PHIL LANZON – 48 seconds (2019) review

PHIL LANZON ha vuelto.

Excelso compositor y privilegiado teclista, actualmente, y desde finales de la década de los ochenta, miembro de pleno derecho de los legendarios URIAH HEEP.

Con una hoja curricular previa que cuenta con rúbricas del tallaje de MICK RONSON (indispensable en la carrera de DAVID BOWIE, MORRISSEY o IAN HUNTER, así como músico de tour para VAN MORRISON o BOB DYLAN), CHRIS SPEDDING (ROGER DALTREY, PAUL McCARTNEY, ROXY MUSIC…), JOHN LAWTON (URIAH HEEP), NEIL CARTER (UFO, GARY MOORE), THE SWEET, el acto menor altamente apreciado de GRAND PRIX o LIONHEART.

Nótese que he usado, de forma calculada y con obstinada premeditación, la negrita para reforzar y oscilar en el entrelazado de carreras que resulta de este impresivo árbol genealógico que cubriría, ¡y de qué forma!, un alucinógeno planeo sobre el horizonte más recurrente del GLAM ROCK, el sofisticado POP-ROCK de apareamiento elitista, el HARD ROCK, el PROG menos intrincado, el ROCK a secas con denominación de origen, el BLUES o la música de autor.

, lo he hecho para intentar comprender el por qué, con su consecuente colisión, de las dos entregas de Mr. Lanzon y es que, en la armoniosa conjura neuronal de este inabarcable escritor pentatónico, no es difícil llegar a la conclusión de que su modus operandi se ha convertido en su modus vivendi. Un desarrollo que ha necesitado de un desencadenante, atenuantes, agravantes y consecuencias de todos ellos.

Desde finales de los años sesenta y hasta el momento presente, la absorción de influencias y estilos, el aprendizaje, desarrollo y acercamiento a rutilantes estrellas, el confort exprimido en la estabilidad del renombre y el amalgama generacional nutrido en la inquietud, tan solo podría ser traducido hacia nuestros receptores emocionales de una forma: con ese acertado manto que alberga en indecorosa intimidad al PROG de ligereza compromisaria, la música Sinfónica sin rayar en lo paranoide, el Rock de reconocimiento instintivo y escarceos de eclecticismo insondable.

Si bien la fórmula parece repetirse, erramos parcialmente en la apreciación. Y es que tras ese cerrado menú diamantino de reserva cercana a la disuasión, especialmente para todo aquel que buscaba una degustación inmediata y una ajustada relación en la impresión del ticket final (la cuantía  de “If You Think I´m Crazy” resultó panorámicamente inasumible), tan sólo dos años después recibimos un suculento manjar cuya tasación mercantil distará océanos del incalculable valor sentimental con el que será obsequiado todo aquel afortunado, ligeramente educado, en el arte de reprimir la represión.

¿Por qué? Por la restructuración.

Sólo han pasado dos años, bien aprovechados, para indagar en el ingenio y han bastado para conseguir limar las aristas que quizás amedrentaron al menos efusivo con lo reaccionario. La necesaria remodelación de impacto general se ha conseguido redondeando las formas, recurriendo a una mayor integración de la metáfora al concepto más básico, manteniendo el calado de su fondo y, sobre todo, proyectando las esencias para conseguir trufar, disimuladamente, lo que a priori podría haber pasado por ser un bocado de ampliación comunitaria.

Otro de los aciertos máximos de la fórmula es la continuidad en la relación con parte del equipo que desarrolló la anterior carta: dos de los principales vocalistas y el soporte técnico (el productor e ingeniero técnico Simon Hanhart y el arreglista Richard Cottle, este último ha trabajado con gente como: CHARLIE, ALAN PARSON´S PROJECT o JOHN PARR) que contribuyeron a capear parcialmente ese clima revoltoso de experimentación de su debut. 

Pero en las novedades, dos y sustanciosas, también ha hallado triunfo. Por un lado, la despampanante voz femenina de Mim Grey, y por otro la participación y adecuación, para ambas partes, de la LONDON TELEFILMONIC ORCHESTRA, ampliando las dimensiones subconscientes de esta onírica visión y encajando secciones precisas que se antojan imprescindibles tras la asimilación.

Por supuesto Phil se encarga de todas las teclas (pianos, Hammond, Rhodes, etc…) y pone su narrativa voz al servicio del exceso de hilo aún pendiente de su cálido y enmarañado caparazón presentado en 2017: el folkie británico en Road To London o el particular sentido orquestal que subyace en las expresiones del artista, su épica progresiva y el posterior éxtasis. Corrientes que quizás sean los mayores escollos para el seguidor medio del Rock más presencial y que se nos introducen en la instrumental Azura´s Theme y en la final y tremendamente cinematográfica 48 Seconds que cuenta con la historia (el terremoto de San Francisco de 1906) y los efectos especiales (dramáticos coros infantiles y de escolanía mixta en angustiosa lírica) complementando así la reciprocidad de fantasear.

A partir de ahí toda una odisea sonora amaestrada para el alcance sensorial mayoritario y apostada, con sumo gusto, en las cuerdas vocales de tres invitados, a los que yo recomendaría como compañeros inseparables, que demuestran ser tan necesarios como un lujo ante la adversidad:

John Mitchell (ARENA, FROST, KINO), Miriam Grey también conocida como Mim Grey, sorprendente vocalista, compositora e instrumentista inglesa y cuya admiración le es profesada por el mismísimo TOM JONES, y Andy Makin, vocalista poco conocido y que participó en el segundo disco de los PSYCHO MOTEL de Adrian Smith (IRON MAIDEN).

Este último afronta incontestablemente lo que a mi parecer resalta como el mejor tema del álbum y de los que he escuchado en los años recientes con la etiqueta Prog-AOR: Look At The Time.

A partir de hay saciarás tu gula con sabores que van de T REX a ROYAL HUNT, de BRAZEN ABBOT a CATS IN SPACE, de IT BITES a MIKE OLDFIELD. Del HARD ROCK de los años setenta al Sinfónico con norte, del AOR al Folk, del Glam al Prog menos hilarante, de la balada al cielo rojo y del infierno azul al medio tiempo con un trabajo exquisito de adhesión de trompetas, trombones, saxofón, violines, cellos y violas. Un escenario necesario para alcanzar un paroxismo de excitación inherente a esa música destinada a traspasar fronteras terrenales y temporales.

Demasiados datos y muchas letras, pero es que esto no es agua de borrajas y creo que me he infectado con la contestación a aquella pregunta lanzada en 2017 por el artista: “¿Creéis que estoy loco?” Rotundamente sí, pero… Bendita y contagiosa locura.

Directo al “top ten” de este 2019.

Jesús Alijo «Lux»