TANKARD + Crisix
Sala Santana 27, Bilbao, 24 Enero 2015
Texto y fotos: Unai Endemaño
A punto de emular la mítica portada del Morning After, acabamos el domingo después del bolo de los cerveceros de Frankfurt. Sobrepasados por el aluvión de cerveza que nos invitaron a ingerir los creadores del Chemical Invasion, sin duda muchas más de las que dictan las buenas costumbres, pero bastante menos de la que a buen seguro acabó trincándose, el carismático frontman de la formación germana.
De esta manera tan informal, por tanto, encararíamos la comparecencia etílica, sabedores de que aquello discurriría por los derroteros habituales que manejan los Tankard. Trazos gruesos para el sonido, escasa precisión y toneladas de actitud juerguista. Verdadero espíritu punki reconducido sobre las líneas maestras del Thrash metal teutón ochentero.
No sería una noche para grandes demostraciones de estilo, con la fiesta como argumento sobre el que poner todo a girar y el publico eminentemente animado desde los primeros compases de la velada. Así recibiríamos a los catalanes Crisix, recién aterrizados sobre una Santana que lucia vistosa y en la que se respiraba el tradicional buen ambiente de las mejores citas.
La puesta en escena de los thrashers catalanes sería impactante, tan eléctrica como suelen acostumbrar y con un par de flamantes telones en los que se leía «Rise» y «Rest» flanqueándoles. Imprimirían desde sus primeros minutos toda la velocidad que fueron capaces, fieles a su vertiginosa propuesta, conectando de maravilla con el sentir general del evento, mientras ejemplificaban eso del Ultra Fucking Thrash, sobre tierras bilbaínas.
Siendo como son un conjunto que ha actuado en numerosas ocasiones por estos andurriales, no se esperaban demasiadas sorpresas para esta fecha concreta. Ninguno de sus habituales golpes de efecto, sería pasado por alto de esta manera, ni el de intercambiarse los instrumentos, ni el de lanzar un globo en medio del wall of death pertinente. Puro efectismo mosher el de Crisix.
Dejarían un regusto agridulce a causa del pobre sonido con el que les permitieron oficiar, excesivamente limitado por la diferencia de galones entre ellos y los cabezas de cartel que estaban por llegar. Se mostrarían divertidos en cualquier caso, absolutamente capaces de comenzar la verbena que teníamos concertada.
Todo cogería otro brío una vez los Tankard se hubieron subido sobre las tablas. El volumen se tornaría severo al tiempo que los jefes de filas irían desgranando sus etílicas tonadillas. Gerre se haría el amo y señor del escenario bilbaíno, deambulando de una esquina a otra con su habitual estilo desgarbado, en lo que animaba a sus seguidores con un buen rollo absoluto.
Sobre la Santana se irían alternando pelotazos recientes como «Need Money for Beer» o «Fooled By Your Guts», con clásicos absolutos como «The Morning After» o «Zombie Attack», constatando la mínima evolución que han desarrollado Tankard a lo largo de sus treinta años de carrera. Un inmovilismo estilístico que sin duda les ha reportado una base de aficionados solida y duradera.
Este dato nos haría reflexionar sobre el terreno, en lo que contemplábamos lo sencillo que despachaban los de Frankfurt. Observaríamos como su empuje era la base sobre la que toda la actuación se sustentaba, sin alarde alguno para la galería, ni postureo con el que ir armonizando la experiencia. A piñón fijo y fieles a sus directrices, sería como irían metiéndose a la parroquia en el bolsillo. Montando pogos, echando risas y creando ambiente festivo, llevarían la actuación hasta el punto sin retorno en el que toda borrachera resulta divertida.
Pilotarían con soltura en lo que se auto-homenajeaban con “No One Day Dead”, y aprovecharían para acordarse de las chavalas al tiempo que invocaban su “Beauty and The Beast”. Gerre tendría tiempo para mostrar unas cuantas veces más la panza, mientras alcanzaba “Rapid Fire”, sobrevolando furibundamente sobre “Stay Thirsty” y desembocando en plancha con “Rules For Fools”.
Rescatarían entonces “Maniac Forces”, contándonos de esta manera uno de los más divertidos capítulos del Thrash centroeuropeo de los ochenta. Pasarían incluso sobre los oscuros noventa, para repasar como se merece su brutal “Minds On The Moon”, posiblemente uno de los temas más redondos que nunca hayan llegado a grabar estos señores.
Dejarían para los últimos instantes del tramo central, la popular birra espacial, y rematarían en la Santana al ritmo marcial que marcaba su “Chemical Invasion”. Subieron en esos postreros momentos a una simpática brasileira de nombre Rosinha, a quien Gerre trataría inútilmente de camelar con sus curvilíneas maneras de seductor borrachuzo. Hasta en esos menesteres los Tankard demostrarían que son auténticos animales de garito.
Dejando a un lado las lastimeras artes de seductor que nos presentaron, volvieron a la palestra para invocar al “Alien” que protagonizaba una de sus más famosas portadas. Así la verbena iría concluyendo, no sin que antes Gerre volviese a dedicar una gracieta a otra moza de las primeras filas. Se apoyaría en el chascarrillo, para presentar “A Girl Called Cerveza” y dejar que todo terminase a lo grande al son de “Empty Tankard”.
La borrachera musical dejaría paso a la que nos habíamos ido infringiendo a base de cervezas fresquitas. El ambiente continuaría siendo el de evento por todo lo alto, con los músicos sacándose fotos con todos los que lo requiriesen y con la priva corriendo alegremente entre los presentes. Como suele pasar en estos casos, a la mañana siguiente todo nos parecería un poco menos divertido, que como realmente lo habíamos vivido.
Texto y fotos: Unai Endemaño (Stun.es)