SCORPION CHILD – Scorpion Child (2013)

Reseñar el primer disco de Scorpion Child sin mencionar zepelines sería una de las pruebas que un jugador avanzado de Tabú tendría que encarar.

Por mucho que la nota de prensa del primer álbum de estos tejanos mencione bandas como Pentagram o Lucifer’s Friend (las influencias son a menudo claras), los riffs, el groove y la voz de Scorpion Child no pueden dejar de recordarnos a la banda de Plan y cía. Su sombra es tan alargada que todo cuanto abarca ha acabado por formar un género en sí mismo. Género del que bandas como Rival Sons serían abanderadas, y en el que surgen constantes flores de un día.

Scorpion Child son, por ahora, una flor de un día, pero todo indica que han venido para quedarse. Cuando tu banda hace “más de lo mismo”, la única forma (musical) de sobrevivir es ofrecer algo novedoso entre tanto cliché, crear un sonido lo suficientemente reconocible, o estar bajo la distribución de una gran compañía que pueda hacer la suficiente promoción. En ese sentido, Scorpion Child, ha dado en el clavo por triplicado.

Han sabido huir sabiamente de los riffs machacones y los grooves pesados que ya tantas bandas han manoseado, elaborando melodías y juegos de guitarras que normalmente se dejan de lado. Así, aunque encontremos temas basados en poderosos riffs (en donde quizá The Answer son ahora amos y señores) como “The Secret Spot”, otros como “Antioch” ofrecen guitarras acústicas y arpegios de cristal que están más cerca de “Thank You” que de “Communication Breakdown”.

En segundo lugar, gracias a una producción notable y a unos músicos que debutan en disco pero que no son ningunos principiantes, el disco (homónimo) tiene la suficiente personalidad tanto en conjunto como en sus temas por separado, garra desde el primer tema hasta el último bonus, y un talento que no puede ignorarse: Aryn Jonathan Black no llega a las excelencias de Jay Buchanan, pero supera a muchos (atención a esos agudos en “Salvation Slave”). Las guitarras no son nada del otro mundo, y sin embargo cumplen la difícil función de meter lo justo cuando es necesario. La base rítmica, por último, es responsable de algunos de los mejores momentos del disco, como esos grooves relativamente novedosos de “Liquor” o “In the arms of Ecstasy”.

Por último, la banda ha conseguido algo difícil a día de hoy. El amparo de una de las grandes firmas de la actualidad, Nuclear Blast, que algo vería en estos chavales para darles la oportunidad de plasmar en álbum lo que vienen trabajando en los escenarios desde 2006.
Y estamos hablando del debut. Si en el primer disco tenemos temas de la altura de “Polygon of Eyes”, qué no harán en futuros trabajos en el que puedan jugar más con teclados, guitarras de doce cuerdas y otros recursos. Muy mal lo tendrán que hacer para que, en el futuro, hablemos deScorpion Child como otra flor de un día que prometía más de lo que nos dio.

Julen Figueras