GLENN HUGHES – Resonate (2016)

No puede decirse que Glenn Hughes esté dispuesto a vivir de su pasado. Aunque sus conciertos tengan concesiones puntuales a un pasado que le hizo leyenda viva, el cantante y bajista ha seguido publicando nuevo material de forma firme, sea en solitario o acompañado de pesos pesados de la escena. Esta vez lo ha hecho por su cuenta, bajo su propio nombre y con el reclamo de haber creado algunas de las canciones más rockeras de los últimos años. Pero, como casi todos los reclamos, las declaraciones de Hughes tienen más de gancho publicitario que de realidad tangible, y lo que nos entrega en Resonate es material 100% reconocible y predecible. 

Tras intentar echar adelante ese prometedor proyecto nacido muerto al que pusieron de nombre California Breed, Hughes ha decidido volver a tomar todos los controles, y es ahí donde la voz del rock sorprende menos. En aquél, igual que en los anteriores (y pronto resucitados, parece ser) Black Country Communion, las labores iban repartidas, la composición recaía en más que un único par de hombros, y el resultado era (más en los primeros que en los segundos) variado y fresco.

Resonate es muy variado, pero no excesivamente fresco. Todo suena a ya escuchado, a producto cansado que nadie termina de creerse. Se agradecen los intentos de Hughes por seguir mirando hacia adelante, pero se echan de menos riesgos musicales más allá del portento vocal que no perece. Así, las diez canciones de Resonate tienen una ejecución precisa, una producción adecuada, y casi todo lo que se le puede pedir a un disco de Hughes: riffs soportados por el bajo omnipresente, mucho groove, algo de soul, y la exhibición nada maquillada del líder. ¿Hace falta más?

Sí, hace falta. Si, como vocalista, Hughes es garantía a todo riesgo, las virtudes compositivas del artista no están tan claras. Así, casi todas las canciones pecan de compartir los mismos patrones, los mismos ticks, puentes, quiebros y finales. Resonate es un producto tan robusto que no deja márgenes para la sorpresa. “Heavy”, la canción que abre el disco, descoloca quizá por su pretendida pesadez, como si estuviéramos ante una declaración de intenciones que fuera a dar color al resto del álbum. Una vez pasado el segundo adelanto, titulado “My town”, queda claro que la tónica es la que ya conocíamos, y que no es mucho más heavy (ni más ligero) que cualquiera de sus álbums pasados. Casi en todos los casos, estamos ante temas intercambiables entre sus discos. “Let it shine” podría haber figurado en Music for the Divine, “Steady” no habría desentonado en Soul Mover, y quizá una canción como “How long” se habría hecho hueco en un hipotético cuarto álbum de BCC. 

Habrá quien lo llame “personalidad”, pero ésta debería manifestarse como un rasgo permanente en un abanico variado de situaciones. No es el caso. Ni siquiera las concesiones más soul como la estimable “When I fall” hacen que el resultado final parezca más heterogéneo. Glenn Hughes, con todas sus virtudes, es como una especia picante, un queso azul o el jugo de un limón: en pequeñas dosis, acompañando y no liderando, es uno de los mejores, quizá el mejor. Cuando su sonido se convierte en protagonista, eclipsa al resto, todo sabe igual, gusta al principio y cansa muy deprisa. 

Resonate es un disco que gustará, seguro, a quienes disfruten con el simple deleite que Hughes proporciona a través de sus cuerdas vocales. También satisfará a quienes no esperen ya nada sobresaliente del vocalista pero sí una gira en la que escuchar algunos de sus clásicos. Para quien quiera algo novedoso e inspirado, éste es un disco que deja el poso de un digestión lenta, pesada, y no especialmente memorable.

Julen Figueras