SWEDEN ROCK 2013: crónica

SWEDEN ROCK FESTIVAL, 2013
SOLVESBORG, SUECIA
(4-7 JUNIO)
Uno de los eslóganes del Sweden Rock dice que el festival tiene a los mejores fans del mundo. Más allá del gancho publicitario, lo cierto es que no son pocos quienes, cada año, compran su entrada sin conocer nada o casi nada del cartel. Algo tendrá que ver, eso sí, la calidad del propio festival, meca rockera a la que hay que acudir al menos una vez en la vida (ojo, puede que acabes repitiendo). Con una organización que se supera con cada edición, y un cartel siempre notable, el Sweden Rock ha fidelizado como nadie (¿Wacken, quizá?) a miles de fans que saben que el plus que da este festival situado en Solbesborg no está sólo en su cartel, sino en todo lo que lo rodea.
Para quien no haya acudido en este 2013, puede resultar interesante saber cómo fue el aniversario de Europe, el conciertazo de Rush, o el mediocre espectáculo (en su significado más amplio) ejecutado por Kiss. De eso hay que hablar necesariamente en la crónica. Sin embargo, esas tres bandas no estarán en 2014, mientras que el espíritu, el público y la organización van a permanecer una y otra vez como una denominación de origen difícil de imitar.
En España, cuando hablamos de un festival de música, pensamos en un recinto polvoriento y sin sombra posible en el que ver a entre cinco y diez grupos bajo un sol de justicia, mal sonido, cervezas a precio de riñón y aglomeraciones insanas allá donde vayas. Es así como la fidelización del fan español ha ido, generalmente, en la dirección opuesta: cada vez más gente decide ignorar estos eventos, mirando en su lugar a Francia, Alemania, Italia, o Suecia.
Que a nadie le extrañe: al menos en lo que respecta al Sweden Rock, lo que ahí se vive sí es un festival. Tiendas de camisetas por doquier (olvidémonos de los vendedores ambulantes que te esperan a la salida con camisetas no oficiales a 10 euros), tiendas de discos con jugosas ofertas, todo tipo de establecimientos donde saciar el hambre o la sed a un precio completamente razonable (teniendo en cuenta, eso sí, los precios suecos), e incluso atracciones en las que los padres pasan el rato con los rockeros del mañana (sí, esos menores de 13 años con entrada gratuita y con la condición de ponerse unos cascos –gratuitos también- que les protejan del volumen excesivo).
Incluso el público, “los mejores fans del mundo”, se acerca más en su variedad a festejos populares que a un evento para melenudos sudorosos estancados entre los setenta y los ochenta. Puede que el rango de edad estuviese entre los 4 y los 94 años. Y la música, siempre con el rock como sufijo, abarcando más estilos de los que un oído puede asimilar en cuatro días de festejo.
MIÉRCOLES
Aunque el Sweden Rock es básicamente un festival de tres días, el miércoles es un día introductorio, “extra”, de entrada menor, más barata, situada sólo en los tres escenarios menores (de un total de ¡cinco!), pero con bandas a las que se les pudo sacar suficiente jugo.
STACEY COLLINS inauguró un Sweden Stage que todavía necesitaba ajustes de sonido, pero que sirvió para impregnar el ambiente de ese toque festivo que no abandonaría el lugar hasta la última hora del sábado. La banda de Collins puso la presencia, el buen rollo musical y buenos temas de clásico blues rock hechos con buen gusto y que tan bien entran para calentar motores. Ni inventa nada ni es la mejor en su campo, pero abrir el Sweden Rock con ese desparpajo es suficiente para reconocerle los méritos a la norteamericana. Similar resultado al que lograron THE SCAMS, esa banda sueca que desde el propio nombre adelantan lo que son: un refrito de estilos hace tiempo patentados (canción-tipo-acdc, canción-tipo-kiss, etc.) que, sin embargo, con la suficiente actitud y buena ejecución empezaron a subir el listón ante un público que conocía muy bien sus canciones.
Pero no todo es perfecto en el Sweden Rock: que toquen unas ochenta bandas en cuatro días hace que sea materialmente imposible ver a todas, y a veces hay que enfrentarse a solapamientos indeseables. El primero llegó a media tarde con los fabulosos MAGIC PIE, que tocaban a la misma hora que The Scams y que tuvieron que conformarse con el Rockklassiker Stage, el más pequeño de los escenarios, donde brillaron ante muchos rockeros que desconocían a esa pequeña y veterana banda a tres guitarras y cuatro voces con toques de country, prog, blues, y muchas otras etiquetas cuyo parentesco podemos encontrar en Kansas o incluso en CSNY. Una de las revelaciones del festival.
BULLET tocaban “en casa”, ante muchos fans, cuando ya era de noche (o esa semi-noche que dura unas pocas horas en junio), y con un montaje muy esmerado de luces, fuego y más parafernalia para una banda más de esas de “tipo-acdc” y sin concesiones que, sin embargo, de ninguna manera consiguieron hacernos olvidar a los verdaderos cabezas de cartel de ese día, Sweet, que acababan de tocar en el Sweden Stage.
THE SWEET (o Sweet, a secas) son una de esas bandas glam como Slade o incluso Mott the Hopple, poco conocidas por su nombre pero firmantes de algunos clásicos que ya son parte de la cultura popular. La remozada banda, en la versión capitaneada por el guitarrista Andy Scott, dio un concierto que puso a botar a nostálgicos, a niños, a borrachos, y a quienes sólo hubiesen escuchado un par de sus canciones en la radio. Aunque la garganta de Peter Lincoln no estuviese ya para muchos trotes, con el apoyo de los impresionantes agudos de Tony O’Hora y el falsete de Scott, clásicos como Ballroom Blitz, Teenage Rampage, Love is Like Oxygen o Fox on the Run fueron celebradas en algunos de los mejores momentos que vivió esta edición del festival. Con una actuación de tal categoría, lo mejor era irse a dormir y recargar las pilas para el verdadero comienzo del festival.

(Todas las fotos del miércoles aquí)
JUEVES

Cuando un cartel cuenta con bandas como Kiss, la afluencia de gente está asegurada, quizá algunas aglomeraciones indeseables y apretujones en la entrada. En ese sentido, los festivales como el Monsters of Rock o el Metalway de Zaragoza serán difícil de olvidar para aquellos que lo sufrieron. En Solbesborg, nada de eso pasa. Con una entrada con una veintena de trabajadores y numerosas puertas (ver fotos), además de la puntualidad sueca, los incidentes son excepción, en caso de que los haya.
Añadámosle a eso una tirada de entradas limitada, para una cantidad de personas muy por debajo de lo que, en esas mismas dimensiones, cualquier promotor español metería en el recinto. Salvo en las primeras filas, el aire corre entre los asistentes, y puedes estar al concierto en lugar de preocuparte por no ser aplastado cuando llega el pelotazo de turno. El personal de seguridad, serios cuando hacen falta, no tienen que encargarse de sacar a nadie desmayado de entre el público, o de prohibir hacer vídeos. La tónica general era la del armario empotrado extremadamente amable que trataba de conseguir la mayor comodidad posible para el público, dejando “los trastos” a buen recaudo durante el concierto, ofreciendo agua –sin límite- varias veces durante cada actuación, etc. Pequeños detalles de una organización que piensa más en las personas que en el dinero.
El día comenzó fuerte desde la mañana, con unos DEMON completamente renovados, dando un concierto correcto, muy disfrutable para los fans, con pocas sorpresas (éxitos de ayer y…ayer, y dos temas de su notable último trabajo, Unbroken) y un sonido espantoso en las primeras filas. La garganta de Dave Hill, único miembro original que sigue en la banda, aguantó como pudo la hora de actuación en la que se le notó varias veces ahogado. Sin embargo, el concierto cayó del lado de los buenos, y nos quedamos con la sensación de que a esta banda, o se la ve en un festival especial como éste o no se la ve jamás.
Cuando tienes que lidiar con tantas bandas que te encantan, lo más sabio es guardar fuerzas siempre que es posible, abarcar menos para apretar más, o lo que es lo mismo, saltarse algunas bandas curiosas para descansar y disfrutar plenamente de los platos fuertes del día. En ese sentido, el jueves venía cargado de delicatessen.
SURVIVOR dieron, según algunos, uno de los conciertos del festival. Lo cierto es que la ocasión era especial y prometedora. A caballo entre diferentes formaciones (Peterik, claro, no apareció), y sin disco para presentar, los clásicos de Survivor cayeron uno tras otro cantados en la mayoría de ocasiones por Dave Bickler, primer vocalista de la banda, y el por-sí-mismo-popular Jimi Jamison, que por mucho que lo intentara no pudo evitar eclipsar las aptitudes del primero. No hubo duelo vocal, sino compenetración y buen rollo. Bickler, casi siempre a la sombra, desempeñó su papel de una forma más que digna (a sus 60 años, y tras muchos años alejado del micrófono), pero quienes realmente brillaron fueron Frankie Sullivan y, cómo no, Jamison, que animó a la audiencia mejor que ningún otro…hasta el momento.
RICK SPRINGFIELD vino, vio y venció. Y no hay exageraciones. No sólo tocaba entre Survivor y Status Quo, sino que le tocó el escenario más grande, el que ya estaba preparado para el plato gordo de la noche, un escenario excesivamente grande para un solista que lleva su banda. No hubo problema. El concierto de Springfield duró algo menos de hora y media, pareció durar algo más de diez minutos, y desde el primer segundo hasta el último, el cantante se metió en el bolsillo a los varios cientos que se pararon a verlo, muchísimos por mera curiosidad. El australiano no se privó de nada, moviéndose como un poseso, lanzando guitarras a su ayudante, mostrando pechamen a sus 63 años, y metiéndose entre el público hasta llegar a la torre de sonido sin apenas despeinarse. Una de esas confirmaciones que a muchos nos dejó, en su momento, con un “psee” en la boca y que luego nos dejó prácticamente sin habla.
Diversión que no paró con STATUS QUO, banda de directo que hizo botar al público hasta levantar una considerable nube de polvo. Rossi (que se ha cortado la coleta y ha envejecido 10 años de golpe) y los suyos descargaron una colección de temas que es imposible no conocer, y dieron un show divertido pero que parecía haber salido de una plantilla que han estado usando durante los últimos cuarenta años. Los Quo son garantía de diversión, pero el poco lugar que quedan para las sorpresas rebaja mucho la ilusión que puede hacer el verlos.
Para sorpresa, la que muchos se llevarían con esos tipejos feuchos que tocan en una banda llamada THUNDER. Cuando ya muchos estaban llenándose el estómago y preparándose para Kiss, los británicos dieron, en el Sweden Stage, otro de los grandes momentos de la edición. Danny Bowes, con su particular y salao carisma británico, cameló como le vino en gana a las multitudes que abarrotaban la ladera, haciéndolas botar, aplaudir, gritar (o las tres cosas a la vez). Con un repertorio de temas de que podrían escoger casi cualquier cosa, los temazos fueron sucesivamente celebrados, especialmente con esa balada definitiva que es “Love Walked In”. Un sonido arrollador, una elegancia inigualable, y la impresión de estar viendo a una banda inéditamente compacta nos indicaban que debíamos abandonar el recinto tras su despedida. Pero aún quedaba el plato fuerte.
El plato que se atragantó. KISS son una máquina de hacer dinero, y en eso puede que todavía sean la banda más caliente del planeta. En un afán por dar más y más espectáculo, la incertidumbre del personal no está ya en el setlist (que, como no podía ser de otra forma, estuvo formado por los éxitos de siempre y un par de temas de Monster) sino en “la araña”, los fuegos (también) artificiales, los petardos, los numeritos de Gene escupiendo fuego, etc. Añadámosle la incertidumbre morbosa, y la única fuera de cálculo para la banda: Paul Stanley. The Starchild dio por sí mismo parte del espectáculo de la noche, con un estado de voz para olvidar (y sobre el que meditar), no sólo inservible para muchos de los tonos altos a los que tenía que enfrentarse, sino incluso para dirigirse al público. Con ese panorama, y con una puesta en escena que no asombró todo lo que debiera, el público quedó frío demasiado rápido, y la actuación dio sensación de cartón piedra, de show planeado hasta en el más mínimo detalle (esos petardos sonando al mismo tiempo que Paul tiene que hacer algún esfuerzo vocal), y se tornó así en irremediablemente aburrido, previsible e insípido. Por más que la introducción siga anunciando ese “you wanted the best, you got the best”, la realidad es que ese “the best” está progresivamente convirtiéndose en algo muy diferente, hasta el punto en el que lo único que justifica a Kiss como cabeza de cartel es su historia, pero no su calidad actual, demasiado alejada de los estándares a los que las bandas nos estuvo acostumbrando durante ese día y los que quedaban por llegar.

(Todas las fotos del jueves aquí)
VIERNES
Al echar un ojo a los grupos que ese día toca ver (a través de una excelente app que, sorpresa, la organización creó meses antes para los ya habituales smartphones), uno nota el cansancio de forma más severa. Lo mejor está aún por llegar, y sin embargo es imposible no sentirse abrumado al comprobar que desde mediodía los grupos interesantes o simplemente imprescindibles se suceden sin descanso.
El primero del día sería AUDREY HORNE, otra más de las claras apuestas del festival por el producto escandinavo (un rápido vistazo a la nacionalidad de las bandas del cartel dejan claro que la cultura musical sueca no es una casualidad). Audrey Horne ha sacado uno de los mejores discos en lo que va de 2013, y sabiendo eso defendieron su creación ante un público reducido, teniendo en cuenta, claro, que al mismo tiempo tocaban los suecos Treat. Los temas de “Youngblood” cayeron casi sin intervalos de sus anteriores álbumes, cosa que no importó a los asistentes, que esperaban (y obtuvieron) una buena dosis de rock setentero.
ASIA son otra de esas bandas que “no fallan”, e incluso con la baja de Steve Howe (sustituido notablemente por el joven Sam Coulson) el cuarteto supo dar un concierto que era difícil no disfrutar. Cuando todo suena tan bien, con tanta calidad allá donde mires, es difícil poner pegas. El setlist, que sigue centrándose en los trabajos de la formación clásica (cayeron Sole Survivor o Don’t Cry, pero también recientes temas como An Extraordinary Life, Holy War, o Face on the Bridge, de su último álbum, XXX), estuvo perfectamente equilibrado y las masas para quienes conociesen la banda por la radio y poco más tuvieron también su momento, con una “Heat of the Moment” innecesariamente alargada.
Y si la cosa va de clásicos que no fallan, el día estaría cargado de ellos. DORO y su “metal de puño en alto” dio, con su banda, un concierto corriente ante fans que conocen los conciertos de la alemana demasiado bien. Cosa parecida pasó con UFO. Los británicos, que tienen algunos de los discos más brillantes del rock, dieron un concierto más bien insípido, previsible, con los temas de siempre (Lights Out, Mother Mary, Only You Can Rock Me, etc) y tocados como siempre (lo que significa que Vinnie Moore fusila con su virtuosismo cada solo del constantemente añorado Michael Schenker). La gran incógnita era si Schenker saldría a tocar un par de temas, aprovechando su participación en el DVD que Europe grabarían esa noche. El milagro no se hizo. UFO volvieron a dar el concierto de siempre, pero más corto, dejándonos el regusto amargo de lo que pudo haber sido y no fue.
KROKUS son un genial sucedáneo de rock “estilo acdc” (¿cuántas llevamos ya?), tan clásicos como aquéllos, pero mucho más humildes, baratos y sin tener que lidiar con el furor desmesurado de los rockeros estacionales. La banda dio un buen concierto a piñón fijo y defendiendo su más reciente trabajo, con tres guitarras y un frontman que supo lidiar con un público que no era el suyo.
¿Qué decir de SAXON a estas alturas? Nada que no sepa cualquier aficionado que haya tenido ocasión de verlos en directo en los últimos años. Presentación desacomplejada de su último buen disco clásicos metalizados y un Byford que parece no tener límites: 62 años que evidencian que la excusa de la edad en algunas viejas glorias es sólo eso, una excusa.
Para bien o para mal, EUROPE iban a dar qué hablar con la celebración de sus 3 décadas de rock. De repente, una ojeada alrededor nos haría ver la legión de fans (en género femenino, sobre todo) que la banda tiene, a pesar de su inmersión en un estilo alejado de la laca y las baladas de mechero. Puede que adores o aborrezcas (normalmente sin término medio) su nueva etapa, pero lo que no admite discusión es que Tempest y los suyos están haciendo lo que de verdad quieren, están siendo sinceros con ellos mismos, que es como mejor se hace el arte, y lo están mostrando con orgullo, pese a quien le pese.
Y les pesó a los muchísimos fans que, cabreados, abandonaron el lugar al ver cómo la banda tocaba, sin inmutarse, tres temas seguidos de su nuevo álbum. La fiesta estaba prevista en forma de retrospectiva y, si bien es cierto que los clásicos como Scream of Anger o Superstitious cayeron rápido, además de sorpresas como Girl from Lebanon y Prisioners in Paradise, la banda metió un buen número de temas de su nueva etapa, como Start from the Dark, Always the Pretenders, No Stone Unturned, y otras muchas que acabaron por cansar a más de uno. La sensación de que la fiesta de aniversario no estaba yendo según lo previsto no dejó de estar presente. No sólo por el setlist, sino por la falta de calor de un público enfriado que no tuvo lo que venían buscando (¿a quién le importa? A Europe no, desde luego), y otros grandes desaciertos que merece la pena recordar: la pasarela, expresamente construida para la ocasión, fue escasamente aprovechada (y sólo por Tempest), mientras que comía buena parte de la visibilidad para el público más cercano al escenario. Un mini-set acústico, empezando por la reciente Drink and Smile y seguido por Open your Heart, quedó forzado y bajó el ritmo del evento. Constantes parones entre canciones tampoco ayudaron, y las colaboraciones estrella, Scott Gorham y Michael Schenker, fueron dos de los más grandes chascos del festival: cada uno de ellos tocó un tema que, presumiblemente, influyó a la banda (Jailbreak el primero, Lights Out –en una versión notablemente mejor a la escuchada horas antes con UFO- el segundo), y sus intervenciones quedaron ahí, sin molestarse en tocar una canción de la banda cuyo aniversario se celebraba, y sin salir al final de la noche para, aunque fuera, saludar al público.
Pero también hubo muchos aciertos: no hubo más que tres baladas en más de dos horas y media de concierto, y el primer tema de “The Final Countdown” (Carrie, momento de pérdida de aceite generalizada, tocada con toda la banda y no sólo con una guitarra acústica, tal y como venían haciendo en la última década) no llegó hasta la hora y media de actuación. Demostraron ser una banda muy sólida, cada día más cañera, y musicalmente no tuvieron pero alguno. Joey Tempest es un frontman en toda regla, y su voz brilló como en viejos tiempos. Norum, a pesar de no moverse de su metro cuadrado, clavó todos los solos e incluso hizo un buen papel en los temas en los que no participó años atrás, como la mencionada Prisioners in Paradise. La puesta en escena fue –a pesar de la pasarela-, grandilocuente y a la vez sobria: sólo hicieron uso de algunas luces, un telón de fondo con el nombre de la banda, y los fuegos artificiales (a diferencia de Kiss) estuvieron perfectamente dosificados, dejados sólo para los bises, donde cayeron Last Look at Eden y, cómo no, The Final Countdown.
En definitiva, chasco para algunos, conciertazo para otros, y un sabor agridulce en general (más dulce que agrio), de una banda que fue cabeza de cartel del viernes por derecho propio.

(Todas las fotos del viernes aquí)
SÁBADO
Último día. Quedando ya 366 días para el próximo Sweden Rock, la organización tiene la deferencia de hacernos saber, por las pantallas laterales del gran escenario, que el SWEDEN ROCK 2014 se celebrará entre el 4 y el 7 de junio del próximo año, y que ya hay bandas confirmadas: Phenomena (por primera vez en directo, con Glenn Hughes, Bernie Marsden y otros muchos), WASP, Sodom, Transatlantic y Monster Magnet. Otro de esos pequeños detalles, el de la anticipación de bandas, que las personas que viven al norte de los Pirineos toman como perfectamente normal, pero que para los españoles suena a ciencia ficción.
Hasta entonces, sin embargo, todavía quedaban grandes bandas por disfrutar en otro potente día de rock en todas sus vertientes.
THE QUIREBOYS llegó como una especie de extra, tocando en el escenario que horas más tarde ocuparía Rush, en formato acústico logísticamente compatible con el montaje que los canadieses traían consigo. La banda de Spike se marcó un buen concierto de “acoustic Rock N’ Roll” ante los allí congregados. No es fácil animar el ambiente con dos acústicas y un piano, y menos aun cuando se trata de un escenario tan grande, pero la banda cumplió con creces e hicieron más llevadera la espera para el gran momento, haciendo valer el dicho de que lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Una de las confirmaciones más celebradas del año, la de BLACK STAR RIDERS, venía precedida por la incertidumbre del nuevo disco, y por las ganas de ver un show repleto de clásicos de Thin Lizzy. Aunque todo lo que rodea al asunto del nombre es complicado, una vez que te metes en el concierto, y dejando pasar pequeños detalles sin importancia como la familiar voz de Rick Warwick (que se ha tomado demasiado en serio lo de ponerse en el lugar de Lynott), BSR dieron un conciertazo al que se le pueden poner pocas pegas. Si la música va de pasarlo bien, BSR se marcaron uno de los mejores conciertos del festival. Una banda enchufadísimas desde el principio, un set completamente equilibrado (tema clásico, tema nuevo), y una conexión con un público deseoso de dejarse llevar y pasarlo bien.
La noche se acercaba y la calidad iba in crescendo. ACCEPT dieron un pedazo de concierto que sonó potente incluso visto desde la otra punta del recinto. Mike Tornillo se ha ganado a pulso su puesto en la banda, y fue el perfecto complemento para ese duo de hachas que forman el esqueleto principal de los alemanes, Wolf Hoffmann y Herman Frank. Para los más metaleros, seguramente, éste fue uno de los conciertos del festival, y es que es difícil que no sea así cuando tienes un repertorio formado por himnos como Metal Heart, Balls to the Wall, Princess of the Dawn, e incluso los temas más recientes como Teutonic Terror o Stalingrad, que no sólo no desentonan sino que añaden grandes momentos celebradísimos por el público.
Llegaba el momento más esperado. Estaba en primera fila y le decía a un tipo de Malta que era mi primera vez. Me dijo, “¡entonces hoy serás bautizado!”. Había más fans en unos pocos metros cuadrados de los que se pueden encontrar a lo largo de la península ibérica. RUSH iban a salir a escena. Era de verdad. Para cualquier español, suena a increíble. Sin ser una de mis bandas favoritas, yo también estaba contagiado de esa sensación de estar a punto de ver algo que, en realidad, no estaba previsto en el plan. Rush habían de seguir siendo una banda imposible de ver en directo. Y, sin embargo, allá estábamos. En Suecia, claro.
Una divertidísima introducción dio paso a Subdivisions, ese gran tema que fue imposible de disfrutar en su plenitud por un sonido bochornoso. Afortundamente, tras un cuarto de hora de actuación el sonido empezó a sonar aceptablemente, y disfrutamos de sorpresas como Limelight, o el montaje orquestal de su nuevo y estupendo disco, “Clockwork Angels”, del que presentaron seis canciones acompañados por una sección de cuerda. Pensaba que todos botaríamos sin parar ante el trío virtuoso que teníamos delante; sin embargo, era un concierto para mirar y para escuchar, para retener todo lo que entrara por los ojos y los oídos, para saborearlo en silencio y para vivirlo como una experiencia probablemente irrepetible.
A pesar de la duración ajustada del concierto (se suponía que tocarían tres horas, pero fue acortado sensiblemente), se agradecieron especialmente clásicos no aptos para todos los públicos como Red Sector A o XYZ, y cerraron con la excelente The Spirit of Radio, cuyo mensaje sonó más real que nunca. En los bises, como han venido haciendo en la gira, la celebrada Tom Sawyer y las partes I, II y VII de 2112. Nos habíamos propuesto descansar durante el día para estar al 100% con Rush, y al finalizar su concierto supo tan a poco que podíamos haber estado otras dos horas encandilados por las virguerías de Peart, Lifeson y Lee.
El Sweden Rock te da siempre algunas de esas bandas que no podrás ver en otros lugares, pero con Rush la organización se marcó un tanto que volvió a ponerla en lo alto de los rankings.
La edición del 2013 llegaba a su fin…una vez que AVANTASIA hubiese descargado su teatral show. Las piernas empezaban a pedir descanso, pero un último esfuerzo se antojaba necesario: Tobbias Sammet es un genio de nuestro tiempo, ha parido sin casi ayudas unos discos excelentes con Edguy y con Avantasia, y, guste más o menos su propuesta, el talento no se le puede negar. En esta ocasión venía acompañado no sólo por una banda capitaneada por Oliver Hartmann y Sascha Paeth, y con la omnipresente Amanda Sommerville a los coros: el cabaret ambulante de Sammet trae consigo algunos pesos pesados del rock. Por el escenario se paseó el gran y nunca suficientemente reconocido Bob Catley, el recientemente incorporado Eric Martin, con unas tablas inigualables, Michael Kiske, por cuya garganta siguen sin pasar los años, y Ronnie Atkins, todo un robaescenas que se hizo dueño y señor del show animando a un público pidiendo cama. Parecía que Avantasia no tenían ya mucho que decir (y menos a medianoche del último día, tras muchas horas de conciertos), y sin embargo encandilaron a más de uno, cerrando una gran fiesta del rock para cuya continuación ya esperamos ansiosos.

(Todas las fotos del sábado aquí)
El cartel nunca es a gusto de todos. Eso es imposible. Sin embargo, el Sweden Rock siempre te dan un buen puñado de bandas que deseas ver, otro puñado que no sabes que acabarás disfrutando como un enano, otro puñado que no conoces y que descubrirás gracias a ellos. Otras que ni fu ni fa, pero que no importa, porque tocan a la misma hora que tu banda favorita. Pero es que el Sweden Rock da mucho más: da una localización envidiable, una organización insuperable (en realidad es superable, y ellos mismos lo harán en la próxima edición, tal y como ya han anunciado), que piensa en las personas y no sólo en el dinero, que ama el rock y que desea tanto como nosotros que el festival sea mejor cada año. Acoge a una variedad de personas inédita en territorio ibérico (donde la proporción de hombres y mujeres es, en el mejor de los casos, de 80-20). En definitiva, es otra forma de hacer las cosas, menos sorprendente en tierras escandinavas, pero que para el español medio puede suponer una experiencia que no quiera dejar de repetir.
 Julen Figueras