He de confesar que no soy muy fan de los discos en directo. Normalmente, me quedo siempre con las versiones de las canciones que aparecen en los discos oficiales. Una vez memorizas el ritmo, el solo de guitarra, los arreglos, etc… parece como si a una versión en directo de la misma canción le faltara algo. No termina de llenar como la canción que tienes memorizada.
Si, a ello, le añades el hecho de que sea un directo en formato acústico, pues la cosa se complica aún más. Normalmente, las versiones acústicas ya parecen otra canción absolutamente distinta.
Por eso me enfrentaba con más que recelo a este trabajo de Zakk Wylde y sus rednecks. Ya sabeis que Wylde es un tipo que gusta de la bronca, el ruido, y el artificio en sus trabajos. No me lo imaginaba sentado en una banqueta, acariciando una doce cuerdas con todo el mimo del mundo, para entonar sus garrulas canciones de una manera más delicada.
Pero… amigos, como dice la canción, sorpresas te da la vida. Wylde se ha sacado de la manga un disco soberbio, un trabajo que sabe combinar esas canciones suyas con cosas que parecen sacadas de la más añeja tradición southern o del rock USA de toda la vida.
No, evidentemente no es Tom Petty o Neil Young, pero el que no se estremezca oyendo la versión que ha hecho en este disco de su «In This River», con Wylde al piano (si, señores, un energúmeno como él también puede sentarse al piano), no será capaz de apreciar en todo lo que vale una canción épica, con mucho más sentimiento que lo que los tatuajes de Zakk nos dicen.
Rodeado de una banda de fieles escuderos, como Nick Catanese, más alguna atracción estelar, como Derek Sherinian (Dream Theater, Black Country Communion, etc), el macarra de Wylde nos ofrece versiones semi-acústicas de las mejores canciones que adornan su repertorio.
Versiones como la de «Losin’ Your Mind» o «The Blessed Hellride», con un fuerte acento southern. Canciones más oscuras, como «Throwin’ It All Away», donde su solo alcanza proporciones monolíticas, o «Rust», muy cercana a los tempos que tan bien manejan bandas como Alice In Chains.
Temas cercanos al country, género al que también debe ser aficionado Wylde, y que no maneja nada mal, como «Lovin’ Woman» demuestra. Y versiones, siempre alguna versión. En este disco, un par de ellas, «Ain’t No Sunshine When She’s Gone» o «Song For You», de Leon Russell.
Wylde, evidentemente, no es el mejor cantante del mundo. Pero su voz, para nada entonada o técnica, encaja perfectamente en canciones que sientan como un buen trago de bourbon a palo seco. Esa sensación rasposa que te deja en la garganta viene a ser el equivalente de la voz de Wylde.
Quizás, con otro cantante, más profesional, estos temas no adquirieran la crudeza que tienen. Y siempre he sido un enemigo de las baladas (que más bien parecen balazos) del bueno de Zakk. Ese sentimentalismo no me pega con este cazurro. Pero, amigos, vuelvo a quitarme el sombrero ante esa monumental versión que hace de «In This River», para mí, el mejor tema del álbum. Atentos en esa canción al solo que se marca el escudero Catanese, hasta que no vi el video en directo no supe que no era Wylde el que lo hacía. Lo clava el tío.
La parte final del disco no es en directo, son canciones que Wylde ha grabado como novedad, o versiones de algún otro tema anterior, algo a lo que ya nos tiene acostumbrados a la hora de ofrecer «extras» o «bonus» en sus discos.
No hace falta que seas fan de Black Label Society para comprar este disco. Poco tiene que ver con el ruido y la agresividad habituales. Lo que si hace falta es que seas fan del mejor rock tradicional americano, de raíces. Entonces, podrás disfrutar de la música de un hombre que, si a veces fuera un poco menos histriónico y fanfarrón, y se dedicara más a cuidar su música, nos regalaría sorpresas como ésta de manera más regular.
Vamos a ver si esta actitud permanece en su próximo disco, «Catacombs Of The Black Vatican», previsto para salir en Abril. Aunque, con ese título, que da miedito, me parece que va a volver a las andadas.
Ritchie Moreno