PRETTY MAIDS – Undress your madness (2019) Review

Hay bandas tan especiales y compactas, tan aguerridas a su presente sin olvidar sus raícesque, aunque la tragedia les golpee, sería una ofensa ofrecerles trato de favor, bien por la nostalgia, bien por el sentimentalismo.

Sobrecogido al conocer la noticia de la enfermedad de Ronnie Atkins (aka Paul Christensen) y poniéndome en su pellejo, he de reconocer que a mí personalmente y bajo nubes negras acechando sobre mi salud, se me dificultaría sobremanera encontrar un rayo de luz para realizar mis labores a la perfección, ya no digo en el caso del danés vocalista, llegar a plasmar tantas sensaciones con semejante esfuerzo vocal en estudio. Será cuestión del carácter de cada persona.

Su bien conocida dualidad entre por un lado el manifiesto angelical y por otro, la liberación de la bestia, se mantiene intacta en incluso potenciada por el uso de afinaciones más graves. Ambas facetas se adecúan a cada tonada a registrar por una banda que sabe, con pasmosa facilidad, tanto encandilar con una cándida melodía como volarte los sesos con su sólido acero. Metal Europeo moderno con dramatismo y épica de superación, que no de fantasía, y que tan solo baja de su corcel a antojo para pastar en un remanso de Hard melódico ya asumido para su causa.

Así no es de extrañar que junto a su fiel escudero Ken Hammer (Kenneth Hansen) a las guitarras, facturen uno de sus mejores discos recientes, e incluso indagando, aún más. Se codea sin remilgos, ejerciendo incluso cierta territorialidad frente a su rejuvenecimiento discográfico iniciado en 2010 con Pandemonium, seguido de Motherland y adecuado a su presente en Kingmaker. A tal extremo llega el caso que no titubean a la hora de refinar la fórmula.

Llevan años con estabilidad en la banda completada por Rene Shades al bajo, el último en llegar en 2012. Junto a ellos, Allan Tschicaja con una pegada brutal tras su kit de batería y, con una relevancia cada vez más solicitada, Morten Sandager a los teclados.

Esta cohesión se evidencia en su densidad instrumental dimensionada bajo segmentos individuales y comprimida hasta soldar un bloque compacto a la par que nítido por el que solo se filtran, cuando ellos deciden, su maestría a la hora de firmar pasajes de autentica belleza armónica comandada por el estado de ánimo a imprimir por Atkins.

Los mazazos se suceden sin restarse credibilidad desde Serpentine pasando por Undress Your Madness, If You Want Peace (Prepare For War) o la hímnica Black Thunder, facilitando una de las mejores colecciones de potencia con gancho de su historia reciente, aunque, en honor a la verdad sin sobresaltos pretendidos.

Donde he encontrado más jugo a este disco es en los temas más melódicos, obviando el medio tiempos más recurrido. Muchos esperan la continuación de Little Drops Of Heaven, una de las composiciones más acertadas de la banda y de la totalidad de coetáneos a la propuesta, un símbolo de esta década. Y ahí radica el error para quien aguarde al clon y el completo tino de los daneses: dejar que la mente no condicione al corazón en busca de crédito extra.

Han tomado una senda, actualizada, de su buen estado compositivo en el inolvidable Scream de hace veinticinco años junto a una influencia, ya rondada, del Aor más elegante que a su antojo toman prestada para facilitar formidables momentos de exaltación anímica como demuestran en Firesoul Fly, Runaway World y, principalmente en las mayormente deceleradas Shadowlands y la final Strengh Of A Rose. Autentica BELLEZA.

El orden de los temas es otro de los puntos clave del disco junto a la poderosa producción de Jacob Hansen (VOLBEAT) que, aunque ciertamente deshumanizada, ya forma parte de esta andadura del equipo y emplaza a la dotada voz de Atkins para medirnos el pulso. No son novatos, y mantienen el ritmo necesario para que ni se nos pase por la cabeza parar el reproductor por hastío.

Desde aquí mandamos toda la fuerza del mundo a Ronnie Atkins para que se recupere y que le cueste mucho y aun así consiga superar el que para mí, posiblemente, sea su disco más completo de este milenio.


RATE/NOTA:
8,5/10

Jesús Alijo «Lux»