VIRGIL AND THE ACCELERATORS
Sala Creedence (Zaragoza), 10 Octubre 2015
Texto y Fotos : Luis Mª Catediano
La ciudad de Zaragoza puesta en pie, con sus fiestas más internacionales recién comenzadas, y una algarabía de gente en unas calles repletas que se quedan minúsculas para albergar tanto sentimiento positivo y festivo. Una ciudad dispuesta a soportar el exceso que supone vivir las horas del sábado noche con toda la intensidad posible y de saber que cada día, durante esta semana, amanece con un calendario lleno de eventos a los que poder asistir. Esta puede ser la postal que presenta nuestra ciudad en estas fechas tan singulares.
He utilizado la palabra “eventos”, y éste es un término que suelo no usar por lo poco definido y ambiguo que me parece su significado, además de por el excesivo empleo que de él se hace, ya que hasta el Richar y la Jenny lo usan para decir que van a ir un botellón. Donde sí que me parece oportuno emplearlo es en aquellas situaciones en las que algo extraordinario, sublime o simplemente especial va a tener lugar.
Ayer sábado 10 de Octubre teníamos en Zaragoza diferentes y variados verdaderos eventos. Uno de ellos era el concierto que Virgil And The Accelerators iban a dar en la Sala Creedence. El lugar muy adecuado para el estilo de música que la banda practica. La hora del concierto (22:30) era perfecta. Así pues todo estaba en su sitio y yo también. Listo y preparado para vivir una experiencia que voy a intentar contar a golpe de teclado.
El pequeño escenario tenía sobre si un equipo y unos instrumentos que daban buena idea de que allí los músicos iban a ser de categoría. Una Fender Stratocaster muy castigada y experimentada en estas faenas y dos Gibson Les Paul preciosas posaban como divas. Un set de batería acrílico transparente y compuesto por lo básico presidia el momento. Los amplificadores robustos y poderosos tenían sus válvulas en standby pero preparados para rugir cuando los músicos se conectasen a ellos.
Puntuales, como me parece debe ser para los músicos y para los asistentes, subieron al pequeño escenario de La Creedence los tres músicos. El guitarra y cantante Vircil McMahon, su hermano y batería Gabriel McMahon, y el flamante bajista Joel Wildgoose se enchufaron sobriamente y comenzaron igual que lo hace su último disco “Army of Three”. Sonaron fuerte y muy claros “Take my higher”, “Blow to the head” y “All night long”. La destreza de los tres músicos fuera de toda duda y su amor por el hard rock y el blues igual. El sonido perfecto, con todos los matices de la guitarra en un nivel de volumen alto pero muy definido. Nada de barullo y distorsión sin conocimiento. La batería potente, dura y con un sonido de platos sencillamente brillante. El bajo tocado a dedo sonaba muy marcado y en su lugar. En ocasiones el bajista Joel Wildgoose utilizó púa para marcar más si cabe su golpe a las cinco cuerdas. Con estos ingredientes, el Rock duro de categoría y el blues más británico con pasajes altamente densos se apoderó de un público que estaba en la sala sabiendo que la noche prometía grandes experiencias sonoras.
“Give it up”, también de su último disco, fue el tema encargado de recordar y asemejar a Virgil con un grande como es Lenny Kravitz. La atmosfera que se sentía en la sala era muy potente y cañera. Las habilidades de Virgil McMahon iban quedando demostradas en los diferentes pasajes de las canciones con muchas técnicas en el uso de la guitarra. La Gibson Les Paul al servicio de un hombre que rezuma influencias de los buenos. De este modo, pensar en Jimmy Hendrix es inevitable. Saber que Jimmy Page ha sido escuchado y estudiado por este joven artista es fácil de adivinar.
Hubo momentos instrumentales como el tema “The storm” en el que Virgil deja claro que lo suyo es la inspiración venida a su guitarra desde la máxima concentración. La intimidad y evolución del blues enseñado a un público que estaba sintiendo que allí arriba había un artista sacando de sus dedos el blues. Una canción basada en cinco notas básicas, pero que tocadas en el orden pautado por el blues eran la perfecta base para que el guitarrista se explayase a gusto. El estilo rockero del tema “Backstabber” y la psicodelia de la canción “Free” pusieron el sonido más setentero de la noche y unos de los momentos que mejor cuadran en una sala como el La Creedence. La madurez musical basada en los buenos y los que han dejado su impronta para siempre. Hard rock y blues al servicio de un público contento y enchufadísimo.
Hubo un momento cuando el guitarra preguntó si había algún fan en la sala de Led Zeppelin. Claro que sí !!! Unos cuantos… Con las mismas le cedió la voz principal al bajista Joel Wildgoose para que cantase una guapísima versión del “Rock and Roll” de Led Zeppelin.
La actitud de los músicos estaba siendo de total entrega a lo que su música significa. Si las maneras de Virgil son esplendidas en todo el sentido de la palabra, la elegancia, contundencia y fiabilidad del bajista, con sus constantes poses, debe ser mencionada bien alto. Joel lleva en el grupo unas pocas semanas y demuestra un gran entendimiento con los dos hermanos.
A destacar la interpretación que el grupo, y en especial el guitarra hizo de la canción “Silver Giver” que cierra su primer disco editado en “The radium”. La imaginación y delicadeza con la que Virgil va sacando los sonidos y melodías de su guitarra dan con claridad y elocuencia la clase y habildad que tiene sobre el instrumento. Suave y lento en momentos, duro y afilado en otros, pero siempre acertado y emocional. No había visto a este hombre antes pero recomiendo que si tienes la oportunidad no dejes de ir a verlo.
El concierto fue bueno en todos los sentidos. La sinceridad y emotividad de la música que practican Virgil and the Accelerators la clave para disfrutar de hora y media de buen Hard Rock y Blues.
Dejo para el final la mención, y el agradecimiento mío particular, para el promotor y los responsables de La sala Creedence que llevan mucho tiempo haciendo que la música selecta y culta suene y se viva en directo en nuestra ciudad. Gracias.
Luis Mª Catediano