TED POLEY – Modern art (2018)

Ya tenemos aquí el último trabajo de Ted Poley. El vocalista de Danger Danger, asociado esta vez con los miembros de la banda sueca Degreed, nos ponía en preaviso de lo que iba a acontecer en este Modern Art: la diferencia a lo habitual… Lamentablemente no se equivocaba.

Tras esta corta introducción se intuye el resumen que puedo hacer de este trabajo de Ted Poley, y es que tras reiteradas escuchas y con un positivismo relativizado, me adentraré a definir las “aturulladas” sensaciones que me han producido sus monótonas melodías.

Aparentemente podría haber sido un referente A.O.R., pero acaba quedándose en un disco POP ROCK, llegando a pecar excesivamente de SÓLO POP. Eso sí, con una producción que habrá devastado los bolsillos del “financiador”.

Lo que en un principio resulta algo fresco e innovador, tras cuantiosas escuchas, hace que vayas cambiando poco a poco de opinión y te asalten serias dudas de dar una buena calificación al conjunto.

El disco está lleno, plagado, saturado, diría yo, de arreglos, sutiles (pues están en un trasfondo enmarañado), pero constantes. Conforme avanzas en reiteradas escuchas de sus temas, la decepción es prominente: demasiado lineal, bien ejecutado pero ineludiblemente predecible, abonando la sensación de que tema tras tema hallamos “más de lo mismo”.

Similitudes en los inicios de canciones y la voz de un Poley que no hace ganar en emoción al conjunto, estropeándolo más si cabe, dejando los tediosos coros en un (a éstas alturas) agradecido segundo plano.

Lo más gratificante, por decir algo positivo, es escuchar los solos de guitarra de Daniel Johansson en la mayoría de los temas, aunque sí es cierto que les falta un poco de garra debido a la mencionada asociación con el estilo “SÓLO POP” que marca lamentablemente este, sin duda, trabajado disco.

De los once temas que componen el trabajo, filtramos, con un tamiz muy fino, hasta encontrarnos con la tercera pista, Bury Me, una de las más “limpias” y “frescas” del conjunto, así hasta recalar en What Kind Of Love, cuya guitarra suena muy “Santana”, y es lo que le salva del resto. Terminamos con Wilderness, cuyo solo, aunque corto, es suficientemente potente como para calificarlo de lo mejor del disco.

En resumen, no merece la pena ir canción por canción para sacar jugo, pues éste se secó al comienzo de la gestión del trabajo. Una pena que se haya quedado en “agua de borrajas” el intento de resurgir, cual ave fénix, del carismático Ted.

Rafa Marín (The Lux Team)