BATTLE BEAST – Bringer of Pain (2017)

Llegaron como un torbellino, el boca-oreja los extendió como un virus, vencieron y acabaron por convertirse en parte del paisaje. El cuarto disco de Battle Beast es el reflejo más vivo de lo que supone, para una banda, consolidarse como una de las más grandes de su género al precio de perder a una de sus piezas fundamentales y parte de su sonido más reconocible.

Tras haber publicado uno de los mejores debuts del heavy metal de este siglo, la banda ha seguido creciendo hasta quedarse, en 2015, sin su principal compositor y guitarrista, Anton Kabanen. Un bache que no parece haber hecho mella en la velocidad meteórica del combo nórdico, pero que se hace evidente cuando escuchas “Bringer of Pain”. Al cuarto álbum de Battle Beast parece no faltarle de nada, pero es esa aparente perfección la que acusa lo que hay detrás: mucho diseño para un producto destinado a las masas.

El disco arranca con algo que parece un trallazo de heavy metal, “Straight to the heart”, y de ahí no bajan las revoluciones durante los escuetos cuarenta minutos que le siguen. Decidida a apostar todo lo que tienen, la banda de Noora Louhimo abren su abanico metalero para incluir referencias, guiños e influencias de algunas de las bandas más míticas del género. Suenan a ratos a Accept (“Bringer of pain”), a Avantasia (“Beyond the burning skies”) e incluso a Rammstein (ese riff de “Familiar hell” le debe algo a los alemanes), pero lo que todo lo inunda es esa sensación de que suenan cada vez menos a Battle Beast y más a otras cosas, al metal de diseño eurovisivo por encima de todas las cosas.

Claro que Battle Beast nunca fue una banda de metal corriente. Los elementos de la música disco estaban ya en temas como “Neuromancer” o “Madness”, pero eran  allí un recurso estilístico al servicio del heavy metal. Igual que las melodías comerciales, que servían de vehículo para una música hecha para metalheads. En “Bringer of Pain”, al contrario, nos encontramos con un puñado de canciones que suenan de entrada duras y pesadas, pero a las que se les ve el artificio pop rápidamente. “Bastard Son of Odin” o “Dancing with the Beast” podrían ser canciones escritas para un grupo de pop o de rock a las que se les añadió, posteriormente, una capa metalera de guitarras y batería.

¿Algo de malo en ello? Comercialmente, en absoluto. Está claro que la jugada les pasará una factura positiva. La banda sigue acumulando fans, y parece que el conjunto finlandés será una de las referencias del género en los próximos años. A nadie debería sorprender que sus conciertos tengan cada vez un público más heterogéneo y menos metalero. Artísticamente, sin embargo, “Bringer of Pain” se perfila como un paso atrás, o un escalón hacia abajo, en la discografía de la banda. Un puñado de temas directos, sí, pero tan “in your face” que no dejan lugar al descubrimiento después de un par de escuchas. Cualquier oído entrenado podrá prever cada estribillo, cada puente, cada modulación y cada solo. La única sorpresa es que no hay sorpresas.

Quedaron lejos los tiempos de “Steel”, incluso los del homónimo que dieron continuidad a la banda tras la salida de Nitte Valo. Parece que no hay pasaje al éxito que no incluya algún tipo de pérdida fundamental en el espíritu de una banda, y a Battle Beast se le prevé mucho éxito. El precio, a nivel artístico, lo empezamos a vislumbrar ahora.