Un nuevo disco de Berri Txarrak (malas noticias, traducido) es, a pequeña escala, todo un acontecimiento. Dos años de espera se hacen largos cuando la banda de Lekunberri (Navarra) ha venido publicando discos cada vez más contundentes, con un estilo cambiante pero de nítida personalidad. El euskera no ha sido obstáculo para granjearse una cantidad asombrosa de fans por todo el mundo (y si lo ha sido, han sabido sortearlo con elegancia), sin par entre los grupos del Estado con estilos similares. Y, sin embargo, “Haria” aparece como un buen disco que, al ponerlo junto a sus obras previas como “Jaio.Musika.Hil” o “Payola”, palidece y cansa desde la primera escucha.
En los tres cuartos de hora que dura hay margen para algunas canciones a la altura de lo que cabría esperar, como el arrollador inicio con “Sugea Suge” (Serpiente) y la que le sigue, “Albo-Kalteak” (Daños Colaterales), sendas declaraciones identitarias al nivel de sus mejores trabajos. Dejando un poco de lado los gestos más stoner que pudimos escuchar en “Payola”, los temas rápidos y agresivos abundan, pero no monopolizan el estilo: “Haria” (Hilo) mezcla contundencia con melodías más pop que poco a poco están dominando el conjunto de la música de los navarros. No es una constante, como lo demuestra “Guda” (Guerra), una de las mejores composiciones del álbum; pero se convierte en una molestia recurrente que tiene el cénit en La Balada, llamada “Iraila” (Septiembre), una insulsa pieza con menos corazón que intención.
El disco llega a su mitad y uno se pregunta si no va a haber lugar para sorpresas. Suena a ellos, eso está claro, pero la personalidad distinguida que cada uno de sus trabajos anteriores nos mostraban aquí desaparece, y es más bien un conjunto de temas que pudieron haber sido sacados de descartes de etapas pasadas. “Harra” (Gusano), al igual que “Makuluak” (Muletas), suenan bien o quizá muy bien, pero pasan desapercibidas y se quedan, por tanto, en prescindibles. Y sigue ahí el sonido pop, las melodías para treceañeras.
“FAQ” suena también al pasado, pero consigue reenganchar al oyente, todos los elementos están en su sitio perfecto y las “dudas frecuentemente preguntadas” resuenan en la mente y te obligan a plantearte en qué clase de sociedad queremos vivir.
“Non Bestela” (Dónde si no) mantiene el pulso, innova en la medida de lo posible, pero no aúpa el conjunto y “Soilik Agur” (Tan sólo adiós) contiene algunas buenas ideas rebozadas en pop sentimental, que no ayudan a conservar a los fans más extremos de los euskaldunes, que añoran una rabia musical que ahora sólo asoma de cuando en cuando, y que quizá escapó por la puerta cuando por ella salieron bajista, batería y guitarrista, dejando a Gorka Urbizu al timón de un barco que ya es sólo suyo por derecho propio.
Para completar, sin redondear, uno de los álbumes más vendidos del año en su estilo, “Lehortzen” (Secándose) nos deja cuatro minutos de ciertamente desconcertante música, lenta, sinuosa, y también atractiva, pero que no satisface.
Lamentablemente, la escalada (en calidad) que Berri Txarrak ha llevado prodigiosamente a cabo durante la última década no ha podido seguir el curso ascendente, y “Haria” decepciona más de lo que se disfruta. Pero no hay drama: tenemos “Malas Noticias” para rato.
En los tres cuartos de hora que dura hay margen para algunas canciones a la altura de lo que cabría esperar, como el arrollador inicio con “Sugea Suge” (Serpiente) y la que le sigue, “Albo-Kalteak” (Daños Colaterales), sendas declaraciones identitarias al nivel de sus mejores trabajos. Dejando un poco de lado los gestos más stoner que pudimos escuchar en “Payola”, los temas rápidos y agresivos abundan, pero no monopolizan el estilo: “Haria” (Hilo) mezcla contundencia con melodías más pop que poco a poco están dominando el conjunto de la música de los navarros. No es una constante, como lo demuestra “Guda” (Guerra), una de las mejores composiciones del álbum; pero se convierte en una molestia recurrente que tiene el cénit en La Balada, llamada “Iraila” (Septiembre), una insulsa pieza con menos corazón que intención.
El disco llega a su mitad y uno se pregunta si no va a haber lugar para sorpresas. Suena a ellos, eso está claro, pero la personalidad distinguida que cada uno de sus trabajos anteriores nos mostraban aquí desaparece, y es más bien un conjunto de temas que pudieron haber sido sacados de descartes de etapas pasadas. “Harra” (Gusano), al igual que “Makuluak” (Muletas), suenan bien o quizá muy bien, pero pasan desapercibidas y se quedan, por tanto, en prescindibles. Y sigue ahí el sonido pop, las melodías para treceañeras.
“FAQ” suena también al pasado, pero consigue reenganchar al oyente, todos los elementos están en su sitio perfecto y las “dudas frecuentemente preguntadas” resuenan en la mente y te obligan a plantearte en qué clase de sociedad queremos vivir.
“Non Bestela” (Dónde si no) mantiene el pulso, innova en la medida de lo posible, pero no aúpa el conjunto y “Soilik Agur” (Tan sólo adiós) contiene algunas buenas ideas rebozadas en pop sentimental, que no ayudan a conservar a los fans más extremos de los euskaldunes, que añoran una rabia musical que ahora sólo asoma de cuando en cuando, y que quizá escapó por la puerta cuando por ella salieron bajista, batería y guitarrista, dejando a Gorka Urbizu al timón de un barco que ya es sólo suyo por derecho propio.
Para completar, sin redondear, uno de los álbumes más vendidos del año en su estilo, “Lehortzen” (Secándose) nos deja cuatro minutos de ciertamente desconcertante música, lenta, sinuosa, y también atractiva, pero que no satisface.
Lamentablemente, la escalada (en calidad) que Berri Txarrak ha llevado prodigiosamente a cabo durante la última década no ha podido seguir el curso ascendente, y “Haria” decepciona más de lo que se disfruta. Pero no hay drama: tenemos “Malas Noticias” para rato.
Julen Figueras
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