Beth Hart
01/12/2015 Kulturbolaget, Malmö (Suecia)
Crónica y fotos: Julen Figueras
Generalmente, escribir una crónica temprana de lo que está por llegar a España tiene tanto de información como de promoción, adelantar lo que se puede esperar, y persuadir (o disuadir) a los indecisos que necesiten el último empujón. Éste caso es diferente. A falta de varios días para que Beth Hart deje su huella en Madrid, ya no quedan entradas para quienes se lo pensaron demasiado. La escena ha ido repitiéndose en buena parte de las ciudades por las que el tour está pasando. Fue así en Malmö también, en una Kulturbolaget abarrotadísima. Quienes repetían sabían el porqué.
Sin teloneros ni mayores presentaciones, la banda apareció sobre el escenario a eso de las ocho. Esperaban ahí arriba las guitarras, el bajo y la batería, clásicos instrumentos del conjunto de rock. En medio, un piano. Y sobre éste, unas velas de pega: quizá lo único falso en todo el concierto. Arrancó la noche con una versión guitarrizada de «Might As Well Smile», con la banda todavía un poco fría y sin el apoyo de vientos y teclados que tan bien arropan el tema en estudio. El sonido tardó también una o dos canciones en ajustarse a la perfección vocal de Beth pero, una vez que lo hizo, no hubo forma de quitar el ojo del escenario. Cuando Beth Hart se levanta de la banqueta y se acerca al borde del escenario, se convierte en una frontwoman cuyo magnetismo obliga a seguirla con los cinco sentidos. Cuando vuelve a sentarse frente al piano, evoca a esas grandes del jazz cuya voz hace olvidar el resto de instrumentos. Sin necesidad de hacer grandes contorsiones vocales, la variedad, la gracia y el poderío que desprende Hart desde sus cuerdas vocales son dignas de admirar en riguroso silencio. Fuerte, suave, más cerca o más lejos del micrófono, siempre ese color inconfundible. Incluso los silencios mantenían la intensidad de la interpretación. Podrían haber sido doce canciones a capella y las sensaciones no habrían sido muy diferentes.
Claro que las canciones también contribuyen. El catálogo de Hart no es ni mucho menos perfecto, pero tiene un buen puñado de temas que llegan a lugares profundos, como «Good as It Gets» o «Better Than Home». Y, aunque el hecho de llevar una banda más de rock que de rythm & blues hizo que buena parte del repertorio sonase distinto al original, también sirvió para mostrar su calidad al desnudo. ¿No es ésa una de las pruebas de fuego de la buena música? Canciones como «The Ugliest House on the Block» o «St. Teresa» son tan buenas y emocionantes con una big band como con un par de guitarras acústicas. Y todos las disfrutamos. Hart encuentra su público, más heterogéneo de lo común, en rockeros lo suficientemente abiertos como para dejarse arrastrar por sonidos suaves, así como en un público más variado que, arrastrado quizá por algunos de sus éxitos más radiados y más pop, aprecia también la vertiente más salvaje de su música. Así levantaron los ánimos «Bang Bang Boom Boom», o las más rockeras, pesadas y eléctricas «Sick» y «Trouble».
El concierto estaba seguramente ganado antes de empezar. Entramos sonrientes y salimos más sonrientes. El carisma de la cantante, radiante, un poquito loca, espontánea y comunicativa, es difícil de ignorar. Agradeció los aplausos, agradeció el silencio mientras la música sonaba, y nos contó historietas sobre las canciones que iba interpretando, haciéndolas más verdaderas ante nuestros oídos. No hubo lugar para la impostura. Nos habló de su mierda de vida como drogadicta, de su pánico escénico, de su marido y de sus amigos. Se quedó en blanco en mitad de una canción y lo resolvió con tanta soltura («¡Se me ha ido! ¡He olvidado el puto acorde que venía ahora! ¿lo sabéis vosotros?») que uno no podía sino disfrutar del error como parte inherente de esa verdad que nos contó durante casi dos horas. Puedes fingirlo durante un rato si tienes una voz buena, puedes fingirlo durante otro rato si tu música es suficientemente potente. Pero no hay forma de que te rasguen el estómago si no es con carisma, temas y una interpretación como la de Beth Hart.
Como las piezas de orfebrería echas a mano, cada concierto de Beth Hart es una experiencia particular, mitad en lo que la artista ofrece y mitad en lo que la audiencia percibe. La taquilla está cerrada, las puertas están a punto de abrirse, y en Madrid sólo queda disfrutar de un show para no olvidar.
Julen Figueras
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