AUDREY HORNE – Youngblood (2013)

¿Qué pueden ofrecer cuatro músicos noruegos provinientes de grupos como Gorgoroth, Sahg o Enslaved? Por lo visto, nada malo. El cuarto álbum de Audrey Horne ofrece hard rock con una calidad poco común en nuestros días.
La banda, que toma el nombre de un personaje creado por David Lynch (a él le deben también el nombr de su primer LP, “No hay banda”), ha parido diez canciones (más un bonus) entre las que es difícil destacar unas sobre las otras: así son todas de sensacionales.
A pesar del origen de sus músicos, o quizá precisamente gracias a ello, “Youngblood” supone un soplo de aire fresquísimo, similar al que la Night Flight Orchestra ofrecieron el pasado año, pero mucho mejor. Una producción impecable con la que disfrutar de todas las numerosas capas de guitarras, de los pequeños detalles (que hay un montón), y en general de la labor de cuatro músicos sin tacha que han bebido de tantas fuentes que crean un producto casi atemporal.
Tras la colorida (y muy acertada) portada nos encontramos con riffs de corte clásico como el de “Pretty Little Sunshine”, los muy blackmorianos de “Show and Tell” o de “Redemption Blues”, que abre el disco.
Sin embargo, las canciones no son las “típicas” canciones de corte clásico, sino que van mucho más allá: riffs como el de “This ends here” son difíciles de encontrar en el género, solos como el de la mencionada “Show and tell” demuestran un buen gusto y unas combinaciones difíciles de repetir; las sorprendentes pero imprescindibles palmas de la muy-rainbow “Straight Into Your Grave” son el toque que una canción pase de buena a magnífica. Y la canción que da título al álbum, “Youngblood”, podría ser el paradigma de la composición perfecta: desde su pegadizo riff hasta su épico y oscuro final, poco más de cuatro minutos de canción nos regalan un solo excepcional y un estribillo que no debería dejar de sonar en las radios.La intensidad no baja en ningún momento, y los dos últimos temas, “This ends here” y “The king is dead”, muestran las habilidades del cuarteto para generar coros sencillos pero épicos.
Y así se van cuarenta minutos. Y así se pueden ir los siguientes cuarenta, pues es difícil no volver a reproducir el disco completo para seguir captando matices, dibujos de guitarras por aquí y por allá.
A pesar de lo paradójico de tener que “importar” músicos de otros géneros para revitalizar el hard rock, podemos estar contentos porque con álbumes como “Youngblood”, la calidad y el disfrute están garantizados.
Julen Figueras