SUPER VINTAGE – Salvation road (2015)

Quizá cansados porque les preguntaran el significado de un nombre algo ambiguo, Super Vintage dejaron de llamarse Hush ‘N Rush, y las dudas se disiparon. Pocos nombres pueden expresar de forma más directa la intención que se esconde tras el rótulo. Para quien no tenga mayores nociones del origen y trayectoria de la banda, título y portada pueden dar pistas: carretera, polvo y una fender en el horizonte. Rock clásico y, por tanto, bluesero, funk y soul en una mezcla en la que las guitarras desplazan todo cuanto encuentran en su camino. Para quien tuvo la fortuna de descubrir el debut de los griegos, esa gema inesperada de 2013 llamada «Kick over the traces«, el renacimiento como Super Vintage es poco más que una excusa para apuntalar los rasgos que los han caracterizado y que tan poco han variado desde entonces: más ruidoso, más potente, más sólido y más matizado.

Sin ser un álbum de excesos, el cuarteto griego ha sabido ir un poco más allá en el sonido que ya conocíamos. Han sacrificado melodía por potencia, dejando de lado las posibilidades abiertas en trabajos anteriores (coros, teclados) en favor de una base rítmica robusta sobre la que se asientan las innumerables guitarras: guitarras que rasguean, que riffean, que machacan o que solean hasta el infinito, con ese sustain clavado al tímpano. Sin embargo, la potencia no lo es todo, y la contundencia con la que pueden abrumarte los primeros (deliciosos) minutos de «Salvation Road» se convierte en arma de doble filo cuando no se contrarresta con mayores dosis de originalidad. Canciones como «Broke» o «Black Crow» tienen el ingrato aroma a déjà vu que es, por otro lado, muy común en el género. Hay, con todo, no pocos momentos de auténtico goce a lo largo de todo el disco, muchos de ellos concentrados en los últimos tres temas que cierran el disco, y especialmente en ese corte llamado «Wheels», que sobresale de entre el resto con melodías que, por su escasez, se valoran doblemente.

Salvation Road no es un disco que enganche desde el primer momento. Es, más bien, como un muro robusto y aparentemente homogéneo al que hay que observar con paciencia, palpando su superficie porosa y descubriendo las grietas. Grietas y poros que hacen de composiciones sencillas canciones con entidad propia, respirando a su aire, como las melodías anónimas de blues que los grandes del rock convirtieron el himnos. Todo ello barnizado con una producción impecable, que pide más y más volumen sin dañar el oído, acariciándolo.

El debut de la refundación de Super Vintage es más de lo mismo pero mejor, un paso más en una carrera que quizá nunca termine de despegar pero que dejará, en el camino, un puñado de trabajos de rock. Vintage, por supuesto.