STICKY BOYS – Make Art (2015)

Por mucho que lo intentemos, no podemos estar frunciendo el ceño todo el rato; ser malo y rockero es también ser irreverente y divertido. En esas dos aguas se mueven los reinventores de la rueda Sticky Boys. Son franceses, son un trío, y llevan encima un aspecto que hace realmente difícil tomárselos en serio. Pero, si fuimos capaces de aceptar a The Darkness, ¿por qué no vamos a hacerlo con los chicos pegajosos?

No habrán pasado ni veinte segundos desde el comienzo de Make Art para tener pistas firmes de por dónde van los sonidos de la banda. Nada nuevo. La rueda, es verdad, ya estaba ahí cuando llegaron. La diseñaron artesanos como Motorhead, Ramones o Kiss. La perfeccionaron otros cientos, y Sticky Boys no hacen mucho más que reforzar sus radios. ¿Poco? Ni mucho menos, cuando de lo que se trata es de pasar un buen rato. El segundo disco de estos tipos recupera los mejores clichés del género, los ejecuta con contundencia, y los enriquece con melodías, guiños y mucha diversión.

Doce canciones, la mayoría breves, dan ese aire punk que, al mezclarse con el rock duro, puede dar resultados tan interesantes. Repasa de arriba abajo los nombres de las canciones, y tendrás una idea del tipo de historias que nos cuentan: la mala reputación, el tío rock, tiempo de fiesta…Y así todo. Musicalmente, pueden emparentarse con bandas recientes como Imperial State Electric o The Gloria Story, pero Sticky Boys miran mucho más atrás, a los clásicos. Si “Bad Reputation» nos obliga a pensar en la verruga de Lemmy, «High power thunder” o “Mrs. Psycho” podrían haber sido firmados por unos Kiss pasados de potencia. Mandan los riffs y la batería machacona, pero rara vez avasallan: en su lugar, conjugan de forma peculiar melodías pop con la voz áspera de su guitarrista Alex Kourelis. Los coros, de esos que aportan melodía y ritmo a partes iguales, guardan ese rollo de banda punk noventera como Millencollin o los más recientes Papa Roach o Billy Talent. La deliciosa “The future in your hands” (que aún no he conseguido arrancármela de la cabeza) pone, en este sentido, la cumbre de estas mezclas imposibles: no es “I wanna be sedated”, pero tiene la misma gracia e incluso más gancho que aquélla.

Que nadie piense, eso sí, que estamos ante un disco inconexo, o tan variado que es imposible encontrarle sentido. La de Sticky Boys es una orgía de sonidos muy ordenada, desbocada pero con los límites bien definidos. Los límites son lo que ellos llaman “rock and roll de verdad”: si suena bien y te hace mover el cuello, entonces es apto para escupir por los amplificadores.

Make Art vio la luz hace casi dos años, pero ésta es una oportunidad estupenda para rescatarlos. Los tendremos sobre los escenarios en unos pocos días, y se intuye que los que escuchamos en disco no es más que una fracción de lo que podrá vivirse en directo: himnos, diversión, volumen brutal, y mucho rock and roll.