FLYING COLORS – Second nature (Mascot records 2014)

 A algunos el debut de Flying Colors nos dejó impresionados. Cuando se anunció el nombre de este nuevo proyecto de músicos de primera fila e intachable reputación, la sensación era de curiosidad por el hecho de contar con un cantante desconocido (bueno, seguro que habría alguien fuera nuestro mundillo que conocía a Alpha Rev) pero de esperar un disco con influencias clásicas de grandes del progresivo setentero típicas en las colaboraciones de Neal Morse y Mike Portnoy.

Pero no, lejos de aquello su propuesta, aunque de carácter prog, sonaba refrescante, diferente y bastante directa, la aportación de Steve Morse y su fiel compañero de fatigas musicales, Dave LaRue, más la voz de Casey McPherson, sin duda influyeron.

Y aquí estamos, dos años después, con “Second nature”. Si bien es cierto que una primera escucha, y ya perdido el factor sorpresa, el disco puede resultar menos directo, sí que termina siendo uno de esos trabajos que van dejando un poso indeleble en sucesivas escuchas y termina estando al nivel de su predecesor.

“Open up your eyes” es sin duda un tema progresivo de pies a cabeza pero sus doce minutos de duración están muy bien aderezados. Ese delicado piano que lo abre y al que Steve Morse va doblando con su guitarra será la base melódica para un plato en el que cada músico va añadiendo sus ingredientes, como La Rue especiando por encima del resto con un slap, McPherson suavizando con su personal voz para evitar que los menos glotones se empachen y Portnoy batiendo la mezcla de manera constante para que no se apelmace. Una delicia para chuparse los dedos.

Otro punto a favor del grupo es su permeabilidad a sonidos actuales. “Mask machine” tiene claras influencias de Muse, un grupo del que Portnoy es fan (en Dream Theater aparecieron sus ecos) y cuya impronta en el ritmo con el que LaRue abre la canción es palpable. El riff con el que le sigue Steve Morse es de los pegadizos y su solo marca de la casa.

“Bombs away” arranca con las guitarras intercambiando impresiones en cada canal como si mantuvieran una conversación en la que el bajo pareciera querer unirse. Es un inicio que marca la línea a seguir durante gran parte de su duración, pero tiene algunos giros insospechados, como el que viene tras su estribillo utilizando el nombre del tema y desembocando en otro, digamos, “falso” con un McPherson imprimiendo un toque dramático.

Además, y como muestra de las influencias de los clásicos, hay un pequeño pasaje de claras influencias de Kansas, algo que también pasa en el inicio de “A place in your world”, una de esas canciones que junto a “Lost without you” o “The fury of my life” ya se pueden considerar la seña de identidad del grupo, sonido progresivo pero con un claro toque pop rock y estribillos melódicos.
“One love forever” pone la nota diferente con sus aires celtas y “Peaceful harbor” la delicadeza con un Casey que emociona en su parte inicial y unos coros femeninos épicos en su parte final. Y hablando de final, queda la otra gran canción progresiva del disco, “Cosmic Symphony”, que pese a lo que pueda pensarse al pensar en su extensa duración (doce minutos) y viendo de quienes hablamos, no es un número estándar.

Formada por tres segmentos, los músicos se ponen al servicio de la canción, su primera parte es tranquila, con Portony haciendo de metrónomo, los teclados tocando una misteriosa melodía y Steve Morse haciendo pequeños arreglos con Dave LaRue saliendo a la palestra para mostrar sus dotes a las cuatro cuerdas.

Su segunda parte, más vocal, con Neal Morse a la cabeza hasta que el grupo “explota” en armonía, Morse nos regala uno de sus inconfundibles solos (no nos perdamos de nuevo a LaRue esta vez al fondo) y el tema avanzará hacia su melódica, magnética y bella parte final.

En fin, que hablamos de un trabajo que requiere más paciencia para el oyente (algo que cada vez parece ser más difícil de encontrar ante tanta oferta), seguramente no tan fácil como el debut para los menos iniciados en el prog, pero sin duda de una gran riqueza una vez se mete en tu cabeza.

Albytor

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