THE SWORD – Low Country (2016)

Después de haber publicado, en 2014, un quinto álbum de estudio llamado “High Country”, después de haber sido bien recibido por crítica y (parte del) público, después de haber recorrido buena parte del mundo presentándolo exitosamente, y cuando ya empezábamos a esperar nuevo material, llega la pregunta. ¿Era “Low Country” realmente necesario? 

Para quien no haya advertido el paralelismo, el sexto lanzamiento de The Sword es un remake (casi) desenchufado de su hermano alto, despojado de las atmósferas que tan particular sonido consigue la banda, y que va a la raíz de las composiciones aun a riesgo de dejarlas insípidas. Un movimiento arriesgado que gusta más cuanto más se entiende como un experimento, una exploración para engañar el estómago mientras esperamos «el verdadero» sexto álbum.

Aunque no siempre funciona, una buena piedra de toque contra la que puede probarse la música es la de la desnudez acústica: si suena bien con una guitarra, si la canción es buena incluso en su mínima expresión, estamos entonces ante una gran canción. La distorsión, las múltiples capas o la posproducción serían, así, un añadido que no habría de afectar al espíritu de la canción. Es quizá pronto para decir si “Low Country” demuestra que las canciones que formaron parte de su predecesor electrificado eran buenas en su forma primitiva, pero sí podemos decir que el nuevo trabajo de The Sword resulta lento, monocromático y falto de emociones.

Para bien y para mal, la banda norteamericana ha basado su sonido en una amalgama de sonidos, ecos y distorsión que, en este caso, han quedado apartados en pos de una sencillez que no termina de funcionar. Si una o dos canciones resultan agradables y consiguen llamar la atención de quien conociese lo último de la banda, todo un álbum (éste es corto, y no aborda más que diez de “High Country») resulta excesivo y plano. Algunas canciones encajan bien en ese sonido de páramo, como “Mist & Shadow” o “Early Snow”, pero no impresionan ni nos hacen preferir estas versiones por delante de las eléctricas. Las guitarras están excelentemente adaptadas, y los juegos vocales ganan un extra de protagonismo en estas revisiones. Sin embargo, la voz de Cronise resulta tan monótona como la tierra árida, y la potencia de la base rítmica no consigue traducirse en temas acústicos que galopen lo suficiente como para mantener el pulso durante más de unos minutos.

Cabe todavía preguntarse cuál es el objeto de este lanzamiento. Si estamos ante un desnudamiento de unas canciones que nacieron revestidas, o si es una concesión a las canciones tal y como fueron concebidas en un primer momento. En el primero de los casos, significa que hay repertorios que es mejor mantener con todo su esplendor, con el ruido como parte integrante de la composición. Si estamos ante el segundo de los casos y las canciones fueron compuestas originalmente con una guitarra acústica en la mano, entonces podemos constatar que la composición no lo es todo, que hay margen de mejora cuando la banda se mete en la sala de controles.

Quizá por ser lanzado como nuevo álbum más que como curiosidad para coleccionistas, puede que las expectativas que lo nuevo de The Sword ha levantado jueguen en contra de la propia banda. “Low Country” no es un mal álbum, pero es menor, prescindible, y muy inferior al álbum con el que toca ser comparado.