ENTREVISTA – SERGIO GUILLÉN BARRANTES, AUTOR DE AOR WORLD

Raúl Blanco entrevistó al autor del libro AOR WORLD, el regalo ideal para los amantes del aor y rock melódico.

  • Lo primero, muchísimas gracias por tu atención y por concedernos esta entrevista. ¿Cómo nace la idea de crear este libro?

Desde que escribí mi primer libro sobre música –ya que también tengo otros sobre cine e incluso un par de novelas; ambas con trasfondo musical, eso sí–, la idea primera fue siempre hacer algo de lo que aún no hubiese escrito nada en formato libro en castellano. Así nació la primera parte de Radiografía del Rock Experimental, la enciclopedia sobre el rock progresivo que escribí junto a Andrés Puente entre 2004 y 2006, y de la que unos años después hicimos un segundo tomo (mil páginas en total, juntando ambas). Me ha pasado con Psicodelia. El Sonido de la Contracultura, con aquel Glam Rock. Sexo, Purpurina y Lápiz de Labios… En fin, como suelo decir, escribo la clase de libros que como coleccionista y lector me gustaría encontrar. No me he regido nunca por lo comercial o no de una materia, lo que me interesa es la pasión que pueda inyectar ese género en el oyente y posible futuro lector del libro; lo que a mí me produce esa materia, ese estilo, esa música. La idea del libro nace aproximadamente unos cuatro años atrás, y viene de dicha necesidad de rendir un respetuoso homenaje a uno de los estilos musicales con los que crecí en los años 80 y que a día de hoy sigue siendo uno de mis favoritos.

  • Por qué 200 discos, es un numero algo extraño.

El número lo pone la editorial; aunque, más que el número de discos, el número de páginas. Este libro pertenece a la colección Vinilomanía de la Editorial Milenio, unas ediciones con diferente formato de las que publican a lo largo del año. Además, su acabado final permite que puedas disponer de todas las páginas a color, mientras que en las ediciones normales de la editorial, las fotografías se muestran en separatas centrales. Es por ello, por lo caro de la edición, que únicamente sale un Vinilomanía al año. En las últimas ediciones se decidió que el tope de páginas para las mismas sería de 250. Como yo pretendía meter los prólogos explicativos y cargados de vivencias que ahora podéis encontrar en AOR WORLD, además del capítulo sobre las bandas sonoras del cine de los 80, quedaban al final algo más de 200 páginas. Como es lógico en este tipo de trabajos, siempre se busca redondear la cifra, así que se decidió que fuesen 200 reseñas en lugar de, por ejemplo, 209 o tal vez 211.

  • Parece que el libro está teniendo una muy buena acogida, ¿te esperabas algo así?

Tanto no, la verdad. Estoy realmente emocionado, no te voy a engañar. Yo llevo trabajando con diferentes editoriales desde 2006 y con ninguno de los anteriores libros se ha producido este tirón tan tremendo desde el minuto uno. Por ejemplo, Radiografía del Rock Experimental, al ser considerado por la crítica una especie de hito en su momento por representar el primer libro sobre la historia del rock progresivo –antes, por supuesto, estaba la magnífica obra de Carlos Romeo, aunque únicamente versaba sobre la vida y carrera profesional del grupo King Crimson–, se terminó vendiendo muy bien y rebasando las cifras imaginadas cuando la editorial Castellarte decidió publicarlo. Pero la respuesta y el interés a nivel redes sociales y medios que me he encontrado con este AOR WORLD está siendo algo increíble. No tengo palabras de agradecimiento suficientes para todos los que aman el rock melódico y están confiando en mi trabajo.

  • ¿Cómo se busca editorial para un libro de AOR teniendo en cuenta que no es un estilo musical con muchos seguidores en nuestro país?

El caso es que yo tenía una idea muy concreta en la cabeza: quería que este libro fuese a todo color, con sus portadas a buen tamaño, con el espacio suficiente para cada grupo, con un diseño que tributase la imagen llamativa de los 80, con una portada que fuese algo así como el logotipo de un grupo inventado. Como decía antes, llevo años trabajando con un buen número de editoriales nacionales, y una de ellas es Editorial Milenio (con la que antes de este AOR WORLD ya había publicado otros tres libros sobre música). Desde que Milenio comenzó a editar sus números de Vinilomanía, quedé enamorado del formato; y más todavía cuando en dicha colección se presentó la obra de Gabriel Abril titulada ¡Grité Una Noche! Antología de los Discos en Directo del Pop-Rock Español (1964-2014). Ahí vi que el formato podía perfectamente casar con una idea que venía macerando en la cabeza por entonces; eso sí, necesitaría otro diseño y demás, pero me gustaba la forma de presentar dicho concepto. Entonces llegó el momento de exponerle debidamente la idea a Xavier de Castro, el director de la colección de libros de música de Milenio. Un libro sobre el rock melódico podía significar un riesgo editorial, pero Xavier se animó a correrlo al explicarle todo lo que significaba y sigue significando esta música en tantas y tantas personas… la manera tan emocional que tiene de tocar nuestro interior, de cautivarnos.

  • ¿Cuánto tiempo te llevo escribir este AOR WORLD. Un viaje por la historia del rock melódico en 200 discos? ¿Llegaste a pensar en algún momento en arrojar la toalla?

Entre dos años y medio y dos años. Se entregó a la Editorial Milenio en las Navidades de 2017, una vez publicado el anterior Vinilomanía. AOR WORLD estaba planeado para que se pusiese a la venta entre los meses de octubre y diciembre de 2018, y así ha sido. Y en cuanto a lo de arrojar la toalla, la verdad es que no. Cuando presenté la idea hace unos cuatro años, la editorial ya tenía esperando en cola varios Vinilomanía, por lo que, si no recuerdo mal, a finales de 2015 y principios de 2016 ya me habían asegurado que hasta 2018 el libro no podría ver la luz; es decir, tenía tiempo para trabajar a conciencia la materia pero sin las presiones de un extremadamente cercano plazo de entrega. Si acaso, lo más complicado ha sido el intentar que todo lo que yo tenía en la cabeza se terminara por encontrar dentro del mismo libro: el diseño, los colaboradores para los prólogos (poder juntar a José Luis Pérez, Julio López y Gaby de Val), la imagen de la portada (que desde el principio tenía claro que quería a Victor Moles firmándola), etcétera.

  • La línea que separa el AOR del pop es muy delgada, en ocasiones imperceptible para muchos oídos. ¿Qué le dirías a alguien neófito como clave para distinguirlos? Ese rasgo que te haga decir el estilo sin dudar.

Sinceramente, aunque en otras catalogaciones la etiqueta pueda parecer más estanca, más clara a la hora de encajonar un estilo, en el rock melódico, ante todo al relacionarlo con el pop, es bastante complicado… tal vez con el pop de ahora no tanto –pues poco tiene que ver el AOR con lo que a día de hoy se pincha en las emisoras comerciales como “pop”–, pero sí con el que se hacía en los años 70 y 80. Hay incontables bandas de pop o power pop que son consideradas AOR por ciertas canciones o incluso elepés completos, al igual que grupos de rock melódico pueden sonar netamente pop. Ante todo, hay que tener en cuenta que el AOR tiene un fuerte componente pop-rock en sus estribillos, en la pegada o gancho de los mismos, en la forma de crear el puente hacia ellos, en el trabajo a nivel melódico, en el cuidado de las voces. ¿Habría que decir que el rock melódico, por llevar el término rock, es más guitarrero? Anda que no hay bandas potentísimas de pop en las que las guitarras cobran un valor primordial. Es el problema de las catalogaciones y las influencias con las que se pintan unos u otros. Por eso, aunque cuando escribo me veo obligado a usar etiquetas que cataloguen las diferentes variantes musicales, los diversos modos de proceder en lo estilístico de esta o aquella banda, en mi vida diaria prefiero huir de ellas. Yo escucho y colecciono música en tanto en cuanto el artista o grupo que la crea ofrezca un resultado que me guste, que me atraiga, que me haga desear volver a poner el disco, el cd o la casete nuevamente desde su inicio. Solamente hay que mirar el rock melódico. ¿Cuántas etiquetas podemos hallar dentro de la bolsa? Pues un buen número, sin duda: soft rock, hi-tech, pomp, hard melódico, etcétera, etcétera. ¿Y acaso suenan todas exactamente igual? Por supuesto que no, aunque se dejen manchar unas por otras. Forzando un poco la comparación, pero en un ejemplo que creo que puede aclarar bastante este asunto, solamente hay que fijarse en las bandas sonoras de muchas de las películas de los años 80. Miremos el tracklist que ofrecía un filme como aquella Top Gun de 1986: ahí estaban los Cheap Trick, Loverboy o Kenny Loggins al lado de Berlin o la Miami Sound Machine; y te ponías el álbum del tirón y todo sonaba coherente. En aquel momento todos mezclaban influencias: los Cheap Trick tenían mucho de pop-rock pero también de AOR en aquellos momentos, Loggins había pasado de ser parte del dúo pop Loggins And Messina a volar solo como artista tocante con el rock melódico… e incluso la Miami Sound Machine de Emilio y Gloria Estefan grababa canciones en las que sus arreglos latinos se fundían en una suerte de pop trufado de hi-tech AOR. Por lo tanto, me cuesta dibujar una línea en el suelo con la que delimitar uno y otro estilo, ya que en según qué aspectos, uno alimenta al otro y viceversa –por lo menos, en ciertas variantes concretas del rock melódico–.

  • ¿Recuerdas cuál fue el primer disco que te compraste y en que formato?

Para hablar de primeros contactos y amores musicales –y primeras compras– por medio de un elepé, debo retrotraerme a mi niñez. El iniciático recuerdo que me viene a la cabeza es mi encuentro con Paul, John, George y Ringo. Mi padre, de cuya completa colección casera de casetes y vinilos disfrutaba en mi infancia, me pinchaba con frecuencia tres discos que fueron mi iniciático paso en el mundo de The Fab Four: The Beatles 1962-1966, The Beatles 1967-1970 y Rock’N’Roll Music. Los dos primeros son los famosos álbumes compilatorios conocidos popularmente como el Rojo y el Azul, editados en 1973, y que para muchos de los nacidos en los 70 resultaron el comienzo de todo. Rock’N’Roll Music, por su parte, es una compilación más rara y menos conocida, a día de hoy casi un disco de coleccionista de los de Liverpool, aunque cuando yo lo escuché por primera vez no hacía muchos años que se había puesto a la venta –la primera edición, la que atesoraba mi padre, era de 1976–. De aquellos trabajos salté a las obras oficiales de estudio, siendo desde el primer momento Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band y Abbey Road mis preferidas. Incluso en la actualidad, que tengo todo de ellos (tanto discos, como libros, películas, DVDs, etcétera), sigo necesitando escuchar con frecuencia esos dos elepés, incluso tocarlos a la batería. Y hablo de la batería, uno de mis dos instrumentos predilectos junto al bajo, pero el único que sé tocar de ambos. Pues bien, más allá de lo que una base rítmica me pudiese llamar la atención desde la FM radiofónica, varias casetes de despegue en mi aprendizaje como adicto a la música serían las que me subyugarían, haciéndome enamorar de las dinámicas ejecutadas por los bateristas sobre los parches. Por un lado, los Led Zeppelin II y III; y por el otro, el Shades Of Deep Purple. Escuchar a Zeppelin y a Purple –aunque de los segundos me sumergiese con ese álbum en su primera etapa entre art rock-progresivo-beat-pop– en aquel momento de mi vida fue una revelación. Yo todo lo que pedía en aquellos días eran casetes, casi nada de vinilos. Iba a todas partes con un walkman bastante armatoste que me habían comprado mis padres en Las Canarias, una mini radio con casete y bandolera para colgársela al hombro que resultaba de todo menos mini, y ponía sin parar esos álbumes de las dos bandas británicas… cara A y cara B, cara A y cara B, cara A y cara B, y así hasta la extenuación. También fue muy importante cuando a mi vida llegó la casete original de Dirty Deeds Done Dirt Cheap de un grupo que yo, todavía siendo un chavalín, ya había escuchado por ahí. Este disco de AC/DC, con su portada parida por los genios del colectivo Hipgnosis –sin duda mis diseñadores gráficos preferidos–, era una de esas maravillas del rock and roll que te hacían abrir los oídos hasta sus límites, subiendo el volumen de tu equipo hasta el 11, que dirían Spinal Tap, y, sobre todo, presentándome el que para mí fue el primer encuentro con la voz y el carisma de Bon Scott. AC/DC ya tenían un disco anterior grabado junto a Bon, High Voltage (no cuento el segundo T.N.T. sólo editado en Australia), pero para mí el Dirty Deeds fue el primero –luego iría cayendo toda su colección, comprándome de forma compulsiva el resto de su discografía, pidiendo que en el siguiente cumpleaños o celebración alguien me regalase una de sus casetes–. Y aunque ese álbum tiene verdaderos clásicos, empezando por el tema título, sería “Squealer” el que me noqueó al momento. Bon Scott vivía las canciones, las interpretaba casi como un actor, pero en “Squealer” iba un paso más allá. A aquella edad todavía no disponía del nivel de inglés necesario para traducir la totalidad de la canción, pero no hacía falta entender el texto pues Scott, con su forma de narrarlo, de expresarse, ya te hacía meterte en la historia. Podías sentir su toque de zalamero galán en las frases de introducción hablando de una chica que en un primer momento se muestra cauta, inexperta; de ahí la ejecución de su parte vocal, junto al acompañamiento instrumental del resto del quinteto, va creciendo para estallar, ya con un Bon desaforado gimiendo a grito pelado. Algo muy parecido consiguieron con “Soul Stripper”, a la que siempre veré como hermana de “Squealer”. Lo cierto es que en mi casa era muy sencillo amar la música, descubrir discos y escuchar canciones de lo más variado del universo musical. Mi padre dedicaba las mañanas de los fines de semana a ponerme sesiones continuadas de música de su colección, discos que podían ir de los Eagles, Pink Floyd, The Animals, Dylan, Vangelis, Mike Oldfield o Dire Straits –curiosamente, desde que se editó su quinto álbum Brothers In Arms, mi padre no dejaba un sábado pasar sin comenzarlo a primera hora de la mañana con la intro de batería del “Money For Nothing” a todo volumen– a los más memorables musicales norteamericanos (Singing In The Rain, Can Can, My Fair Lady) o las bandas sonoras de películas como Con Faldas Y A Lo Loco. Todo ello lo metía yo en la misma batidora que los discos de rock melódico que iba descubriendo, los sencillos que sonaban por la FM en aquellos tiempos (y de donde me grababa muchas canciones) o que cualquier otra influencia musical que se me pusiese a tiro y llamase mi atención, llegase de mano de algún familiar o amigo del colegio. Y hablaba ahora de ir descubriendo discos de rock melódico; pues bien, en aquella adolescencia estaba más atento a la música que a cualquier tipo de preocupación por catalogaciones. Entré a Boston por escuchar en la radio su canción “More Than A Feeling” –que me llevó a buscar su primer vinilo–, al igual que a Toto por descubrir sus singles “Africa” y “Hold The Line”. Luego, conjuntos como Survivor o Journey, e incluso Foreigner, me los topaba en bandas sonoras de las películas que veía en los años 80. Todo ello llamaba poderosamente mi atención. Así que, una vez remarcados los primeros discos comprados en mi vida, si me tengo que centrar en los que se catalogarían cual AOR, diría que fueron: Eye Of The Tiger de Survivor, el IV de Toto, el Infinity de Journey o el homónimo de Boston; ahora bien, aunque no te podría asegurar cuál fue antes y cuál después, sí que estos cuatro álbumes, más alguno de Fleetwood Mac etapa ochentas, resultaron el basamento para comenzar esta relación de amor incondicional por el rock melódico.

  • El lanzamiento más antiguo que aparece en el libro es Flat As A Pancake de Head East (1975), ¿datas el nacimiento del estilo en esa fecha? José L. Pérez (AOR Haven) pone como pistoletazo de salida el disco homónimo de Boston y el directo de Peter Frampton, ambos de 1976.

Head East era un grupo que tenía que entrar en el libro por la importancia como banda que pasa del proto AOR al rock melódico más estandarizado, como conjunto que estaba ahí desde los inicios. El álbum más típico para haber reseñado, por tanto, habría sido el cuarto, precisamente el titulado como el conjunto y publicado en 1978. Pero claro, como aclaro en mi introducción sobre los criterios de selección de unos u otros elepés, me parecía que se podía ofrecer una explicación más interesante sobre lo que ya venía ideando este combo desde años atrás si me fijaba en su obra de debut. De hecho, y como cuento en el libro, el sello Pyramid Records decide editar este long play en 1974 y, nada más golpear las emisoras su irresistible “Never Been Any Reason”, A&M les hace una oferta y los lanza a las grandes ligas reeditando el elepé en el 75. Si escuchas el inicio de la pieza de apertura de aquel vinilo, de aquel Flat As A Pancake, la ya citada “Never Been Any Reason”, te chocas de entrada con un teclado pomp; de ahí, en pocos segundo, transitan por la vereda de un corte realmente asentado en el llamado classic rock, para terminar deslizándose hasta un estribillo de rock melódico setentas de manual. Luego viene “One Against The Other” que suena a lo que Boston traerían a lo grande un año después (o dos, si nos fijamos, como decía, que la grabación original es del 74)… y así todo. Pero esto no quiere decir que no esté de acuerdo con la apreciación de José Luis, todo lo contrario. Una cosa es un rara avis perdido en el tiempo y otra muy diferente es el disco que por medio de lo que ofrece en lo musical marca un momento clave en su disciplina artística, ya sea por número de ventas, por repercusión en los medios, etcétera; y ése es el caso del primer vinilo de Boston o del Frampton Comes Alive! De ahí que sean perfectas referencias a la hora de datar ese nacimiento.

  • Siguiendo el mismo camino de preguntas, el último es el de Tokyo Motor Fist. ¿Piensas que actualmente tiene cabida en el panorama musical este estilo o quizás se ha quedado un poco antiguo y estancado?

Para nada, ni antiguo –por mucho que los criticones de la prensa generalista se dediquen a denostarlo día sí y día también– ni estancado. Y es que en la actualidad no solamente se revive –y con mucho acierto en bastantes ocasiones– el espíritu del sonido de los 80 y primeros 90, ya que también se juega con otras influencias que el rock ha ido subiendo a la palestra en los últimos veinte años. El rock melódico sigue vivo, muy vivo; pero la falta de apoyos, de repercusión, ese intento por burlarse de él constantemente, ese pasotismo, hace que a los músicos que graban los discos les sea cada vez más complicado encontrar un hueco, además de en muchas ocasiones tener que pagar dichos CD de su propio bolsillo por no tener una empresa que los respalde. Ahí es donde se ve la gran diferencia con respecto a los años 80: en aquel momento se apostaba por el rock, de una u otra manera, por lo que, cuando el rock melódico comenzó a tener su sitio en las listas, todo sello quería un grupo que facturase el citado género musical; y hablo desde los sellos más underground hasta las grandes multinacionales discográficas… como se suele decir, todos querían su pedazo de pastel. Esto no significa que dichos sellos tratasen tan bien como debiesen a las bandas a las que ofrecían un contrato discográfico; pero sí es cierto que el lanzamiento constante de vinilos de rock melódico, la aparición en el cine, en programas de televisión de la época, la emisión de sus singles en la FM norteamericana de manera continuada, convirtió aquella década en el decenio dorado del AOR. Si a esa promoción mastodóntica le sumamos que durante ese periodo se grabaron algunos de los álbumes claves de la corriente, columnas que sirvieron para afianzar un sonido que no paraba de crecer en aquellos momentos, es normal que ahora para algunos el panorama parezca muerto. Pero aún hay músicos que tienen cosas que decir en el rock melódico, al igual que periodistas, redactores o locutores que en una demostración de pasión y entereza siguen apostando por el AOR, continúan pinchándolo y hablando de él. Y, por supuesto, su público fiel. Solamente hay que fijarse en las redes sociales, donde hay decenas de grupos de debate versados en el rock melódico y sus derivados, donde se siente el corazón que cada oyente sigue poniendo en las escuchas a tanto y tanto disco que conforma este universo musical tan particular y emocionante.

  • ¿Qué disco te ha llamado más la atención en este 2018 que termina?

Han sido varios, y no todos relacionados con el rock melódico, pero como me pides uno: el Sometimes The World Ain’t Enough de los suecos The Night Flight Orchestra. Banda a la que su sello se empeña en promocionar siempre cual supergrupo de rock progresivo cuando en su música, y hasta en su Instagram oficial –donde ellos mismos se catalogan como classic rock/AOR 2.0–, se siente que el rock melódico corre por sus venas. Ves, volvemos a lo de en qué manera se alimenta el AOR de unas y otras influencias –y al revés–. No hay barreras, y eso ha ayudado a fortalecer en cierta forma al rock melódico del nuevo milenio.

  • Metido en el contenido y como dices en el prólogo, no están todos los que son pero sí todos los que están. Nos encontramos un disco por banda pero, hay bandas que perfectamente podrían colar más de un disco por impacto y evolución. Por ejemplo, se me ocurren Def Leppard o Warrant. ¿Por qué decidiste poner esa regla?

Por supuesto, hay un gran número de conjuntos a los que habría que subrayarles más de un elepé. Pero aquí el caso era el siguiente: buscar una manera por la que tratar el mayor número de bandas y artistas diferentes en esas 200 reseñas. Lo interesante, tanto para neófitos como para los bregados en las mil y una escuchas de discos de AOR, es que se puedan encontrar un gran número de nombres, de grupos por descubrir o repasar, con los que rememorar o sorprenderse. Luego, y si no la conocías de antemano, ya puedes seguir investigando en esa banda por tu cuenta, en sus discos, en su música. En las reseñas doy pistas en muchas ocasiones. Hablo indirectamente de otros álbumes o canciones del grupo tratado, enlaces creativos entre músicos, anécdotas. No es una reseña cerrada al disco, pues hay historia de los creadores del mismo, de la gente que ha hecho esa música.

  • Volviendo al proceso de selección, me surgen algunas dudas como, por ejemplo, con Dare. Un grupo del que has cogido su disco más clásico y popular, cuando quizás por evolución debería haber sido uno de su sonido celta más característico, que es lo que llevan haciendo el 80% de su carrera.

Si es verdad que no es éste un libro de “los mejores 200 elepés del AOR”, pues algunos álbumes están escogidos para tratar ciertas evoluciones o cambios de chaqueta, también es cierto que hay discos muy concretos y muy queridos por el oyente AOR que me veía obligado a mantener. Y es que, como decía antes, en este libro quiero que se reúnan los oyentes que siempre han disfrutado y defendido el rock melódico, pero también todos aquellos a los que les pica la curiosidad y quieren comenzar a adentrarse en tan amplio campo musical. Para ellos he dejado este hilo de Ariadna, estas miguitas de pan con las que saber cómo comenzar el camino: el primer álbum de Dare, el IV de Toto, el Paradise Theatre de Styx, el 4 de Foreigner, etcétera. En cualquier caso, ese Out Of The Silence de Dare supuso un cambio bastante marcado para lo que había sido la carrera de una de sus piezas fundadoras, el teclista Darren Wharton. Llevaba ya unos cuantos años como miembro de los irlandeses Thin Lizzy antes de la disolución de los mismos; y el último disco de estudio de la banda, aquel Thunder And Lightning, era curiosamente el más cercano al hard and heavy que jamás habían grabado. Y de ahí, Wharton salta directo a cantar canciones como “Abandon”, un paso más en esa evolución que al final llevaría a discos como Belief, por poner un ejemplo.

  • Evidentemente el criterio de elección es muy complicado y personal pero, ¿te ha dolido especialmente dejar fuera algún disco? ¿Cuál?

Al tener desde un principio que marcar un tope en mis elecciones, ese saber que serían 200 discos y punto, ya me predispuso al hecho de tener que sacrificar unos elepés por otros en pos de lograr el fin deseado. También es cierto que, cuando ya estaba en la recta final del libro, comencé a tener cada vez más claro que al menos debería darle una segunda parte en la que poder continuar con la investigación, con esta compilación de obras que ayuden a explicar el género. Pienso en grupos que se han quedado fuera y que entrarán, si al final nada se tuerce, en esa segunda parte: The Storm, Fandango, I-Ten, Michael Sembello, Two Fires, Orion The Hunter, The Outfield, Dreamtide… Bueno, tampoco es cosa de matar ahora el factor sorpresa.

  • Viendo algunas bandas que aparecen en el libro como Fate, Dokken, FireHouse o Warrant se me antoja muy curiosa la ausencia de otros que ni tan siquiera están en los “bises” del libro como China, Trixter, o incluso consagrados como Van Halen o Whitesnake.

Van Halen y Whitesnake, al igual que Y&T, establecieron una carrera más que reconocible por medio de discos que no andaban tocantes con el AOR; sin embargo, cuando llegó el momento del cambio de chaqueta circunstancial –si acaso, la banda de los hermanos Van Halen es el grupo de ese trío de bandas que finalmente se afianzó en las aguas melódicas con superior seguridad, y así lo demostraron el mayor número de trabajos por ese cauce–, terminaron siendo recibidos con calurosos aplausos en el ámbito del rock melódico. Buscando el dar un giro de tuerca y apostar a favor del menos conocido, escogí a la postre un álbum de Y&T en lugar de uno de Whitesnake o Van Halen (bandas mucho más famosas a nivel mundial que el grupo de Dave Meniketti, por mucho que Y&T sean unos grandes del rock con extensa carrera). En cuanto a China, Trixter o los grupos que te comentaba en tu anterior pregunta, eran elecciones que decidí sacrificar para que saliesen en esa segunda parte de la que te hablaba. Lo que decía, no podían salir todos y la criba fue difícil de hacer.

  • No sé si vas a poder responderme, al menos públicamente, pero, ¿te ha podido el corazón más que la cabeza en la elección de alguna banda? Me refiero a que si, utilizando un término deportivo, en caso de empate o duda has barrido para casa.

Te cuento un poco como se ha realizado la selección de las 200 bandas. Desde el inicio del proyecto hablé de manera continuada con José Luis Pérez y Julio López, dos de los tres prologuistas del libro. Ellos, como me pasa a mí, llevan toda la vida coleccionando álbumes de rock melódico en todas sus variantes, investigando sobre la historia del género disco tras disco. Tanto José Luis como Julio, y sin querer desmerecer a nadie, me parecen dos de las personas que más saben de AOR de nuestro país; el primero, de hecho, ha dejado a muchos de piedra con sus publicaciones en AOR Haven, descubriéndonos joyas de proyectos recónditos, bandas que estaban perdidas y que de seguro únicamente las conocían los propios familiares de los miembros del grupo. Julio, por su parte, ya estaba ahí cuando empezaba a llegar a Madrid el primer AOR; de hecho, él y unos amigos de juventud suyos se dedicaban a comprar las primeras copias de los vinilos de los grupos más extraños por entonces para el público español para posteriormente venderlas en el rastro en formato casete. Podríamos decir que ellos estaban escuchando las novedades AOR internacionales que aterrizaban en Madrid antes que nadie, e incluso ciertos programas de la radio rock de entonces los buscaban para que pinchasen dichos lanzamientos. Pues bien, como decía, con ellos hice la lista final de la siguiente manera: cada uno realizamos un listado por separado para luego juntar los tres y ver qué discos se repetían más, cuáles podrían ofrecer una visión más amplia del género, cuáles animarían a los neófitos, cuáles sorprenderían a los más experimentados. Luego, lógicamente, y como autor del libro, me vi en la obligación de hacer la criba final e intentar ser justo con el tema discos por años –ya fuesen décadas de mayor o menor repercusión del rock melódico–. Pero, en fin, no fue algo tomado a la ligera, y seguramente fueron unos seis o siete meses de estar moviendo piezas por el tablero hasta dar con la composición definitiva de elepés. Cuando pasan estas cosas, uno ya tiene claro que siempre alguien echará a algún grupo en falta o puede que ellos hubiesen escogido aquel álbum en lugar de éste; pero es normal, con solamente 200 álbumes e intentando escapar del “best of AOR”, de analizar solamente lo más granado, esto tiene que suceder… y es que es hasta sano, pues ayuda a que se hable más sobre el rock melódico, a que se puedan abrir líneas de debate. Y sobre si me ha podido el corazón más que la cabeza en alguna elección: yo te diría que en cuanto a bandas no, aunque en el tema discos tal vez sí en casos muy concretos en los que el grupo tiene varias piedras preciosas en forma de larga duración y es difícil elegir solamente uno.

  • Tenemos una buena acogida y 100 bises; a bote pronto se me ocurren discos que son de los más buscados por los amantes del melódico y que no encuentras fácilmente por menos de 60 euros como Time Is All We Need de Fingerprints, el de West Of Sunset o Tears And Triumph de 1st Avenue. ¿Para cuándo la segunda parte?

Todo depende de cómo funcione este libro. La última palabra la tiene la editorial. Aunque, te seré totalmente sincero: nada más terminar Milenio la maquetación de AOR WORLD, yo ya comencé a preparar AOR WORLD II. Ya tengo un buen número de reseñas escritas, una primera lista de discos casi terminada; vamos, que ganas no me faltan. Lo que sí puedo desvelar sobre esa segunda parte son dos puntos por los que me han preguntado bastantes lectores de la primera. Por un lado, aclarar que no se repetirán grupos; la idea es que se puedan descubrir 200 bandas o artistas diferentes que no salieron en el primer tomo –esto no incluye a los 100 de los bises–. Por el otro, y hablando de los discos listados en los bises, tampoco quiere decir que todos ellos aparezcan finalmente en la segunda parte. Algunos sí, pero no todos. De esta manera la sorpresa será mayor.

  • Te deseamos que tengas mucho éxito con este viaje a través del AOR y ojalá sirva para que nuevas generaciones se enganchen a este estilo musical. Muchísimas gracias por tu atención y que tengas unas muy felices fiestas.

Muchísimas gracias a vosotros por tan completa entrevista. Ha sido un verdadero placer. Espero no haberme extendido demasiado en mis respuestas y haber aclarado cualquier duda sobre mi nuevo libro. Felices fiestas para vosotros y para todos vuestros lectores.