BLUE PILLS: Blue Pills (Nuclear Blast, 2014)

Aún nadie le ha puesto la etiqueta, pero cada vez está más claro que ese subgénero que podríamos llamar Classic Scandinavian Rock ostenta un sonido particular, explotado en sus mejores versiones por bandas como Graveyard u Horisont.

Blue Pills todavía está arrancando, pero sus primeros pasos de la mano de los mecenas de Nuclear Blast (que han fichado a Orchid, FreeFall, The Vintage Caravan o Whitchcraft, entre otros) van firmes en la buena dirección. Tras un EP que nos dejó un regusto amargo, el debut en larga duración del cuarteto sueco (y francés y norteamericano) es una colección de diez cortes completamente personales, alejándose de las bandas clásicas para acabar por configurar unos sonidos ciertamente reconocibles.

Puede que no haya, en estos tres cuartos de hora, ningún gran single al que agarrarse a la hora de presentar a Blue Pills. Sin embargo, la singular voz de Elin Larsson, que da el toque distintivo a un grupo de rock estándar, consigue captar rápidamente la atención. Desde la magnífica apertura con «High Class Woman» los agudos y los quiebros vocales de Larsson se entremezclan con decenas de pasajes instrumentales que, lejos de hacer tedioso el conjunto, abren el abanico de sonidos para una banda que aún no ha explotado al máximo sus posibilidades creativas. El jovencísimo Dorrian Sorriaux, sin ser ningún héroe de la guitarra, impregna todo el álbum de riffs mucho más originales de lo que cabe esperar de una banda de rock clásico, y nos retrotrae al lado menos concurrido de la escena sesentera: al funk, al soul, y al rock hippie. Ahí están los rápidos guitarreos de «Gypsy», o los fraseos de «Ain’t No Change», haciendo virtud de una técnica con énfasis en lo pequeño y no en lo grandilocuente.

Los temas que ya conocíamos, como «Black Smoke» o «River», están renovadas aquí gracias a una producción menos pesada, más refinada y equilibrada; y ganan, además, en un conjunto de temas compacto, frente a lo poco satisfactorio de los EP’s anteriormente editados, que no eran suficiente ni para enganchar ni para desechar. Brilla así, especialmente, la impecable versión de «Devil Man», más rápida, más fresca, más todo, y es entonces cuando podemos valorar la base rítmica de Blue Pills: una batería versátil tan dispuesta para lo más pesado como para lo más sutil, y el bajo, que lleva en no pocos momentos la carga de suplir las ausentes guitarras rítmicas. Puro combo clásico.

Con todo, puede que aún le falte a la banda un «algo» para alcanzar la excelencia de algunas de sus bandas coetáneas: cierto eclecticismo, alguna canción verdaderamente matadora. O quizá es que todo se reduce a una cuestión de gustos personales. En cualquier caso, estamos ante un lanzamiento muy notable, de sonido particular y no impostado (valor al alza, en los últimos años), que es tanto una carta de presentación como una promesa de lo que los Blue Pills pueden ofrecernos en el futuro.

Julen Figueras