin duda. Para mí, la expresión Oh, my God! ya no tiene sentido, prefiero decir OH, MY GOK!


RATE/NOTA: 9/10
 

Laura Grosskopf (The Lux Team)