GLENN HUGHES + JARED JAMES NICHOLS
Sala Arena (Madrid), 10 octubre 2015
Texto: Toño Martínez Mendizábal – Fotos: Mercedes Fernández
Glenn Hughes solo es ya un reclamo enorme para que Rock Angels decida desplazarse a Madrid. Acompañado por Aldrich, uno de nuestros hachas predilectos, y con Jared James Nichols como entrante, es un menú que no podíamos rechazar. Así es que, se prepara el viaje, se junta uno con buenos amigos y lo demás está en buenas manos.
La sala Arena presentaba un aspecto envidiable cuando el joven portento de East Troy (Wisconsin), bien acompañado por los virtuosos suecos Erik Sandin (bajo) y Dennis Holm (batería) comenzaba a zarandearnos con su blues rock de altísima escuela. Ya hemos hablado más de una vez del efecto de la tradición americana, que cautiva, casi genéticamente, y alimenta nuevos valores que, aunque sean más blancos que la leche, hacen suya la savia afroamericana que fluye ya por sus venas, le pese a quien le pese. Si es que le pesa. Así es que, unos verán en este prodigio de veintidós años el pulgar de Beck, otros en estilo crudo de Hendrix o Ray Vaughn; pero también podrían ver el relevo de Jonny Lang o la continuidad del blues del tristemente fallecido Winter. Sea lo que sea lo que vean, lo verán claro, porque este simpático y atractivo gigantón no se esconde ni engaña. Con sus no menos enormes colegas de Goteborg (lo de Suecia es de estudio) hace un alarde de voz y guitarra sin artificios ni aditamentos. Por no llevar no lleva ni púa. No la necesita. Los dedos (enormes y fuertes) y la palma de la mano son más que suficiente.
Así, con ese virtuosismo propio y una base rítmica brutal, regaló un setlist de cuarenta y cinco minutos basados en su único trabajo de estudio (Old Glory & The Wild Revival), bien aderezado por alguna cover y por saludos en español y varios “de puta madre” muy bien acogidos por el personal. Mis amigos, que ya habían disfrutado de su show (pocos, por cierto) tenían razón. Ni el disco ni los vídeos hacen justicia al fenómeno norteamericano. Hay que verle en acción en directo, como el sábado, para apreciar su auténtico valor. Porque toca y canta como un demonio, no carente de técnica pero, sobre todo, con una fuerza, una energía y un convencimiento que te atrapan. Cuando se arranca por Get Down, sigue con temazos como Crazy o empalma con una cover de Rock & Roll Hoochie Koo de Johnny Winter, te pone la carne de gallina. Cuando te hace cantar el Can You Feel It, se marca un blues winteriano o se arrodilla frente al ampli, interpretando el Playin’ For Keeps, te remata. Cuando se despide con el Mississippi Queen te deja triste y contento a la vez. Te ha sabido a poco y, aunque eres consciente de que no ha descubierto nada, estás deseando volver a ver el directo de un chavalote que vale su altura en oro y que, con aspecto de hardrockero o metalero, recoge la bandera del blues-rock, sabiendo que unos la llevaron antes y otros la llevarán después sin dejarla caer.
Caliente, muy caliente había dejado el abarrotado recinto Jared cuando, tras unos rápidos cambios en el escenario, hizo entrada la estrella de la noche: Glenn Hughes. Y si antes comentábamos lo pródiga que es la tradición musical, otra cosa es la naturaleza. Así, mientras otros ya hace tiempo que iniciaron o, lamentablemente, culminaron su decadencia, Glenn está en plena forma. Mejor que nunca. Y es cierto que cuidarse en todos los sentidos, una actitud positiva y la mejora continua (hay que ver la pedalera que lleva y cómo cambia de sonidos dando variación a los temas) hacen mucho; pero son numerosos los casos de músicos, y no músicos, que siguieron esas pautas y no han tenido esos mismos resultados.
El caso es que el Sr. Hughes, cuyo historial ni mencionaré por no ofenderle y para no hacer corto de tinta, se presentó bien escoltado por el mago de las seis cuerdas Doug Aldrich (Dio, House of Lords, Whitesnake, Burning Rain, Revolution Saints) y otro sueco de postín, como Pontus Engborg (Marco Mendoza, Legend Voices of Rock) a las baquetas. Con esos compañeros y un setlist que hace una selección de su carrera, porque para repasar toda haría falta un festival, la noche inolvidable estaba asegurada.
La purpeliana Stormbringer fue el pistoletazo de salida de un concierto que sabíamos no iba a defraudar y el público, que ya había roto el hielo con Jared, no quiso esperar a cantar y lo hizo desde el primer tema. Orion, Way Back to the Bone con solo del bajo con efecto, First Step of Love…Hughes, en un estado de forma física y mental excepcional, combinaba temas de Trapeze, Hughes/Thrall y Purple con una fuerza y un sentimiento sólo igualados por su maestría.
Uno de los highlights de la noche llegó cuando, tras una estupenda Sail Away, contó cómo su amistad con Dio (el rey para él, como para muchos) hizo que éste le presentase a su compañero de gira, el fenómeno Aldrich, con el que mantuvo contacto gracias a su amistad con David Coverdale. Tras ello, una fantástica interpretación de Good to be Bad de la serpiente blanca y el anuncio por parte de Glenn de que la esposa de Doug estaba en la sala y que la cuidásemos porque se encontraba embarazada dieron paso a un solo tremendo del rubiales (que está en el top 5 para Glenn) El fantástico guitarrista repasó técnicas y sonidos con la maestría de siempre e introdujo un larguísimo pero genial Mistreated en el que el que suscribe, que ha visto y escuchado mucho, vivió uno de los momentos más emocionantes que pueda recordar en lo musical. La exhibición de la estrella con el bajo pero, especialmente, con la voz, dando muestra de todas sus posibilidades y matices, no hay grabación que pueda atestiguarla. Sobradísimo de voz y con un saber estar fuera de toda duda, nos anunció que la música puede curar el mundo y nos recomendó que la tengamos en nuestro corazón, en nuestra mente y en nuestra alma. Así lo hacemos muchos y sabemos lo verdadera que es su afirmación, al menos en lo individual. Peace & love fue su siguiente recomendación. También nos vale.
Can´t Stop the Flood continuó con el solo de Pontus Engborg que, oculto del público lateral por las dos columnas de Marshall y Orange, se hizo notar con lo que mejor sabe hacer: tocar de maravilla y poner de manifiesto, una vez más, lo de la fantástica escuela sueca. Hughes resaltó sus 35 años y el batería hizo un buen solo, en su justa medida, para no enfriar el ambiente.
El tiempo corre rápido cuando disfrutas y, casi sin darnos cuenta, encarábamos la recta final del concierto, con la presentación de su primer tema con Black Country Communion, One Last Soul y el Soul Mover. Glenn, emocionado por la respuesta del público, había repetido que volvería el año que viene y había anunciado sus dificultades para contentar a su público y a su management grabando otro álbum, debido a sus continuas giras (this crazy fuckin’ train never stops). Con un primer final apoteósico se despidió deseando paz, diciendo que éramos magníficos y con el God bless you.
Pero el público asistente sabía que no era el auténtico final y a gritos de oé-oé- oé- oé hizo volver al excepcional trío, que regaló el Black Country Communion, con Hughes diciendo aquello de “I am a messenger/This is my profecy” sonando totalmente a tono con su discurso de toda la noche. Y, si apoteósico había sido el primer final, más lo fue el definitivo, con un Burn brutal, cantado por toda la sala hasta donde pudimos seguirle, porque el mensajero del rock se fue arriba y allí sólo están los dioses.
SETLIST GLENN HUGHES
Stormbringer
Orion
Way Back to the Bone
First Step of Love
Touch My Life
Sail Away
Good to Be Bad
Doug Aldrich solo
Mistreated
Can’t Stop the Flood
Pontus Engborg solo
One Last Soul
Soul Mover
Bises
Black Country Communion
Burn
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