BLACK STAR RIDERS – Heavy Fire (2017)

Para una banda que da sus primeros pasos en el mundo de la música, encontrar una voz propia es requisito indispensable (aunque no suficiente) en el camino hacia el éxito. Parecerse demasiado a otros grupos es una empresa arriesgada: las comparaciones rara vez se inclinan del lado de los recién llegados. Pero, ¿qué hacer cuando los «recién llegados» no son tal, sino más bien un epílogo de una de las bandas clave del rock? Black Star Riders se puso nombre para alejarse de comparaciones, pero éstas no han cejado. Para bien y para mal, la banda de Scott Gorham ha acaparado mucha más atención de la que le hubiese correspondido a una banda novel: si, por un lado, las cifras de ventas, la posición en los posters festivaleros y las expectativas se elevan, esos beneficios tienen como contrapartida un excrutinio mucho más afilado.

Y no es de extrañar. Al fin y al cabo, muchos de los elementos evocadores de los clásicos Thin Lizzy siguen presentes en la música de Black Star Riders, y han sido exprimidos en dos trabajos notables aunque no especialmente memorables. ¿Para qué seguir explotando un sonido tan manido? Algo así debió de pensar el quinteto antes de ponerse a trabajar en su último lanzamiento, «Heavy Fire».

Con la sana intención de matar de una vez al padre, el tercer LP de Black Star Riders es el más alejado de lo ya conocido, el más inesperado, el más pesado, el más macarra y el menos melódico. Una agradable sorpresa que propone nuevas fórmulas para un planteamiento que no daba ya mucho más de sí.

Con cortes que van desde el heavy metal («Who rides the tiger», «Heavy fire») hasta el rock más punk («When the night comes in»), los sonidos Lizzy quedan cada vez más enterrados, aunque siempre algo presentes por la familiar paleta cromática de la voz de Warwick. «Cold War Love» o «Testify or say goodbye» son agradables canciones que podrían haber entrado en «Killer Instinct» o en debut, y que serán favoritas de quienes no quieran experimentos. Sin embargo, y aunque no parece que la evolución del sonido se deba a las varaciones en la formación (salió Marco Mendoza para ser sustituido por Robbie Crane al bajo), el cambio ha sentado bien a la banda.

El quinteto ha perdido quizá algo de inspiración, pero ha hecho que el material respire más y mire más lejos. «Dancing with the wrong girl» o «True blue kid» cuentan lo mismo de siempre (guitarras dobladas, melodías mayores), pero los matices están cada vez más alejados de la banda madre. En algunos cortes, como en la fabulosa «Ticket to rise», la adición de coros eleva el momento hasta lo mejor del repertorio de los Riders. Ahí hay camino por recorrer.

«Heavy Fire» es el paso que le quedaba por dar a una banda demasiado deudora de su pasado. Black Star Riders han sabido manejar, como una banda primeriza en busca del éxito, los ecos de la música que los elevó con nuevas influencias, algunos atrevimientos y un giro hacia la potencia por encima de la melodía que no gustará a todo el mundo, pero que los ayudará a mantenerse frescos durante algunos años más.