VANDENBERG’S MOONKINGS – Vandenberg’s Moonkings (Mascot, 2014)

El que tuvo retuvo. Si bien el dicho no siempre puede aplicarse, con Adrian Vandenberg, éste no puede cobrar más sentido. El holandés ha vuelto tras más de tres lustros desde su último lanzamiento discográfico, y lo ha hecho de la mejor de las formas. Con un trabajo cuya clase llama la atención por lo insólito de estos tiempos.

Sin hacer ostentación de técnica (que sabemos que le sobra), los trece temas de este retorno son una sobredosis de rock con raíces blues que le hacen a uno recuperar la esperanza en el estilo que le metió en esto. El disco es tanto un retorno como un debut. Es un retorno, sí, porque Vandenberg ha echado la vista atrás y ha recogido los sonidos que ha venido cultivando desde sus comienzos (con su banda, con Manic Eden y con Whitesnake), aunándolo con las influencias que constantemente reivindica, y lo ha volcado todo en un álbum que suena a disco clásico. Pero también es un debut y, como tal, los Moonkings demuestran una frescura que ya no podemos esperar de algunas vacas sagradas, tan presentes en este álbum y en los comentarios que suscita.

Todo en este disco es conjunción del pasado y del presente: riffs, ritmos y estribillos propios de la época dorada, pero sin sonar nunca desfasado. Algunos toques modernos aquí y allá (como, por ejemplo, en el single “Breathing”, probablemente la más floja del conjunto), pero con una producción nítida e inmediata que nos hace creer que tenemos a la banda tocando a nuestro lado. Claro que, con un guitarrista como Vandenberg, y la voz del hasta ahora desconocido Jan Hoving, con muchísimos ecos a Plant, Rodgers o el propio Coverdale, el resultado difícilmente podía sonar a otra cosa.

No vale la pena reparar en temas concretos (“este riff una a tal canción, aquí Hoving suena a Plant”, etc.), y sí, en cambio, poner el disco de principio a fin, paladeando cada uno de los temas, que sin salirse del géneros sí consiguen resultar variados y huir de la monotonía. Mención, eso sí, para una versión de Sailling Ships que funciona como una especie de “antes y después” y que, como suele ser habitual en estos casos, no aporta prácticamente nada: sólo la prueba fehaciente de que a Coverdale le hace más falta Vandenberg que al contrario.

En definitiva, uno de los discos del año hasta el momento, una colección de temas que son hasta demasiado buenos para lo que podíamos esperar. Los nombres que hay detrás al final son lo de menos, y lo de más es el puñado de composiciones brillantes que no necesitan de virtuosismo en su ejecución, sino esa magia que muchos creíamos perdida en la noche de los tiempos. El disco que a muchos nos gustaría escuchar de la serpiente blanca, viene aquí firmado por cuatro holandeses a los que les deseamos larga vida y mucho rock and roll.

Julen Figueras

(Recordamos que Vandenberg’s Moonkings estarán tocando a finales de marzo en Madrid)