BACKWOOD SPIRIT – Backwood Spirit (2017)

Por su portada y por el nombre de la banda, cualquiera podría esperar, sin equivocarse, un disco más en la onda del rock clásico que en los últimos años ha desbordado las casas de discos. El de Backwood Spirit, sin embargo, no es un disco cualquiera. Una vez sabemos que Goran Edman está detrás de este nuevo proyecto, el debut de estos suecos nos llama como un letrero luminoso, y nos invita a dedicarle una atención adicional.

Salidos de las pasiones y aspiraciones del guitarrista de Örebro Kent Engström, Backwood Spirit es una banda de rasgos sencillos y paladar desarrollado, un combo de rock clásico menos pesado y denso de lo que acostumbran otras bandas escandinavas, donde las melodías llevan la mayor parte del peso de unas canciones con regusto atemporal aunque de memoria corta.

Alejados de la psicodelia, del fuzz, de los volúmenes destrozatímpanos y de los riffs machacones, la música de Backwood Spirit se dice rock clásico, pero recoge también muchos frutos de los árboles del soul y del gospel. Más cerca de Bad Co o los primeros Whitesnake que de Deep Purple, la música del quinteto sueco tiende a la ligereza a través de unas guitarras poco distorsionadas, un teclado constante pero desapercibido, y la voz camaleónica de Edman. Sin apabullar durante ni un solo segundo, los ocho temas de este debut van cortos de revoluciones y holgados en melodías. Es posible subir el volumen sin temor a sentir saturación, mientras que la instrumentación, relativamente parca, permite que nos fijemos en cada uno de los instrumentos por separado, con sus espacios para desarrollarse a su aire.

Entre los instrumentos, lo que destaca siempre es la voz de ese vocalista que lo mismo canta heavy metal como blues lento. Curtido en proyectos difícilmente numerables, Edman pone la nota diferencial a una banda que, por lo demás, parece corriente: se pone en los zapatos del blues y del soul, y regala una interpretación sencilla pero cargada de matices. Desde el comienzo, con el single “Gimme good lovin’”, Edman es la estrella del lugar, aportando no sólo la voz principal, sino una buena cantidad de los coros que impregnan todo el disco. En algunos momentos, como “Ain’t got love”, la química creada casi exclusivamente por sus cuerdas vocales pone el álbum en su punto álgido.

Pero tampoco es, ni mucho menos, un disco perfecto. Al debut homónimo de Backwood Spirit le faltan un par de hits, algunos altibajos que nos hagan apreciar los grandes momentos, y quizá un poco más de variedad estilística que demuestre la categoría de los músicos involucrados. La producción, por otro lado, aunque tiene a sonar orgánica -más por el estilo que por el propio sonido-, queda a veces tan adelgazada que parece que falte un músculo esencial, un pilar sin el cual las canciones pueden acabar desmoronándose.

Un debut muy estimable, en todo caso, una sorpresita agradable que, aunque huele a proyecto que se perderá entre las mil inquietudes artísticas de Mr. Edman, podría convertirse en algo sobresaliente con algo más de rodaje. Un disco que pasará desapercibido (culpa, en parte, de una raquítica campaña publicitaria y una presentación promocional hecha con completa desgana), que gustará a quien se acerque un poco, y que pone en el mapa a una nueva banda a la que seguir la pista.