¿Qué hacemos con las descargas?

Parece que el fenómeno del intercambio libre de música es a estas alturas una realidad insorteable, y que ningún Estado va a poder afrontar sin controversia. Lo cierto es que, independientemente de la sugerente idea de una cultura libre y gratuita, hay muchos intereses económicos en juego (los de la industria, los de los artistas, los de los Estados, los de los consumidores) que son los que, al fin y al cabo, determinan las políticas de cada país.

En lo que nos incumbe, podemos decir sin problemas que en España la legislación y la jurisprudencia reflejan claramente que el intercambio de música, cuando no interviene el ánimo de lucro, no es ilegal. A pesar de las constantes campañas del Gobierno («robar es delito», «ahora la ley actúa», «si eres legal, eres legal»), no sólo colectivos sociales sino los propios jueces han quitado la razón al lobby de la industria, que ha pretendido (a través de la Ley Sinde sobre todo) poner puertas a un campo del que ya no son dueños.

En otros países de Europa o al otro lado del Atlántico, las leyes tampoco han conseguido encontrar un equilibrio entre la defensa de los derechos de propiedad intelectual, los derechos individuales y la proporcionalidad de las sanciones.

Ahora bien, ¿qué hacen los artistas y su entorno? Sin el afán de ser exhaustivos (y obviando los casos de grupos pequeños, que en muchas ocasiones se benefician de los sistemas actuales de descargas), aquí van cuatro ejemplos (dos domésticos y dos internacionales).

Uno. En España, unos aburguesados Extremoduro tuvieron que publicar anticipadamente su último disco, «Para todos los públicos», al haber sido filtrado (para todos los públicos, irónicamente) dos semanas antes en Internet. La banda, que ya ha mostrado anteriormente alguna incoherencia entre discurso y acto, publicó un comunicado en el que terminaba autocitándose y diciendo «Iros todos a tomar por culo«.

Dos. Cuando Los Suaves publicaron su (esperemos que por ahora) último disco, «Adiós, Adiós», aparecieron en la televisión y Yosi, que nunca se corta, dejó claro que el disco era mejor bajárselo, que es sólo un trozo de plástico. Al fin y al cabo, decía, «el gato no está ahí», sino en los escenarios.

Tres. Un colaborador de nuestra casa vio hace unos meses el cierre de su cuenta de YouTube por haber subido vídeos de conciertos de RPWL o Steve Lukather, entre otros. Amantes de la música con el único interés de compartir pasiones comunes son, así, considerados poco menos que ladrones. Problemas con la discográfica o management aparte, uno de los principales medios de difusión audiovisual actual es considerado así una herramienta para infringir derechos de autor.

Cuatro. Mientras tanto, Iron Maiden han tomado una estrategia completamente diferente. Han echado mano de los datos de descargas p2p de sus discos en todo el mundo, y han visto que Sudamérica tenía las tasas más altas, mientras que era una zona por la que rara vez pasaban de gira. Así pues, quizá porque está mejor aconsejada, la banda ha puesto especial énfasis en el mercado sudamericano a la hora de diseñar sus giras, y ello ha llevado a llenos absolutos en cada uno de los lugares donde han tocado, además del correspondiente aumento de sus ventas en merchandising y de su popularidad.

Distintas formas (y no están todas), al fin y al cabo, de afrontar la caída en picado de una industria que ya no puede ejercer su posición de ventaja, y que ya no es vista como intermediario necesario en la escena musical. La música en particular y el arte en general, a pesar de lo que muchos agoreros digan, seguirán existiendo.

Julen Figueras
(Este texto sólo refleja la opinión de su autor)

3 Comments

  1. Yo creo que este tema se ha relajado mucho con la generalización del streaming legal (bueno, se ha relajado relativamente). Me acuerdo de que no hace mucho la propia «industria» vendía ciertas actitudes éticas que rechazaban «las descargas a la carta». Decían algo así como «puedes hacer click y tener lo que quieras de forma ilegal», «qué hedonismo más inmoral». Claro, con el tiempo descubrieron que lo que había que hacer era adaptarse a eso, y ahí surge spotify, grooveshark itunes y demás. Es curioso que, tras un periodo de miope escepticismo por la industria, han acabado acogiendo con los brazos abiertos el sistema de streaming/descarga a la carta. De hecho es lo que les ha salvado el culo. Salió hace poco un artículo en El País en el que se comentaba que las principales fuentes de ingresos de las discográficas eran itunes y spotify. Toma castaña. Same old Same old: las discográficas ganan, los músicos ni lo huelen, con una diferencia: te ahorras el coste de distribución físico de antaño. No verás a las discográficas quejarse mucho últimamente. En cambio a los artistas como siempre, se les oye quejarse mucho excepto a los cómplices de las discográficas (tipo Alejandro Sanz). ¿Qué hacemos con las descargas? Yo diría que nada, ahora mismo la industria tiene tres frentes: el streaming/descarga no legal -que cada vez queda menos con el surgimiento de alternativas legales, gratis o de pago-, el p2p y los enlaces. Los enlaces ya están cargándoselos,el p2p es lo único que queda de resistencia. En EEUU ya es ilegal utilizar el p2p (pero no las armas y los coches). «Guns dont kill people, people kill people». Bueno, pues habría que decir «p2p doesn’t commit piracy, people commit piracy», pero ya se sabe que la coherencia no suele ser el plato fuerte de la industria.
    Saludos.

    • Gracias por el comentario, Innuendo. Estoy de acuerdo con casi todo lo que dices. Al final estas cosas acaban regulándose solas, pero es evidente que a golpe de decreto no se puede cambiar una tendencia ya tan arraigada.
      Otra cosa que llama la atención es que rara vez se ven quejas de bandas pequeñas, y sí en cambio de bandas grandes. Digamos que mientras los primeros consiguen hacerse oír, los grandes pierden mercado. Comprensible, imagino.
      Un saludo!

    • Claro, los artistas grandes tienen el mismo discurso que las discográficas, y por eso ahora mismo por lo general están bastante calladetes con la que está lloviendo. Los pequeños son los que están quejándose más ahora, precisamente porque no ven un duro de las supuestas ganancias de spotify, ya que Spotify han pactado directamente con las grandes discográficas. Y a los pequeños nada, ni lo huelen.

      Es que hasta Spotify tiene pérdidas (madre mía lo que tendrá que pagar a los de siempre) los únicos que ganan son, de momento, los de las discográficas, con lo que ya veremos si este modelo es viable a medio plazo. (=a ver lo que aguanta Spotify antes de quebrar).
      Un saludo Julen!

Los comentarios están cerrados.