APOCALYPTICA – Crónica (Burgos)

APOCALYPTICA
Fórum de la Evolución, Burgos, 4 de abril de 2018
Crónica: Jesús Alijo «Lux» – Fotos: Sonia Esteban

Parece mentira que hayan pasado veintidós años desde que unos jóvenes músicos finlandeses de escuela clásica, decidieran aunar su pasión metalera, en concreto su incondicional amor por los todopoderosos METALLICA, con la profesionalización de sus instrumentos de cuerda, cuatro cellos, en un disco atípico y bien recibido por ello, revisitando la carrera de los de San Francisco como nunca se había realizado antes. Huelga decir que esto abrió las compuertas para que una abultada multitud de proyectos cobraran forma, con variados recipientes, y fueran desalojados del dique conformista, sin tapujos, en un torrente compositivo rebosante de admiración que habría de dejar espacio en los embalses de rigor de género.

Burgos acogió con excitación la fecha señalada, siendo pocas las giras de titanes del panorama metálico que se dejan caer por estos lares, en una ciudad que merece más suerte en este aspecto, por su estratégica situación geográfica en el norte de la península.

Ya desde una hora temprana, pude observar desde la barra de mi querido ECU, como buenos amigos quedaban para asistir a uno de los espectáculos clave de nuestra poca activa agenda local.

Ya de camino a recoger la pertinente acreditación de prensa, se palpaba en el ambiente, a través de los arremolinamientos de gentío por los bares colindantes al Fórum, que la acogida a APOCALYPTICA iba a ser majestuosa. Viejas glorias del movimiento a los que por los avatares de la vida dejas de ver con frecuencia, jóvenes dispuestos a mantener la llama viva, amantes de la música sin catalogar tribu ni edad y habituales de la escena, poblaban el paisaje festivo de un día atípicamente caluroso en una fecha más cercana al invierno que a la propia primavera imperante en el calendario del caprichoso clima burgalés. 1300 almas colgarían el cartel de “sold out” varías jornadas antes del presente como excepción al resto de fechas, cinco más en concreto, de los finlandeses en la piel del toro.

Dirigidos a nuestra zona por una amable y profesional Andrea, del formidable equipo de Evolución Tour, responsables del impensable evento años atrás, tomamos posición para desentrañar lo que a la postre fue un recital inolvidable.

A las casi 21 horas, con casi treinta minutos de retraso sobre la hora anunciada, y sobre todo porque al respetable le costaba saciarse de buen tiempo, salían a escena APOCALYPTICA.

Sobre el escenario cuatro lienzos en los que proyectar el magnífico juego de luces que salpicarían de emociones y comprensión a la actuación del cuarteto, posteriormente quinteto, y cuatro asientos engañosos, profetas de una falsa tregua de inmovilidad.

Enter Sandman serviría de enlace directo para conquistar a nuestra curiosidad, ya que, aun conociendo las virtudes acústicas del emplazamiento elegido, un auditorio de competencias indudables y bastante reciente creación, todavía cabían dudas sobre cómo podría sonar semejante reto. El sonido fue perfecto a lo largo y ancho del repertorio interpretado, responsables de ello, aparte de los técnicos de la banda, fue la meritoria labor logística de la alianza, complicada, de equipos y profesionales de Producciones Salas (la veteranía es un grado) con la residente empresa Eulen.

Con Masters Of Puppets comprendemos de qué va esto. La ferocidad de los “Four Horsemen” no va a diluirse en la apasionada y apasionante destreza instrumental de los cuatro actores de determinado rol en el show adquirido a través de su carrera plagada de éxitos. Harvester Of Sorrow refrenda mi opinión.

Entre ovaciones del público tras los primeros balazos asestados, la sorpresa generalizada ante la belleza y solemnidad instrumental se hace visible. El canto velado de la gente arropará a Unforgiven y la ambientación del juego de luces en tonos rojos y morados, una vez más, por encima de los estribillos básicos de los tres anteriores temas. Una hermandad establecida entre asistentes y el llanto de las cuerdas en ejecución en la etérea gama de sentimientos que fluctúan a través de las subidas y bajadas de intensidad que gobiernan al manejo de la destreza de APOCALYPTICA.

Agradecen a los presentes la consecución de su estado actual, en palabras de Eicca Toppinen, que ejerce de maestro de ceremonias desde el principio, reiterando que esta situación era inimaginable hace veintidós años.

Sad But True suena tan tosca como permite la rabia de movimiento combativo que posee el tema original, respetando los tiempos que ellos mismos, sin guías más allá de la infinidad de veces de ensayo, marcan en la cadencia original. Los roles asignados para los músicos tienen pinta de resquebrajarse en breve. En el lateral izquierdo Antero Manninen posa con elegancia, impasible y frio, con aura de misterio. Seguido se posiciona Perttu Kivilaakso, con su pelo recogido en una coleta, al que le cuesta mantener ya las formas ante la energía que invade el aire que estamos respirando a través de su actuación. Eicca Toppinen es el tercero en engrosar la llamada a filas del combo, activo (haedbanger de etiqueta), comunicador y líder del batallón. Y en el lateral derecho Paavo Lötjönen derrocha simpatía en encaramientos comedidos para exaltar nuestra reacción a los temas. Era evidente, Perttu tras el solo injectado en wah decide levantarse y dejar que fluya por el la electricidad antes estática y que no ha dejado de ponernos constantemente la “piel de gallina”. Oscilando su acercamiento a cada compañero de escena y jaleando nuestras atónitas miradas, Perttu parece haberse desbocado, lo cual no me extraña, Creeping Death siempre ha tenido esa virtud hímnica para los amantes del metal más afilado. El tapping de su solo, ametrallado por flashes blancos, en un violonchelo que nada ha de envidiar a una guitarra, me deja pasmado. Los cuatro se levantan invadidos por la emoción que traslada un público atónito.

Remarcando que es la primera vez que conquistan esta ciudad, establecen el paralelismo necesario para presentar, como viajeros y embajadores de un estilo de vida, la proclama de un Wherever I May Roam espléndido.

Anuncian que, tras un Welcome Home Sanitarium, necesario para entender tanto este concierto como la discografía de los tributados, podemos (irónicamente) ir a tomar un té o café acompañado de brownies o galletas, ya que ellos van a tomarse un pequeño descanso. Antero, sin abandonar su seriedad, se levanta para, como figura pétrea con magnetismo en su ademán altivo, resaltar los movimientos salvajes de sus acompañantes en este especial tramo de la actuación de la banda.

Tras veinte minutos de “recreo” para coger fuerzas a través del humo de la nicotina y el zumo de cebada, el escenario ostenta un set de percusión a modo de batería “tuneada” con tubos de instalación de aire metalizados en gris plateado, un bombo frontal y otro lateral, y diferentes timbales y platos. Mimetizados en su mayoría con atuendos heavies, el trueno precursor de la tormenta que se avecina, retumba relajado con un infaltable Fade To Black. Acto seguido y levantándose del trono rítmico, arranca un coreado For Whom The Bells Toll. Entre la comparsa de movimientos proporcionados por la adrenalina, Perttu ejerce de animador del cotarro (con el pelo suelto y remolinos incesantes), y toma, entre poses de “rock star”, el testigo de conductor de discursos, enfrentándose a la ya venida arriba concurrencia.

Fight Fire With Fire añade leña a la hoguera, sonando Thrash a más no poder y rompiendo sus cuellos. Until It Sleeps añade sentimentalismo y contundencia a partes iguales en un baño de luces verdes y azules acertados. Aplausos espontáneos emanan de la felicidad de todos.

Atónitos y en silencio, asistimos a Orion previa intro de corte Reggae y, yendo un poco más allá en la labor percusiva de un constantemente sonriente Mikko Sirén, comprendo mejor el porqué de que Lars Ulrich fuera considerado uno de los baterías innovadores del género.

Las féminas reclaman el nombre de Perttu que se sorprende de que conozcan su identidad y Eicca aprovecha para contarnos su historia con el idilio METALLICA. Scape, como bien comenta, fue el primer tema que le introdujo a este universo y que nunca ha visto en directo, gracias a ellos, nosotros sí, y de qué forma.

Battery, a pesar de contar con leves problemas de sonido rápidamente solventados, pone el recinto patas arriba. Impagable el cambio de instrumento de Antero con un cello con caja de fuego humeante. Clamor absoluto de la gente y sin concesión y entre vítores, Seek And Destroy nos levanta de la butaca para disfrutar como enanos con la incursión de un Thunderstruck de AC/DC que siempre nos vuelve locos, como a Perttu, que acaba por los suelos. Prolongan su final para disfrute de todos, habiendo anunciado el final del concierto.

Entre pitidos desparecen para recibir la demostración de que hay ganas de más. Los bises no se hacen esperar con una de las canciones más versionadas y rentables de la historia, la emotiva Nothing Else Matters, que, entre el desglose vocal de cada estrofa y estribillo en las gargantas del público, enlaza un nudo en la mía, sintiendo orgullo por todos y cada uno de ellos.

Ya como despedida a una velada inolvidable, cae One y su épica atemporalidad temática y musical, traducida a una majestuosa replica sonora victoriana de cámara que solo cede ante la archiconocida granizada de golpes de batería en el desarrollo metálico del mito.

Luces encendidas y confraternización entre banda y asistentes, entre reverencias y claros “gracias” en castellano. Buenas noches y cada mochuelo a su olivo.

La barrera idiomática, (el inglés parece ser una asignatura más que pendiente en nuestra hoja curricular) evidenció carencias de interactuación, dejando un poco fríos a los artistas, pero, como auténticos profesionales, lidiaron todo lo que pudieron con este “problemilla”, no quiero ni imaginar cómo hubiera sido sin este percance. Amenazaron con volver, ojalá sea así.

Uno de esos momentos que se guardaran con orgullo en la retina de una ciudad que anda huérfana, a pesar de su calurosa acogida, de festines a esta altura.