AT THE GATES – Crónica (7/3/2015)

AT THE GATES + WORMED + SOUND OF SILENCE
Sala Santana 27, Bilbao, 7 Marzo 2015
Texto y fotos: Unai Endemaño

Casi veinte años hemos tenido que esperar para que At The Gates regresasen a Vizcaya. Diecinueve años concretamente, en los que el mundo del Metal ha cambiado de arriba abajo, devorando a muchos de los grandes nombres  que por aquellos tiempos partían la pana y honrando merecidamente a quienes tuvieron una aportación meritoria. Los de Goteborg son sin duda, de los que se engloban en este segundo grupo, el de los que marcaron a fuego su personalidad y han agrandado su leyenda con el paso de los años. Concis como el de la Santana, refrendan esta teoría.

Días antes del bolo, ya se palpaba la emoción que suelen llevar consigo las grandes citas, con la legión de aficionados al Death Melódico aguardando impacientes, la correspondiente venida de los padres fundacionales. Llegarían en sábado para remarcar aún más el carácter festivo del evento y coincidiría con una victoria balompédica del Athletic frente al Madrid, con lo que el ambiente de jolgorio, andaría potenciado para cuando les tocara subirse a las tablas.

Unas horas antes sin embargo, cuando aún andaba la gente aterrizando sobre la Santana, Sound Of  Silence aparecerían sin demasiado alboroto. Aún quedaría mucha tropa por acercarse hasta la sala y aquello quedaría tristemente desangelado, con los astures aplicando cera sin importarles demasiado si lo hacían ante treinta que trescientos. Presentarían su último Anochecer con toda la vehemencia que fueron capaces, a pesar de que ya desde los primeros compases, sufrieron una desgraciada zancadilla técnica que les iba a cortar el ritmo.

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Nefta entretendría a los presentes con chascarrillos más o menos ocurrentes, hasta que el lapso de tiempo se estiró en exceso y, literalmente, se quedó sin ocurrencias con las que pasar el mal trago. Por fortuna se recompondrían admirablemente, una vez solventaron el percance, desplegando a buen volumen su condenadamente técnico Metalcore. Les vislumbre bastante más rodados que la última vez que pude presenciarles, aunque su propuesta, continúe redirigiéndome hasta los Black Dahlia Murder, más de lo que quisiera. En cualquier caso, la madurez con la que intervinieron fue gratificante.

A pesar del buen tono con el que había comenzado la velada, tornaría mucho más espectacular una vez que Wormed se hiciesen con los mandos de la nave. La velocidad desde el escenario pasaría a ser estratosférica y los cambios de ritmo, imposibles de seguir para la mayoría de los mortales. El Brutal Death que desplegarían los madrileños, hubiese rivalizado en técnica con el que acostumbran gigantes del género como Cryptopsy o Dying Fetus, mostrándose los madrileños absolutamente capaces y resolutivos, excesivos se mirase por donde se mirase.

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La incontestable apisonadora que soltarían sobre los asistentes, dejaría a más de uno descolocado, sin asidero desde el que soportar semejante andanada metálica y es que, no fueron pocos los que acabarían abrasados frente a tanta brutalidad. Muchos serían los fans de At The Gates, que no esperaban toparse con semejante morlaco embravecido, a quienes la particular voz “gorrina” a lo Disgorge, les sentaría como una patada en los mismísimos. Técnicamente perfectos, a pesar de no ser una banda que servidor hubiese escogido para telonear a los jefazos suecos.

Llegarían los mencionados, a las puertas de brindarnos un concierto inolvidable, diecinueve años después y con su intro de acento mexicano, bendiciendo la malsana liturgia. Descorcharían al igual que con su último trabajo, al ritmo poderoso que imponía “Death and the Labyrinth”, otorgando importancia desde el principio, al redondo que habían venido a presentar. Sobre él se montaría gran parte de la contienda, sobre unos nuevos cortes que la banda jamás consideraría accesorios.

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La fiesta absoluta sin embargo, arrancaría con el otro gran pilar que sostendría la actuación de los suecos. El Slaughter of the Soul, claro está, haría acto de presencia para provocar la locura en medio del recinto bilbaíno. Empezando por el apabullante tema título y continuando con el no menos destructivo “Cold”, el combo despejaría cualquier duda sobre su estado de forma. El implacable sacrificio seguiría tan afilado, como lo recordábamos hace un par de décadas.

Alternarían otro de los grandes puntales de su último opus, el que daba nombre al redondo, para obligar una vez más a los presentes al cabezeo indiscriminado, hasta que Tomas Lindberg destaparía la dupla mortífera que conformaban “Terminal Spirit Disease” y “Raped By The Light of Christ”, ambas recitadas por gran parte de los asistentes, entres sentidos pogos y recuerdos de otros tiempos.

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El rubio cantante oficiaría glorioso, con su tradicional gorra de camionero enfundada, iría recorriendo el escenario una vez tras otra en lo que sus compañeros se quedaban con su particular parcela de terreno. La legendaria frialdad sueca, volvería a dar lugar a comentarios, más cuando uno contemplaba las supuestas caras largas de los hermanos Bjorler, al tiempo que clavaban todas y cada una de las notas que precisaban. Obviamente, no encontraríamos motivos de queja en este aspecto.

Sin tiempo a demasiados análisis, nos veríamos aplastados “Under the Serpent Sun”, en lo que nos percataríamos del elevado número de veces que la voz de Lindberg se apoyaba con el reverb, sin modificar en absoluto el sonido original, pero  amplificando hábilmente el veloz fraseo que iba escupiendo. Sería lo menos perfecto de At The Gates, por tratarse del componente humano, pero también sería lo más disfrutable de ver.

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Continuaríamos nuestro viaje por los orígenes del Death Melódico, con alguno de los cortes que antecedieron la creación del estilo, como “Windows” sin ir más lejos, en los que la audiencia reverenciaba a sus ídolos y con otros que ya podrían incluso ser considerados como fundacionales, caso de “Suicide Nation”, en los que la perfecta mezcla de velocidad y harmonía, impulsaban a casi toda la zona delantera a bramar en salvaje sintonía.

El aliento tendríamos que irlo a buscar en “Heroes and Tombs”, uno de los pocos momentos que la banda dejaría para coger aire antes de volver a disparar “Nausea”, sin preocuparse por quien caía a su paso. Tendríamos que catar pogo a esas postreras alturas de la velada, imbuidos por la percusiva metralleta que conformaba Adrian Erlandsson desde su batería, atrapados en medio de un mosh en el que las caras conocidas nos saludaban, al tiempo que chocábamos.

Observaríamos una vez más la pétrea estampa del par de hermanos que llevan veinte años cimentando el Death Melodico como tal, primero con At The Gates, y durante muchos años más, con The Haunted. De mientras nos volveríamos a meter en harina con World Of Lies”, solo un segundo después de que terminásemos besando el “Burning Darkness”, para decir hasta luego a la banda.

Volverían con el par de temas más celebrados de su carrera, el descomunal “Blinded By Fear” y el sombríamente bello “Kingdom Gone”, dos himnos absolutos del Death Metal sueco, que a día de hoy siguen resultando atronadores y perfectos, Ideales se nos antojarían para cerrar poco antes de que la banda decidiese interpretar “The Night Eternal”, a modo de epilogo envenenado. Con el terminaríamos nuestro particular viaje por el laberinto musical de At The Gates.

Texto y fotos: Unai Endemaño