Dando más tumbos que las viejas glorias rockstar a las que todo se les permite. Así han llegado Heaven’s Basement, de las cenizas de varias formaciones fallidas, hasta el 2013. Una década después de la formación de Roadstar (de la que sólo queda su batería, Chris Rivers), parece que los británicos por fin se han asentado y han editado un completísimo disco que puede marcar el comienzo de su estabilidad.
Once temas y una (auto)versión completan Filthy Empire: un catálogo de estilos por los que la banda transita sin despeinarse, cumpliendo en cada uno de ellos.
Así, “Welcome Home” marca la salida con un poderoso rock con toques modernos que, aunque estarán presentes durante los tres cuartos de hora que dura el disco, no será, ni muchos menos, lo único que nos encontremos. “I Am Electric” nos muestra la cara más sucia, macarra y punk a base de tralla garagera en dosis de tres minutos. Con la misma facilidad, la banda llega también a los registros más melódicos y casi moñas, tal como la balada acústica “The Price We Pay” o el (más agresivo) medio tiempo “When the Lights Go Out in London” demuestran.
Y los singles. Que no se nos olviden los singles. “Fire, Fire” es un muy buen tema pegadizo y con gancho, pero es que “Nothing Left To Lose” va a ser uno de los pocos himnos que el año nos deje, sin ninguna duda, cabalgando entre el modern de bandas como Papa Roach y el rock de toda la puta vida.
Buenos temas con producción mediocre hacen disco mediocre. Sin embargo, buenos temas con una producción como esta que nos ocupa crean un resultado más que notable, en el que todos los instrumentos tienen su hueco (entre ellos, la voz de Aaron Buchanan) y consiguen no tener que echar de menos a aquellos que se quedaron en el camino.
Mención especial para guitarrazos constantes, riffs poderosos y, algo que tanto escasea en las últimas décadas, solos de guitarra que aportan melodías, que se te clavan en la memoria, y que no son simples pasajes entre estrofa y estrofa. Slash no los haría mejor.
En definitiva, un disco notable en el que cada canción suena diferente de la anterior y en el que, sin embargo, se aprecia un estilo y una clase que le da al conjunto una solidez inusual. Eso que llamamos “personalidad”.
Acertar sobre el futuro de esta banda es más complicado que tener suerte en los dados, pero creo que es momento de romper una lanza por ellos y esperar a la continuación de “Filthy Empire”. Hasta entonces, estos once temas serán entretenimiento más que suficiente.
Once temas y una (auto)versión completan Filthy Empire: un catálogo de estilos por los que la banda transita sin despeinarse, cumpliendo en cada uno de ellos.
Así, “Welcome Home” marca la salida con un poderoso rock con toques modernos que, aunque estarán presentes durante los tres cuartos de hora que dura el disco, no será, ni muchos menos, lo único que nos encontremos. “I Am Electric” nos muestra la cara más sucia, macarra y punk a base de tralla garagera en dosis de tres minutos. Con la misma facilidad, la banda llega también a los registros más melódicos y casi moñas, tal como la balada acústica “The Price We Pay” o el (más agresivo) medio tiempo “When the Lights Go Out in London” demuestran.
Y los singles. Que no se nos olviden los singles. “Fire, Fire” es un muy buen tema pegadizo y con gancho, pero es que “Nothing Left To Lose” va a ser uno de los pocos himnos que el año nos deje, sin ninguna duda, cabalgando entre el modern de bandas como Papa Roach y el rock de toda la puta vida.
Buenos temas con producción mediocre hacen disco mediocre. Sin embargo, buenos temas con una producción como esta que nos ocupa crean un resultado más que notable, en el que todos los instrumentos tienen su hueco (entre ellos, la voz de Aaron Buchanan) y consiguen no tener que echar de menos a aquellos que se quedaron en el camino.
Mención especial para guitarrazos constantes, riffs poderosos y, algo que tanto escasea en las últimas décadas, solos de guitarra que aportan melodías, que se te clavan en la memoria, y que no son simples pasajes entre estrofa y estrofa. Slash no los haría mejor.
En definitiva, un disco notable en el que cada canción suena diferente de la anterior y en el que, sin embargo, se aprecia un estilo y una clase que le da al conjunto una solidez inusual. Eso que llamamos “personalidad”.
Acertar sobre el futuro de esta banda es más complicado que tener suerte en los dados, pero creo que es momento de romper una lanza por ellos y esperar a la continuación de “Filthy Empire”. Hasta entonces, estos once temas serán entretenimiento más que suficiente.
Julen Figueras
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