FIREFEST: EL ÚLTIMO MOHICANO (Crónica)

FIREFEST FINAL FLING 2014
Nottingham Rock City (UK), 24, 25 y 26 de Octubre 2014
Crónica: Jesús Mujico  – Fotos: Susana Manzanares

Con la mirada perdida tras el escaparate de un Starbucks, mientras el vapor del café nubla mi vista, aprecio el madrugar de una ciudad con colorido gris que poco a poco se despierta, y su ruido y movimiento me va embaucando en pensamientos. El retrato de una plaza cuyos dispares edificios reposan estáticos, tal y como los he saboreado durante todas mis estancias como si formaran parte de una rutina consentida y de sumo placer, me recuerda que es posible que sigan allí para siempre pero que jamás tenga el privilegio de volver a disfrutar. (Cuando uno llega a tener grandes sensaciones, aun siendo consciente de que nunca serán las mismas, volver a la misma ubicación se hace inevitable para volver a sentirlas).

¡Han sido tantas las emociones compartidas en una ciudad que me tendió su mano desde el primer momento, cuando en una fría noche un viejo autobús me dejara en una de sus paradas! Recuerdo cómo, en la búsqueda de alojamiento, el desconocimiento te hace mirarlo todo con suma curiosidad. Cualquier detalle tradicional, sus vetustos edificios, las vías del tranvía, sus universidades, sus típicas tabernas, la vida de sus calles, la precaución al cruzar la calle de mirar en distinta dirección a lo habitual…lo inédito genera cierta atracción y el deseo de enriquecerte. Pero, curiosamente, con el paso de los años todo eso se fue convirtiendo en algo totalmente rutinario. Parecía mentira pero, sin darte cuenta, de nuevo estabas en el mismo avión, en la misma parada de tren, y tus pasos inertes, como un animal de costumbres, se encaminaban al mismo hotel como si lo estuvieras haciendo todos los días. Ni siquiera prestabas atención a todo aquello que en su primera vez parecía vital. Sin darte cuenta se había convertido en tu segunda residencia.

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La urbe es coqueta. Atractiva en su casco histórico, aunque ciertamente moderno. Funcional, ideal para vivir por su reducido tamaño. Tradicional, dando la sensación de que todo el mundo se conoce. Con el prestigio de sus universidades. Y su atractivo turístico seguramente resida en una leyenda que durante siglos ha respetado su gloria. Aunque ciertamente, a pesar del reclamo de su castillo, sin duda quedaría fuera de cualquier ruta turística. Al menos en la mía. Nottingham es la ciudad, pero podía ser cualquier otra. La ubicación y su magnetismo sobre nuestras emociones son como un amor de conveniencia, pasan a ser trascendentales en función del acontecimiento que facilita nuestra pasión.

Lejos queda aquel mayo del año 2005 cuando un grupo de amigos, apasionados como cualquiera de nosotros, comenzaron una aventura que seguramente les habrá dejado muchos sinsabores y premiado con algunas que otras alegrías, en la organización de un festival que bautizaron como Firefest. Su pasión e ilusión forjaron unas sólidas bases para encarrilar un proyecto con el propósito de ofrecer conciertos en vivo de unos estilos en franca decadencia como el AOR y el Melodic Rock, que desgraciadamente estaban en estado vegetativo y sobrevivían artificialmente con un público reducido pero a la vez maduro y exigente. Para ello contaban con un as en la manga y que seguramente iba a ser decisivo para su éxito; el templo. ¡La Rock City! Una sala capaz de generar el sonido más perfecto que existe, con un escenario digno y una visión insuperable desde cualquier ubicación. La posterior trayectoria, con el irrenunciable afán de mejora durante estos diez años (pasando por distintas ubicaciones circunstanciales, por la ampliación del número de bandas y géneros, y el aumento de días del evento), les convirtió en un reducto sectario que terminaría por ser el referente europeo.

La triste noticia del final del festival del fuego corrió como la pólvora a finales del pasado año ante la incredulidad de la mayoría. Se ponía en entredicho su realidad tildándola de rumores, más como un mecanismo de defensa por la pérdida de tan preciado tesoro que por una evidencia real. Ese reducto insustituible que algunos habíamos creado alrededor de su figura nos producía una higiene mental absoluta, un lugar donde cambiar el chip y alimentar nuestra pasión. Un punto de encuentro no sólo donde poder escuchar con garantía de éxito a nuestras bandas en vivo, sino además poder compartir nuestro vínculo musical, con nuestras inclinaciones y nuestras vivencias, con auténticos devoradores de rock. Por ello, la confirmación efectiva del final fue dolorosa por su significado. Perder aquello que te proporciona felicidad es traumático. Pero al menos teníamos la compensación de que todavía faltaba ese triste colofón y había que aprovecharlo.

Cruzar de nuevo el umbral de la puerta de la Rock City produce una borrachera de sensaciones que solamente los que peregrinamos todos los años somos capaces de sentir. Ese sonido de fondo en la transición hacia el interior que suena como a fuegos artificiales de bienvenida te indican que ya estás allí de nuevo. Aparece esa sensación de haberte marchado ayer de la anterior edición. Y cuando subes las escaleras y te vas acercando al cuadro del escenario, respiras profundamente para impregnarte de toda su esencia. Tu cara se ilumina porque es la droga a la que estás enganchado y en ese templo sabes que se te proporciona hasta extasiarte. En tu recorrido hasta tu ubicación, que con los años se ha hecho invariable, siempre encuentras a alguien que te saluda con efusividad. Son muchos los compañeros de fatigas que año tras año se han ido sumando, e incluso se echa en falta a todos aquellos que por unos u otros motivos se han tenido que ausentar. Siempre me ha parecido curioso el hecho de darte cuenta de que la gran mayoría de asistentes son todos reconocibles y hasta haciendo un ejercicio mental sabes ubicarles en sus respectivos gallineros. Es una de las grandes victorias de este festival; nos ha convertido en una pequeña gran familia donde se respetan los galones con humildad.

Habitualmente el sentido de mi reflexión intenta remover más la parte profunda y emocional de las experiencias que la única pretensión de dar a conocer valoraciones sobre las bandas que tuvimos ocasión de disfrutar. Es obvio que el fin último de una crónica parece revitalizarse con el colorido de las opiniones subjetivas sobre los desmanes o aciertos de las presuntas estrellas, pero no acostumbro a desgranar los resultados. En esta ocasión voy a hacer una excepción. En mi interior la clausura definitiva ha hecho mella, mi perspectiva toma una dimensión diferente y dada mi deuda con la organización me siento inexcusable. Hay que aclarar que hubo varias formaciones que se quedarán en el tintero por unos u otros motivos y ni siquiera serán nombradas. La logística, las comidas, la veteranía para evitar el cansancio, algunas bandas de cita anual y otras que no entran en tus parámetros, son argumentos que justificarán el análisis completo. Sin ánimo de ser exhaustivo, comienza el espectáculo.

SHY sonaron correctos instrumentalmente pero con la mediocridad añadida de coros pregrabados (costumbre regida por todas las bandas europeas. Enfermedad contagiosa de la que huyo y cuya justificación no comparto). La aguda voz de Tony Mills era perseguida por el síndrome de la pareja de la gallina, completando una actuación de pena capital. En definitiva un bolo general de auténtico Iceberg, del que sólo se salva un Set list de temas ganadores.

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Si me doraran la píldora es posible que fuera amable con Gary Hughes y sus TEN, pero asunto ruinoso hacerlo el día que han vuelto a batir su propio record de ineficacia. Si hace dos ediciones decíamos que era imposible sonar tan deficientemente, ahora no sólo decimos que es posible sino que lo que se vivió costará igualarlo. A eso hay que añadirle que en directo tres guitarristas añaden más confusión a una música que, incluso con uno menos, quedaba convertida en una amalgama de sonidos indefinibles. Y que al monosilábico y plano canto del británico le da lo mismo jugar al póker que al tute, interpretar una balada que una canción heavy. Para él las variaciones de registros son ciencia ficción. Su voz parece hacer equilibrios en una línea continua encima de un precipicio en el que si se desmarcara caería. Mi veredicto parece implacable con premeditación y alevosía. Algunos me tachan de afilar constantemente la guadaña, cuando simplemente es el reflejo de mi independencia. Pero son inviables las medias tintas en una manifestación que pretende reflejar su triste realidad. A estas alturas los británicos son una caricatura de sí mismos.

Y después de observar esa euforia incontenida en un auditorio que otorga a los imberbes HEAT títulos a mi juicio demasiado prematuros, sólo me queda reconocer su triunfo en la primera jornada. Aunque destacar compitiendo entre novatos, formaciones en decadencia, otras que nunca fueron nada y a estas alturas se les ha escapado el arroz, y proyectos de Mercadona, fuera previsible. Los buenos jugaban el fin de semana. Estos suecos me recuerdan a ese chaval que parecía que dibujaba bien. Sus padres, hermanos, amigos y los familiares de los amigos, le decían lo bueno que era y que tenía madera de arquitecto. El chaval se lo creyó. Y actualmente trabaja para el clero a media jornada en una hoja eclesiástica diseñando viñetas. Que no es lo mismo pero tiene glamour. Y aquellos que antaño le regalaban los oídos ahora en petit comité aclaran que le faltaba talento, que se había acomodado, o que el dedo índice de la mano derecha era más corto de lo normal y eso le perjudicaba……menudencias! Por una parte resaltar su energía de juventud y el tributo exclusivo al gran Jimi Jamison, y por otra, alguien debería decir a Erik que cuando canta una balada tampoco hace falta que bata el record mundial de salto. Sus movimientos corporales con respecto a lo que entona tienen tal descoordinación que pierde toda la credibilidad como frontman. Una canción de amor no se entrega al público como si estuviera con un hacha cortando leña. No solo se trata de cantar bien sino de transmitir. En definitiva, bolo aparente, muy disfrutable y siguen sumando adictos, pero en mi opinión demasiadas medias verdades en su propuesta y con más nubes que claros. No me extrañaría nada que acabaran como el dibujante.

Con legañas en los párpados afrontamos el recital de RAGE OF ANGELS que abría la etapa reina del evento. Proyecto de etiqueta por el brillo de sus varios vocalistas pero convertido en indumentaria de turista de la Costa del Sol con la representación de un único cantante, Neil Fraser. Lo peor que se puede decir de una banda es que al cerrar los ojos y escucharlos tengas la sensación de que la música sale de una caja de madera a la que alguien gira el manubrio. El contenido de cada canción tenía esa acción continua auto reverse que después de unos minutos por monótona te adormecía y curiosamente despertabas cuando se acababa. Es el resultado de las técnicas modernas y su sentido impersonal. Una vez conocidas las directrices del gurú que paga las cuentas, y además con las prisas que exige el bajo coste, los músicos, que ni se conocen, envían lo que se les ocurre por whatsapp. Un ordenador lo copia y pega según las coordenadas introducidas por el modelo de marca y una vez finalizado el engendro les envían el talón por el banco. Me gustaba más cuando el empleado de una gasolinera me daba los buenos días, se producía la habitual conversación de ascensor y buscaba las monedas para el cambio en su vieja cartera de piel. Ahora, una máquina me dice:” ha elegido usted diesel”, pagamos con una tarjeta que siempre se atasca cuando más prisa tienes, y ¡encima nos manchamos las manos! Pues nada, hasta el rock, algo natural que sale de las entrañas, debe rendirse al progreso. Opino que no mantener esa parte humana que en la composición toma como resultante las experiencias propias surgidas del alma, sin haber una conexión común y de complicidad entre los músicos que lo crean, es muy complicado que luego se traslade al ruedo con cierto éxito. Pero es sólo una opinión. ¡En fin! Visto lo visto, afortunadamente al óbito de este proyecto solo le falta la incineración.

Sin tiempo para disertar el desaguisado salían a escena los americanos FROM THE FIRE, que a principios de los noventa sorprendieron con uno de esos discos para prestar atención acostado en sábanas de raso. Aquello era otra cosa. El empleado de la estación de servicio nos contaba cómo esa mañana había pasado una bandada de gansos, señal inequívoca de que se acercaba el duro invierno. J.D.Kelly , además de acariciar las teclas, recitaba epopeyas griegas con un sonido que rayaba la perfección. Acompañado por un guitarrista, Lafferty, que paliando el disparate que había manejado años atrás en ese mismo escenario como miembro de Crown of Thorns, multiplicó por infinito sus prestaciones. Todo parecía demasiado perfecto. La sonrisa por la brillantez percibida se tornaba casi feliz. Cuando de repente, ese maravilloso tema, “Spark of Flame”, inmortalizado a dueto por Kelly junto a Theresa Straley, al que iba a dar vida esa musa artificial de la fábrica de los sueños napolitana que comercialmente denominan Issa, fue asesinado literalmente. El depósito estaba en reserva pero un aviso digital de la posta nos comunicaba que la tarjeta de crédito no era válida. ¡Y para el siguiente surtidor quedaban cuarenta kilómetros!  No merece la pena comentar el destrozo. Sería capaz de hacer tanta sangre que su ingreso en la UVI sería insuficiente. Pero ni puede ni debe deslucir una actuación que se encaramó por méritos propios en uno de los puestos de élite de todo el evento.

10624573_10204887495649394_1399691642620945622_nSi preguntaras a todos los asistentes qué banda era la más esperada, seguramente el porcentaje más alto de respuestas se lo llevarían los canadienses BOULEVARD. Una incógnita de 24 años de ausencia podría hacer pensar en una previsible frustración. Pero fue caer el telón y desde el segundo cero uno no daba crédito a tanta virtud. ¡Era la actuación! Ese concierto que todo apasionado curtido espera para resucitar ante tanta saturación, tanta adulteración y tanta mediocridad. Configurando una visión egocéntrica, era como si el Zeus del rock para adultos se hubiera fijado en mi cruzada particular contra tanto falseamiento del estilo y, sabiendo que soy una oveja descarriada, me regalara algo de verdad para propiciar el regreso del hijo pródigo. Por lo que allí se experimentó, en todos los parámetros por los que deberíamos valorar este tipo de shows, se debería inventar una palabra que multiplicara el término perfección. Música surgida y ejecutada desde el corazón. Trasladada a nuestros oídos de una forma tan veraz, tan mágica, con una atmósfera tan idílica, una intensidad tan emocional y un sonido tan celestial, que convirtió a todos los necesitados en un milagro de proporciones curativas excepcionales. En definitiva, el alma rodeaba el escenario de tal forma que podíamos sentir su presencia. No tiene precio escuchar un todo tan empastado, pero a la vez ser capaz de sentir cada instrumento por cada lado. Mención especial a la sensibilidad de un saxo que embellecía cada pasaje con unas vibraciones que aumentaban la intensidad por ilimitado, y a la voz de David Forbes que, como si del maestro Velázquez se tratara, daba pinceladas de colorido al lienzo. Nunca fui un seguidor absoluto de sus dos trabajos que, a pesar de reconocer su clase y elegancia, por momentos me parecen insípidos, demasiado amables, como con falta de chispa. Pero en directo cuantifican de tal forma la intensidad que terminan por ridiculizar tales pensamientos. Les concedo el honor de estar en lo más alto del trono de esta undécima edición, además de agradecerles su tremenda humildad como tuve ocasión de comprobar incluso fuera de lo musical. Y sobre todo, condecorarles con la medalla de la autenticidad por haber sido capaces de darme el oxígeno suficiente para volver a creer.

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El shock emocional por la obra de arte de los canadienses hacía presagiar que todo el pescado estaba vendido. Y aunque quedaba casi toda la pólvora por explotar, el listón se había puesto tan alto que la siguiente banda tenía la compleja misión y a la vez espinosa responsabilidad de hacer olvidar lo irrepetible. Los americanos BABYLON A.D salieron a escena como el que sabe que o mata o muere. Y fueron dejando cadáveres por el camino con un espectáculo potente y macarra, pero con el hándicap de una mala regulación inicial de las guitarras que hizo que la saturación del sonido dañara los oídos. Acción a la postre decisiva para inclinar mi balanza a otros vicios, aunque más tarde fuera conocedor de mi craso error. Un servidor hizo acto de presencia en media docena de temas hasta que el estómago daba muestras de flaqueza, y por qué no decirlo, un Madrid –Barça era suficiente argumento para justificar mi ausencia durante un par de horas y alguien tenía que ser el damnificado. Según los catedráticos el sonido mejoró ostensiblemente. Y unido a lo que sí había experimentado puedo resumir que aquello pareció convertirse en una guerra sin cuartel entre un destacado vocalista, Derek Davis , que puso toda la carne en el asador a toque de corneta y con argumentos sólidos demostró lo que es un poderoso cantante de hard rock, dos guitarristas entablados en un guerra de guerrillas con cuchillos como única arma, una base rítmica dinámica a golpe de bazookas contra un público que, avasallado por la fortaleza de sus armas, tuvo que entregarse con los brazos por encima de la cabeza después de firmar las condiciones de la rendición. Hay quien dice que fue el bolo con el que más disfrutó. Y conociendo su reputación no seré yo quien lo ponga en duda.

Otra de esas bandas que, si hace algunos años te dijeran que ibas a deleitarte en directo, lo hubieras tomado como un chiste de esos que te deja una sonrisa forzada e hipócrita, son los americanos BLACK ‘IN BLUE, que, gracias al buen hacer de los organizadores, tuvimos ocasión de gozar. Bien es cierto que de aquella banda original queda íntegra la base rítmica y el alma de la formación, Jaime Saint James. Un vocalista que con su presencia magnifica su título honorífico en una escena antaño en la cúspide. Su intervención me generó sensaciones enfrentadas. Capaces de dejarnos su impronta con un espectáculo totalmente yanqui, su principal virtud era dominar el escenario como si lo hubieran parido. Y de llevarte al cielo en un ficticio ascensor, pegaban al botón de la planta del sótano y cuando llegabas al mínimo de la decepción, volvían a pegarle al pulsador del ático de la excelencia, hasta que terminabas mareado de tanto subir y bajar. Dos matices importantes que sentencian su ceremonia: nunca fueron capaces de enganchar a un público británico que en su gran mayoría siente como este tipo de bandas de hair metal les suena a circo pomposo, con contenido saturado de coros a piñón fijo y sin cambio de anotaciones. Y, seguramente la falta de grandes hits, catalizadores perfectos para una comunión entre artista/audiencia, lastrara un show que nunca terminó de cuajar. A lo vital continuaba lo anodino y así sucesivamente. Capaces de lo mejor y de generar falta de interés, a mi juicio quedaron como una excelente banda, que lo que hace lo hace perfecto, con muchas tablas, pero acabaron en tierra de nadie porque no lograron traspasar esa barrera entre lo correcto y lo transgresor, entre la música uniforme y la eficaz.black n blue

El día grande llegaba a su fin y los americanos FIREHOUSE tenían el honor y la servidumbre de cerrar un día pleno de emociones al que le quedaba su broche de oro. A priori parecía una de las etapas reinas del maratón, pero como veremos más adelante se quedaría en un paseo de marujas/os para sanear celulitis o barriga cervecera. De nada valió la inmejorable garganta de Snare, un vocalista cuyo color o te gana o te repele, no tiene punto medio. El sonido de la guitarra de Bill Laverty estaba tan bajo que los oídos forzaban su encuentro pero no atinaban. Una deficiente selección del list con la genial idea de escoger sus peores temas, y la no menos brillante intención de castigarnos durante diez minutos con un solo de batería de un gran Foster, hicieron que la falta de ritmo y continuidad desembocaran en un aburrimiento exasperante, y no tuviera paciencia para estar perdiendo el tiempo. En el exterior de la sala observé como mi idea era compartida por unidades que se iban perdiendo por el camino. Más tarde, las caras de unos y otros delataban su contrariedad.

Y llegábamos al último día de la tristemente última edición, que el cansancio empieza a acumularse y los veteranos marcamos unas pautas espartanas para poder llegar frescos a un final que parece lejano pero que pasa como un ciclón. No hay secretos. Verlo todo es inviable si quieres disfrutar. Hay que poner en práctica el manual de supervivencia en todos sus mandamientos. Prioridades y descansos constantes son las señas de identidad. De lo contrario a media tarde tendrás una sensación de punzadas en los riñones con las consiguientes posturas de brazos en jarras que hará insoportable llegar a la meta. Por lo que en mi caso, muy madrugador, me quité de encima el engorro de la comida y pasé directamente a ver a los segundos en discordia que no eran otros que los americanos CITA. El sonido tentaba a lo supremo y sobre ese particular garantizábamos el punto más importante. En una rápida mirada al escenario se podía vislumbrar una contagiosa y coordinada formación, que capitaneados por su magistral voceras, Danny Martínez, supieron llevarnos a su huerto en el que el fruto, sin injertos experimentales, estaba recién recolectado del árbol y era de los del sabor de antaño. La fruta era natural. No había pasado por el congelador durante meses y había que esperar a hincarle el diente a su maduración, con el consiguiente sabor insípido. Y además el valor añadido de saborearla en el mismo lugar de recogida. Comprobamos que la música sin teclados sonaba más potente pero a la vez más convincente. Los coros florecían perfectamente ejecutados y sin ayudas digitales. Su Frontman recordaba en potencia a Denis Churchill de White Sister y en movimientos a Jean Beauvoir. Y, en definitiva, manifestaron clase suficiente para auparse a los primeros puestos de los mejores de esta última edición. Sorprendieron y convencieron. Sin dudarlo les acomodo en mi top3 del festival.

Había expectación, además de curiosidad, por conocer qué podía ofrecer esa banda clásica de Aor, que allá por el año 1980 publicó un brillante trabajo, y que venía como plato de segunda mesa después de la renuncia de Tower City. Los americanos TOUCH, que en esa tarde se convirtieron en los suecos más Mark Mangold, no aportaron nada más que escuchar la ejecución de unas canciones ganadoras que en sus manos perdieron hasta el apellido. No había tenido previamente la precaución de saber la formación con la que asistirían y fue ver caer el telón, ver sus caras, y quedarme absorto en la nada. Goran Edman que en estudio parece un canario, en vivo parece un grajo. Por no hablar de esa forma de abordar los temas, que más que un frontman parece un turista nórdico en Torremolinos recién salido del gimnasio. De nuevo hubo que soportar la figura del mercenario Denander. Se ha convertido en un trabajador en huelga a la japonesa y estoy seguro de que, en vez de dormir, todas las noches hace bolos en cualquier tablado folklórico de Estocolmo. Me irrita escuchar un solo exactamente igual con Touch, con Jimi Jamison , con Robin Beck o con la Charito de Ciudad Real. Lo siento, pero este chico me tiene totalmente saturado y a lo mejor soy injusto pero mis sensaciones son desesperantes y así las traslado. Reconozco que, al contrario que otros bolos, sufrí en silencio toda la atracción sin pestañear, simplemente por tener la exclusividad de poder escuchar todos esos trallazos. La banda en sí misma queda fuera de valoración porque, aunque estuvieron presentes en cuerpo, sólo fueron figuras decorativas.

Poco puedo aportar de los finlandeses BROTHER FIRETRIBE. Solo pude aguantar dos temas. Los que se dedicaron a experimentar con voces, grabaciones de coros desacompasadas y el sonido de guitarra de Emppu desenchufado (Y sin darle ninguna importancia. Una desidia inexplicable. Como si pensara que tenían una docena de horas para tocar). Además de la voz ahogada de Pekka, que nos castigaba sin ningún tipo de rubor…una combinación de desastres que parecía iba a convertirles en el máximo galardón de los torpes; la cuchara de palo. Pero sorprendentemente dicen los entendidos que dieron un giro de ciento ochenta grados y murieron de gloria. Cuesta creerlo dada la inicial sangría. Simplemente por el hecho de que los coros, parte fundamental de su música, salen de una aspiradora a la que pegan previamente al Play, no daré ni el beneficio de la duda.

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Los canadienses que más han agitado las vidas de los sectarios asistentes en estas once ediciones, CONNEY HATCH, quizás con más fracasos que éxitos dado que sin duda tuvieron la menor asistencia de las tres jornadas, hacían acto de presencia con el mejor sonido para el hard rock del evento. Las grandes sensaciones que tan sólo tres años antes nos habían dejado se vieron rebajadas por doble motivo: primero, su nuevo guitarrista Michael Borkosky está muy alejado del corte blusero de su anterior hacha. Sonaba excesivamente inocente y no parecía encontrar el camino, al menos con corrección, de igualar lo que la música de la banda proponía. Y segundo, no se asimiló el motivo de alternar, con tanta equidad, temas cantados por Andy Curran, que suenan más crudos y que siempre los habían propuesto pero de una forma equilibrada dándole cierta heterogeneidad, por los cantados por Dixon, que son más melódicos y marcan la esencia de su música. Les perjudicó esa rara sensación de confrontación de parecer que tocaban dos bandas distintas. En definitiva, su bolo, aunque tuvo la aprobación del público más exigente, resultó como una transición obligada sin pena ni gloria.

autographTodo lo contrario de los americanos AUTOGRAPH. No sólo la sala volvió a rebosar de un público ávido de nuevas excitaciones, sino que fue caer el telón y ya habían ganado el partido sin ni siquiera bajarse del autobús. Sin duda la baja de su músico estrella hubiera sido un obstáculo en cualquier formación. No fue así en las huestes de Steve Lynch. La ausencia de Plunkket, voceras titular, fue cubierta por un reserva de lujo totalmente desconocido, que acabó poniendo en franquicia el partido a base de fintas imposibles y goles vocales. Desconozco de dónde ha salido esta figura del micro, Simon Daniels, que no sólo representaba figuras fonéticas de dibujos animados, sino que corporalmente manifestaba toda la esencia de los grandes frontman del rock americano. Para un servidor la gran sorpresa de toda una edición. La simpatía y experiencia de su bajista Randy Rand, la siempre precisa aportación de su guitarrista Lynch, un sonido ganador, el deseo y actitud de recordarnos cómo se las gastaban en los 80’s este tipo de grupos, alimentaron un fervor en el respetable que los llevaron en volandas hasta la victoria final, pero dominando el partido con una goleada de escándalo. Es cierto que en su debe mantienen ese ADN esencial en bandas de este estilo; iteración constante de unos estribillos que a determinado público termina por resultarle cansino. Pero son honestos, no engañan a nadie. Van por la vida con la verdad por delante y aunque la repitan mil veces no se convierte en mentira. Añadida una nueva banda a tener el honor de compartir el galardón de los grandes.

 

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Casi sin darnos cuenta recalamos en ese final de finales que en cualquier otra edición hubiera sido triste por el único motivo de una vuelta a la rutina pero con visos de ilusiones para una nueva edición. Pero en esta ocasión solo pensar en su desaparición permanente apartábamos de inmediato nuestras ideas negativas para evadirnos de la dura realidad, centrándonos en la actuación de los americanos que en breve iban a mostrarnos sus muchas virtudes. DANGER DANGER iban a tener el honor de cerrar un fin de fiesta tan brillante como emotivo. El sonido atronador de la intro de la selva, emergente por encima del negro dosel con el añadido de una espectacular iluminación de colorido azulado, nos indicaba que el doble peligro era inminente. Y cuando cayó el telón y apareció su formación original con una actitud asesina, la estrepitosa ovación recibida se debió de escuchar hasta en el bosque de Sherwood. La Rock City se desarmaba con el seísmo que producían las emociones de un público entregado y un brutal sonido que unido a su saturación hacía autentico daño en nuestras audiciones. Jamás sentí en esa sala tan violenta resonancia, ajustada a medida que avanzaban los temas hasta depurarse completamente y vivir en la más absoluta de las perfecciones. Estos chicos tienen lo que no tenían otras bandas previas que lo hicieron bien, y que se les echaba en falta una continuidad de temas triunfadores con capacidad de dejarnos roncos y desencajados. Contar con un repertorio de hit tras hit no garantiza el éxito pero a nada que tires de sumario tienes media batalla ganada. La otra media la ponía el guitarrista Andy Timmons que hacía que las canciones sonaran contundentes, los solos fueran reconocibles además de vibrantes, y emanaran una sensibilidad de la que carece la muñeca fashion que desgraciadamente hace de usurpador obligado. Hasta Bruno Ravel estuvo moderado con sus gracias de mercadillo, lo cual nos hizo respirar tranquilos. Si a eso le añadimos que Poley dio un curso acelerado de cómo arrastrar a las masas, sólo nos queda pegarles un tirón de orejas por no tener los bemoles de ser honestos con los coros. Mis felicitaciones por la mejor actuación que les recuerdo de la media docena de ellas que he tenido ocasión de ver. Se lo debemos sin ninguna duda a un monstruo de las seis cuerdas que hemos tenido el privilegio de gozar en exclusividad gracias a la obstinación de estos luchadores de la organización, y que desgraciadamente será historia porque, todo hay que decirlo, no le motiva noche tras noche tocar simplezas.

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El epílogo de la intervención de los más peligrosos del planeta melódico alargaba una agonía de un proceso que agotaba todas las vías de su subsistencia. La salida al escenario de las formaciones que habían tenido el privilegio de cerrar la jornada junto a la organización al completo, marcaba el cierre total por defunción. Los directores espirituales del negocio hacían su aparición entre lágrimas por el destino final. Y a pesar de las palabras de agradecimiento del Chiquilicuatre Ravel y sus muestras de aliento para un futuro próximo con continuidad, la decisión se tornaba irreversible. Todos esperábamos con esperanza alguna indefinición que nos hiciera generar alguna duda razonable. Seguramente no era el momento para aclaraciones. Después del reclamo sonado de renuncia, aunque existiera por arrepentimiento o la razón que fuere una mínima posibilidad de volverse a retomar, desdecirse no resultaría coherente. Así que cuando alguien tuvo la decorosa idea de poner la guinda a este maravilloso pastel musical, regalándonos la melodía de una de las canciones de mi vida “Don’t stop believin’” de mis todopoderosos Journey, salieron a flote todas las emociones. Como un solo hombre todo el auditorio no solo desparramaba ante la belleza de esa Victoria de Samotracia de la música, sino que el mensaje subliminal para la organización era claro y cristalino; por si hubiera algún titubeo nuestro entusiasmo y voluntad reclamaban con ilusión un cambio de decisión.

Luego llegó el vacío y el silencio. El local iba dejando sitio a los empleados de limpieza y seguridad, y nuestras miradas recogían el testigo nostálgico de todo aquello que hasta aquel momento había sido nuestra felicidad. Nunca más veríamos aquellas banderas colgadas del palco que marcaban los colores de cuna de nuestros afines en pasión. Mirar a la escalera de la derecha del auditorio y ver a los españoles, un poco más escorados los franceses, de frente y por la parte trasera los griegos….eran recuerdos rutinarios de inapreciable valor allí, pero imborrables en nuestra vuelta sin retorno. Tus retinas se movían instintivamente en busca de las lámparas de luces, del suelo bautizado por Poley como el más pegajoso del mundo, de la colocación de los altavoces, de las barras, de cada centímetro de la sala que eras consciente que perdías, memorizándolo todo para que no se despegara jamás de tu recuerdo. Y cuando con amabilidad el de seguridad de turno reclamaba lo inevitable y te encaminabas a su salida, el inconformismo y el recuerdo se resistían y como un autómata te dabas la vuelta para echar una última mirada a esa Sodoma particular. Personalmente en ese momento hubiera asumido con gusto el consabido castigo eterno como estatua de sal. Una vez en su exterior, dirigiendo mis pasos a la nada, aparecieron en mi mente unas palabras del coronel Monroe en su capitulación ante los franceses, de la obra maestra de J.F Cooper titulada como este artículo: “Dicen que la muerte y el honor son la misma cosa, pero hoy he comprendido que no es así”. A pesar de su desaparición la leyenda y gloria del festival del fuego permanecerán inalterables en el tiempo. Con pasión y humildad lograron ser la Numancia de unos estilos sin futuro. Pero a veces rendirse es la mayor de las victorias.

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Sumido en mi reflexión, y si has sido capaz de aguantar hasta aquí mereces el paraíso, me doy cuenta de que la taza está vacía y que la hora indica que a mi tren le falta poco para su viaje sin reintegro. Una vez en él y puesto en marcha, a través de la ventanilla veo alejarse una ciudad como tantas otras, pero con un significado especial y a la que jamás agradeceré lo bastante. Seguro que habrá nuevos eventos y nuevas metrópolis que te acogerán de igual forma, pero la estirpe, de este recién fallecido guerrero, era única. Mis pensamientos, que siguen alterados por la conmoción, evocan aquella secuencia final del libro antes aludido; el gran jefe de la tribu en extinción, después de la pérdida de su hijo Uncas, grita al gran espíritu creador y le pide su pronta muerte: “porque ya sólo queda uno, Yo Chigachgooh, el último mohicano”. Nos quedamos huérfanos del AOR y el rock melódico, porque ya sólo quedaba uno, Yo FIREFEST, el último de los festivales.

Crónica: Jesús Mujico
Fotos: Susana Manzanares

 

23 Comments

  1. Currada crónica, Jesús. Como es inevitable no estoy de acuedo en muchas cosas, pero cada uno es como es y vierte su inquina como le da la gana. En fin, echaré mucho de menos esa ciudad, ese festival era el antídoto antidepresión cuando acababa el verano. Muchas bandas, muchos nuevos amiguetes (tú, por ejemplo) y miles de recuerdos. En fin, una lástima. Creo que sin 7 bandas ni 3 días seguiría siendo atractivo y no supondría tanto esfuerzo. Ojalá surja algo y podamos seguir yendo a la taberna más vieja de Inglaterra y a ese templo que es la Rock City unos años más

    • Lo primero, Kique, darte las gracias por haber sido capaz de llegar hasta el final. Comprendo que el tiempo es oro. Leer este tipo de crónicas es comprensible que genere una pereza superlativa y se termine por no pasar de los primeros dos párrafos. Por otra parte, recalcar que el objeto de este artículo nace más como un intento de recrear experiencias y vivencias generales de un festival que merece que su esfuerzo sea reconocido, que, por desgranar el veredicto de unas bandas que a mi entender solo son la coartada. Y mucho más después de su desafortunado desenlace. Por lo que al final, con este alegato, me vi de alguna forma obligado a exponer mis opiniones, obviamente del todo subjetivas ,como todas, pero enmarcado como algo superficial que se desmarca totalmente de su esencia. Al final estas cosas terminan por recoger sus frutos en función de si regalas los oídos, o irte con la música a otra parte si las sentencias no son del agrado. Por ello mi único propósito era transmitir una pasión por un evento que nos ha hecho felices durante años.
      Pero ahora bien, si alguien quiere debatir con corrección y respeto, con argumentos , nuestras diferencias de valoración, estaré encantado de hacerlo. Seguramente no haya tanta distancia , seremos capaces de entender porque hay cosas que me parecen prioritarias y no las percibo ,y viceversa. Pero no me parece de recibo comenzar diciendo que mi aversión a..genera mis valoraciones. El escenario dicta sentencia. Y así es como yo lo viví. Hay bandas que no me gustan absolutamente nada en estudio y en directo me cautivaron. Y al revés,mis gustos se vieron contrariados. Y con los años que llevamos juntos sabrás que no me muerdo la lengua y de mi nivel de exigencia. Otra cosa es que partamos de premisas distintas,tengamos formas dispares de entender las cosas, y seguramente habrá detalles que a mi se me escapan que estaré encantado de leerles. Pero no amigo mío, parto desde cero con todos. Y si, ojalá el gusanillo les vuelva a entrar rápido y en breve estemos de nuevo tomándonos unas cañas en la taberna más antigua de Inglaterra.Te repito, el Firefest es algo más que lo malo que es este cantando, o lo excelente que es aquel tocando la guitarra. Lo demás son fanatismos de los que yo tampoco me excluyo.

  2. Artículo no apto para cagaprisas. Para leerlo con tranquilidad, atendiendo a las reflexiones que (casi) cada párrafo encierra. Es, en ese sentido, un poco más exigente. Pero, como la buena música, deja un poso más duradero, y ahí está la recompensa.

  3. Chapeu Jesus! como siempre fantástico. Tienes ese don natural de hacer vivir al lector lo que esta leyendo como si estuviese compartiéndolo allí con los asistentes. Como no voy a pretender que seas unas de mis mayores influencias, cabronazo? Solo una pequeña corrección, la fruta no pasa por congeladores, se guarda en cámaras lógicamente a una temperatura menor que si fuese congelada, de esta manera ya la queman bastante, pero es la única manera de no tener un desperdicio mayor del que ya causa. Al guardarla en cámaras se quema, cuando digo que se quema quiero decir se pone negra en su interior o se acartona, sobre todo si la fruta es de temporada de verano. Congelándola firmarían su acta de defunción al ponerla a temperatura ambiente en cuanto se descongelara. Bueno que esto no es lo importante, gracias por tu esfuerzo.

  4. Es una apreciación interesante, por lo que a veces me sorprendo de lo ignorantes que somos en casi todas las materias. Siempre pensé en fruta exportada en cámaras frigoríficas con temperaturas bajo cero para su conservación. ¿Cómo sino aguantar tantos meses? Y sin embargo llega el experto cambia dos palabras y el resultado final es dispar. Curioso! Pero creo que la mayoría de los mortales entendemos como lógico mi expresión, y más adaptado a lo musical. Por lo que esta noche me iré a la cama sabiendo una cosa nueva, pero sin afectar al desarrollo de la reflexión.

  5. No, Jesus, esa fruta exportada va a la misma temperatura que van de mercaMadrid a mercaAsturias por ejemplo. Tu expresión se entiende perfectamente, solo era una pequeña aclaración sin importancia para el significado que tu le diste.

  6. Es lo que tiene dar por sentado lo que parece obvio. Los que vivimos en Burgos a 4 grados no tenemos ninguna sensación especial, aun pareciendo 20 para uno de Córdoba. Cuando tenemos 8 bajo cero el cutis lo tenemos rojito, con mucho color y sin ninguna arruga. Eso nos hace pensar que el frío conserva. ¿Por qué no iba a pensar lo mismo adaptado a la fruta? Pero bueno, si no hubiera sido por mi inoportuna palabra «congelación» jamás lo hubiera sabido, así que como el saber no ocupa lugar……Lo que si estarás conmigo es que comer una manzana arrancada del árbol es una delicia aunque su aspecto parezca feo, y comer la hermosa del tendero de Luarca que lleva 5 meses en una cámara a temperatura, la que sea, es como comer una madera. jajaja!

  7. Las críticas de Jesús son como aquél joven pintor que, lleno de entusiasmo y con la mirada perdida en su incontenible imaginación, llenan de color un lienzo que inicialmente sólo tenía una pálida tonalidad, y les otorga un chorrazo de verborrea. No sé si me han cogido el tono MujicoInsuesco en este pequeño mensaje, jeje.

  8. Gracias Dani! Sólo el hecho de haber llegado al final cualquier persona merece mis alabanzas y mi más sincero agradecimiento. Por lo demás , solo intento transmitir mi pasión por el rock, que es el mayor de mis patrimonios.

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