ALCATRAZ FEST, Cortrique (Bélgica), 13/14/15 Agosto 2021
Primeramente he de decir que el mes de retraso en escribir esta crónica ha servido para tener la certeza de que todas las medidas anti COVID tomadas por la organización del festival han sido exitosas y no se produjo ningún brote durante la celebración del mismo.
Primavera de 2021. Según iban avanzando las semanas e íbamos asistiendo a la progresiva cancelación de todos y cada uno de los grandes eventos programados en Europa, todo parecía presagiar otro verano en blanco, al igual que el de 2020. El 8 de junio anunció su aplazamiento a 2022 el alemán Summer Breeze, en el que mis compañeros de fatigas y yo teníamos depositadas nuestras últimas esperanzas. Se ve que su propuesta no consiguió convencer al gobierno de Baviera. Las ediciones reducidas del checo Obscene Extreme o del esloveno Metal Days tampoco resultaban lo suficientemente atractivas como para atravesar el continente.
Pero solamente dos días después, el ministro de salud belga, Frank Vandenbroucke, anunció en una rueda de prensa que los espectáculos al aire libre de hasta 75.000 personas, estarían permitidos a partir del 13 de agosto en el país de Tintín. Eso dirigió nuestras miradas al Alcatraz, en Flandes, un evento de 12.000 personas diarias que comenzaba justamente ese mismo fin de semana, y del que me sonaba haber visto carteles interesantes otros años, pero por el que nunca nos habíamos decantado.
La condición para acceder era simple: estar en posesión de un certificado de vacunación o de recuperación, o tener una PCR negativa en las últimas 48 horas. Quien no dispusiera de dicho documento debería realizarse una prueba de antígenos en el mismo lugar, aunque la información disponible en su web resultaba un poco confusa.
Así que, la víspera de la fecha marcada a fuego en el calendario, llegábamos a la coqueta ciudad de Cortrique, muy cerca de la frontera francesa. Un par de días antes ya se había colgado el cartel de Sold Out, a pesar de la caída a última hora de las bandas británicas e islandesas, supongo que debido a las cuarentenas impuestas en sus respectivos países a la vuelta. De hecho podría decir que casi todas las bandas del cartel procedían de Europa continental.
Como los alrededores del recinto carecen de aparcamiento, todos los asistentes debían pasar por el llamado Parking XPO, una especie de feria de muestras al estilo del BEC de Barakaldo, aunque bastante más pequeña, pero con suficiente espacio como para albergar estacionamiento para varios miles de vehículos. Además, en uno de los pabellones se había instalado el control del famoso pasaporte Covid, que el primer día abría a las 6 de la mañana. Una vez que se superaba dicho control, y ya en posesión la pulsera Covid Free, la mascarilla y la distancia social ya no eran necesarias. Todos los días había que pasar por ahí (las pulseras eran de diferente color para cada uno de los tres días), y en el camping existía otro control similar para los instalados allí. A pesar de lo que se podría pensar, ese trámite se hacía de una manera muy ágil y en ningún momento vi que se formara ninguna cola. Incluso había un pasillo independiente para los que iban en bici, que eran numerosos. Por cierto, a aquellos que no disponían de certificado de vacunación les hicieron la prueba rápida allí mismo cada día, sin coste alguno.
Una vez hechas estas aclaraciones, comencemos con el resumen de las tres agotadoras jornadas del Alcatraz 2021.
Viernes 13: La vieja normalidad.
En el momento que uno obtenía su pulsera Covid Free en el Parking XPO, una flotilla de autocares trasladaba a los asistentes desde allí hasta el recinto (el paseo a pie podía llevar más de media hora). La sensación de volver a montar en un transporte público sin mascarillas, rodeado de decenas de personas, se hacía rara y a la vez liberadora. Parecía como si una máquina del tiempo nos hubiera trasladado hasta hace 2 años.
En la entrada , como es lógico, había que hacer la cola para obtener la propia pulsera del festival, cosa que no llevó más de 2 minutos. De nuevo chapó para la organización.
Una vez dentro, y tras una primera exploración para ubicarse y adquirir fichas para bebida, las primeras sensaciones fueron positivas. Como si de un Hellfest en miniatura se tratara, los escenarios se distribuían de la siguiente manera: Abarcando la mayor superficie teníamos el Open Air , también llamado Prison Stage. Frente a él una carpa de grandes dimensiones o Swamp, y en un rinconcito otra carpa más pequeña llamada La Morgue.
Los precios de la bebida, como en casi todos los festivales de este calibre (también en España), no eran populares, unos 3 euros la caña de 25 cl. Pero he de decir que había un espacio a la izquierda del escenario principal, llamado “El Presidio”, donde aparte de sonar buena música durante todo el día, se podían conseguir cervezas belgas especiales a precio de ganga (por ejemplo pintas de Kameliet o de Turbeau Noir por 4,5 euros). Sobre los puestos de comida y merchan no puedo opinar porque apenas me acerqué.
En lo estrictamente musical, la jornada comenzó en el Swamp con Brutus, una banda desconocida para mí, pero de las que más positivamente me sorprendió , en especial su batería-cantante Stefanie Mannaerts. Habrá que seguir con atención la trayectoria de estos belgas que practican un post-hardcore alejado de lo convencional.
El primer concierto que presencié en el Open Air fue el de los canadienses Unleash the Archers, posiblemente el único grupo del otro lado del charco de todo el Line-up . A pesar de que su estilo no es santo de mi devoción (Power Metal mezclado con Heavy Metal tradicional), entre la emoción por poder finalmente disfrutar de un concierto rodeado de miles de personas, y su potente sonido (a destacar la voz de la front-woman Brittney Hayes), me fui con un estupendo sabor de boca.
Quizás el primer plato fuerte del día fueran los portugueses Moonspell, que traían bajo el brazo su reciente Hermitage, del que tocaron varios temas en la primera parte de su actuación, para más adelante tirar la carpa abajo con las celebérrimas Opium o Alma Mater. Por cierto , me llamó mucho la atención el cambio de look de Fernando Ribeiro, el cual se ha cortado la melena.
De vuelta al Open Air, se encontraba la ex-Nightwish Tarja demostrando por qué es una de las “Female Voices” más top del gothic metal sinfónico, incluso varios años después de iniciar su carrera en solitario.
Presencié un rato el directo de los black metaleros Mayhem , que me aburrieron un poco. Lo cierto es que de lo que realmente tenía ganas era de volver a ver a los míticos At the Gates, padres del death metal melódico. Tenía un poco de miedo a que centrasen el bolo en su último trabajo “The Nightmare Of Being”, que no me ha llegado a convencer, pero nada más lejos de la realidad. Los clásicos “Slaughter of the Sun”, “Cold” o “Under a Serpent Sun” hicieron las delicias de los que nos gustan los moshpit y el crowd surfing, a pesar de que la voz de Thomas Lindberg sonaba floja para mi gusto.
Cerraban el primer día los holandeses Épica, pero el cansancio después de una jornada de reencuentro con muchas emociones fuertes, me hizo encaminarme a descansar a la furgoneta, y eso que los conciertos terminaban antes de la 1 de la mañana.
Sábado 14: Escandinavia al poder
Tras volver a leer el código QR del pasaporte Covid por el control y, hoy sí, esperar un poco de cola para coger el autobús (se notaba que era sábado y la afluencia de público era mayor), entramos para ver a Omnium Gatherum en el Swamp. Los finlandeses, a los cuales tuvimos la oportunidad de presenciar en Burgos como teloneros de Dark Tranquillity hace unos años , dieron posiblemente el mejor concierto del día en la carpa. De hecho sonaron bastante más potentes que los suecos, que casualmente también tocaron en el mismo escenario 3 horas después. Aún así, siempre emociona escuchar la voz de Mikael Stanne, cantante de estos últimos.
Tenía muchas ganas de ver a los también suecos Hypocrisy, ya que no se prodigan mucho por festivales, y que cuando telonearon a Amon Amarth en Madrid hace casi 2 años sólo llegué a escuchar un tema. Las huestes de Peter Tägtren no defraudaron, pegando un repaso a casi toda su carrera, formándose también grandes pogos , en especial con los temas más antiguos.
Tras acercarme al escenario principal para curiosear a ver qué tal sonaba el nuevo proyecto de U.D.O. Dirkschneider, en el que canta material de su antigua etapa en Accept, tocaba regresar a la carpa para envolverse en las atmósferas black metal de Emperor. Sin ser el mejor concierto que haya escuchado de los noruegos, sí que superó con creces al del día anterior de Mayhem. (También me gustan bastante más, todo hay que decirlo)
Por último, cerraron el sábado de Alcatraz unos (para mí) desconocidos Heilung. Lo que había escuchado de ellos me había parecido un poco sosainas a decir verdad. Un folk oscuro y experimental, que recoge el testigo de lo que podría hacer por ejemplo Wardruna, y que se ha puesto últimamente de moda tras el éxito de bandas sonoras de series como Vikingos. Sin embargo, el espectáculo que presencié en Cortrique me dejó boquiabierto. Una tribu de personajes vestidos con cuernos de animales y portando instrumentos tradicionales, junto a una cohorte de soldados de la Edad del Bronce, blandiendo lanzas y escudos, mientras sonaban gritos guturales, percusiones, entremezcladas con la voz femenina de Maria Franz. Como si Neonymus fuera un grupo de música. La verdad es que el show de la banda germano – escandinava, que finalizó con unos fuegos artificiales, le puso el broche final perfecto a la segunda jornada del festival.
Domingo 15: Misa en la iglesia de Ra
Comenzaba el tercer y último día con el momento Viña Rock del fin de semana. Y es que abrían el escenario principal los rusos Russkaja, a los que ya había visto un par de veces en el festival albaceteño, y que a decir verdad no parecía que pintaran mucho en Alcatraz. Para mi sorpresa, no éramos pocos los que estábamos accediendo al recinto antes de las 11 de mañana para bailar al ritmo de su propuesta ska-brass. Un concierto muy divertido que tuvo que ser detenido durante unos minutos para sacar en camilla a una chica que tuvo una mala caída en el pogo.
Habiendo entrado tan temprano, y teniendo que guardar fuerzas para los platos fuertes que tocaban ya casi de noche, la mejor opción era pasar el día en la barra de El Presidio, haciendo de vez en cuando pequeñas incursiones para ver el electo de artistas que iban desfilando por los escenarios de Alcatraz: Los hard rockeros Eclipse, que pese a no tratarse de mi estilo favorito, sonaron genial. Los black metaleros Marduk, en el Swamp, que al igual que con Mayhem el viernes, ni fu ni fa. Los ucranianos Jinjer, que últimamente parece que están en todos los saraos. El karaoke colectivo del All we are durante el concierto de Doro. Los siempre animados Eluveitie….
Pero el momento estelar de la jornada lo protagonizaron los locales Amenra. Con una carpa a reventar, la banda de post metal procedente del mismo Cortrique, jugaba en casa. Durante una hora que se hizo cortísima, pudimos disfrutar de una increíble experiencia sonora, a la par que visual, con las hipnóticas proyecciones que acompañaron la media docena de cortes que ofreció el flamante nuevo fichaje de Relapse Records (Hay que tener en cuenta que la duración media de cada tema es de unos diez minutos).
Con la sonrisa en la cara, todavía quedaban fuerzas para ver de lejos a los alemanes Kreator, mientras ejecutaban las celebérrimas “Flag of hate” o “Pleasure to kill”, que de no haber sido a última hora del último día, bien hubieran merecido participar en el moshpit.
Cuando parecía que ya no quedaba música en directo, todavía seguían sonando en La Morgue los belgas Wiegedood, los que me sorprendieron con un Black Metal muy fresco, todo lo contrario a otras bandas más consagradas del mismo estilo que había visto a lo largo del fin de semana sin pena ni gloria.
En resumen , un diez para organización por organizar un evento de este tipo en los tiempos que corren y un diez también para las autoridades de Bélgica por permitirlo.
Rodrigo Trascasa (The Lux Team)